Más de 540 mujeres asiáticas que confeccionan ropa para las marcas Gap y H&M denunciaron ser víctimas de acoso sexual y violencia física dentro de las fábricas.
Sindicatos y grupos de derechos humanos entrevistados por The Guardian han dado cuenta de la situación, que se presenta generalmente cuando hay presión para cumplir rápido con los plazos de entrega de las colecciones de indumentaria. El panorama sobre la violencia de género en esas fábricas ha quedado asentado en dos informes presentados la semana pasada por Global Labor Justice.
Las denuncias, recogidas entre enero y mayo de este año, dan muestra de la presión a la que son sometidas las trabajadoras de Bangladés, Camboya, la India, Indonesia y Sri Lanka, y fueron divulgadas, mientras la Organización Internacional del Trabajo (OIT) aborda el tema del acoso laboral.
«Cuando las chicas regañan a los operadores de máquinas por tocarlas indebidamente o agarrarlas, estos se vengan», cuenta una de las víctimas de una fábrica en Sri Lanka. Las agresiones van desde ataques de índole sexual hasta el maltrato físico.
Silencio
«La mayoría de estos casos no se informan por temor a represalias en el lugar de trabajo», informó la directora general de la ONG Camboya Central, Tola Moeun, quien aseguró que estas prácticas son consecuencia de los objetivos «poco realistas» de producción que imponen las cadenas de ropa.
Según The Guardian, tanto Gap y H&M manifestaron su disposición a revisar las denuncias y «combatir la violencia». Además de los abusos psicológicos y físicos contra las trabajadoras, la directora estadounidense de Global Labor Justice, Jennifer Rosenbaum, destacó que ellas también son víctimas de violencia económica por tener «contratos por debajo del límite», lo que trae como consecuencia que las féminas trabajen en jornadas extendidas sin remuneración y bajo «presión extrema» para que entreguen las prendas en el menor tiempo posible.
De acuerdo con el testimonio de trabajadores de la fábrica de H&M en Bangalore, una mujer fue golpeada como «castigo» por no cumplir con las cuotas de producción: «Él me golpeó, incluso en mis pechos. Él me levantó y luego me empujó al suelo otra vez [y] me pateó», contó.
Situaciones similares se repiten en otras fábricas de la India. Cuando las mujeres denuncian o se quejan de sus agresores, estos recurren a la venganza: «A veces les dan máquinas que no funcionan correctamente. Entonces no vienen a repararlas por un largo tiempo. Después de eso, los supervisores nos regañan por no cumplir con el objetivo», denunció otra mujer.