El fenómeno de la pérdida de memoria por un consumo excesivo de alcohol tiene que ver con fallos en la retención de recuerdos a largo plazo. Normalmente, la incapacidad de recordar se produce tras tomar unas copas de más.
Aunque pueda parecer un problema raro que solo sufren los alcohólicos crónicos, esto es algo que ocurre con frecuencia entre la población sana. Así, según algunos estudios, más de la mitad de los universitarios y el 20% de los adolescentes sufrieron un determinado grado de pérdida de memoria inducida por el alcohol.
El efecto ‘blackout’, el nombre inglés de este fenómeno que se traduce como «apagón», es difícil de estudiar científicamente, puesto que las normas éticas no permiten llevar a cabo experimentos donde los sujetos tengan que beber hasta perder la memoria.
No obstante, a finales de los años 1960 y ante la relajación de esas mismas normas fue posible hacer experimentos de este tipo. Así, en un estudio sobre la pérdida de memoria inducida por un consumo excesivo de alcohol, Donald Goodwin hizo algunas revelaciones.
Entre ellas estaba el hecho de que la memoria a corto plazo de los bebedores funcionaba, aunque no lograban retener los recuerdos por más de media hora. De hecho, a pesar de no poder retener los recuerdos a largo plazo, los alcohólicos presentaban un comportamiento relativamente coherente e incluso podían realizar cálculos simples en estado de embriaguez.
Posteriores estudios justificaron la pérdida de memoria por la influencia del alcohol en el hipocampo —la región del cerebro responsable de ‘grabar’ los recuerdos a corto plazo—. El alcohol dificulta e incluso puede bloquear por completo las funciones del hipocampo, impidiendo así la retención de recuerdos.
Además, se observó que a mayores cantidades de alcohol y a mayor frecuencia de consumo, más afectado se veía el hipocampo. Eso explica por qué en algunos casos la pérdida de memoria es completa, mientras que en otras ocasiones es fragmentada.
No obstante, los datos más preocupantes tienen que ver con las revelaciones de otro estudio, según el cual los adolescentes son mucho más vulnerables a los efectos del alcohol que los adultos.
Este vulnerabilidad tiene lugar hasta aproximadamente los 25 años, que es la edad en la que el cerebro acaba de formarse por completo. Antes de esta edad, el encéfalo corre un mayor riesgo de verse afectado por el alcohol.