«Un desastre medio ambiental de graves e insospechadas consecuencias», así calificó Greenpeace en un comunicado el 9 de julio, la fuga de más de 800.000 salmones en las cercanías de Isla Huar, a unos 20 kilómetros al sur de Puerto Montt.
«En 2017 a nivel nacional se registraron fugas de 200.000 salmones. La actual representa una cuatro veces mayor. La magnitud de esta nueva crisis salmonera es gigantesca», dijo a Sputnik Estefanía González, coordinadora de océanos de la organización no gubernamental Greenpeace en Chile.
El salmón no es una especie nativa de Chile, por ese motivo son criados en grandes piletones donde conviven cantidades enormes de peces en estado de hacinamiento. En esas condiciones el contagio por enfermedades producidas por el contacto con sus propios desechos, entre otras cosas, es alto. Para prevenir complicaciones se utilizan grandes cantidades de antibióticos.
Ingesta tras ingesta, la bacteria que se intenta combatir con estas sustancias va generando una cadena de resistencia. Lo que puede derivar en lo que se conoce como ‘superbacterias’ resistentes a los antibióticos. Luego, las personas que comen estos animales quedan expuestas a este tipo de bacterias que pueden generar infecciones de importantes magnitudes en el organismo humano.
«El plazo legal para recuperar estos salmones vence el 14 de julio, y estamos preocupados porque los peces se encontraban en un período crítico del tratamiento con antibiótico [en la fase inicial, donde su concentración es alta]. Esto representa un gran riesgo para niños y embarazadas. La empresa reconoció que los animales no cumplían con los estándares mínimos para ser consumidos. ¿Donde van a terminar estos peces? ¿cómo los vamos a reconocer?», cuestionó González.
Para la ONG, el escape deja ver las falencias en el sistema de cría que utiliza la empresa Marine Harvest. Además del potencial de perjudicar la salud humana, esta fuga supone un riesgo «enorme» para el medio ambiente.
«Al no ser una especie autóctona, el escape de un número tan elevado de salmones puede tener un impacto medioambiental enorme. Se trata de peces carnívoros que depredan al resto de la fauna local. Esto además podría afectar a la pesca artesanal. Escapes de menor magnitud han costado el cierre de empresas en otros países», sostuvo.
Para la coordinadora de océanos de la organización ambientalista, el impacto de este escape en el ecosistema es «irreversible» ya que no se puede identificar a los peces en fuga.
«Esperamos que se aplique el máximo rigor de la ley. Desde Greenpeace estaremos intentado por todos los medios legales que se le suspenda el permiso a esta empresa en este centro, y para que en Chile se detenga la expansión de esta industria que pone en riesgo nuestros ecosistemas, nuestra población y las economías locales», concluyó.
Fuente: Sputnik