«Un cura me violó cuando tenía 17 años», cuenta entre lágrimas Denise, una jamaicana ahora de 57. «Me dejó embarazada» y «me hizo abortar». «Después de eso, no pude tener hijos».
Pese a que Denise Buchanan luchó durante años y escribió cartas directamente al papa, su agresor nunca fue condenado. Cuarenta años después, sigue temblando de emoción cuando cuenta a la AFP su dolorosa historia y su combate para que la Iglesia católica reconozca su estatuto de víctima.
Procedente de una familia modesta y muy religiosa de Kingston, cuenta cómo un cura que pertenecía a la Congregación de la Pasión, también denominados pasionistas, abusó de ella.
«Ese día fue como si algo muriera dentro de mí», afirma. Unas semanas después descubrió que estaba embarazada. «Tenía 17 años y estaba embarazada (…) estaba destrozada».
El sacerdote organizó un aborto clandestino. Denise no dijo nada a sus padres por «vergüenza» pero también por miedo. «Pensaba en el deshonor que traería a mi familia», admite.
Pero los abusos siguieron. El cura le dijo que la «amaba» y le pidió que tomara anticonceptivos. «Obedecí como un robot; venía a mi habitación en la universidad para tener relaciones sexuales (…) o me hacía ir al presbiterio de la iglesia». «Ya nada me importaba», afirma esta mujer, que se sentía completamente sola.
A los 21 años volvió a quedarse embarazada. «Me dijo que lo que más quería en el mundo era seguir siendo cura». Denise se sometió entonces a un segundo aborto en una «clínica clandestina». Después de eso nunca pudo tener hijos.
– ‘Oraciones’ en lugar de ayuda –
Apenas pudo, Denise huyó de ese infierno. A los 25 años obtuvo una visa para estudiar en Canadá. Allí conoció a un hombre con quien se casó cinco años después. Pero la pareja terminó por separarse. «Tengo la impresión de haber destruido la relación a causa de toda la ira y miedo que tenía dentro», admite.
Denise vive ahora en California, Estados Unidos, donde es profesora universitaria y psiconeuróloga. Después de años de terapia para «recuperar su identidad y autoestima», decidió escribir su historia en un libro («Sins of the Father» -Pecados del padre-, 2013).
Cada mes, durante un año y medio, cuenta que envió al Vaticano una carta, acompañada de su libro.
En 2016 terminó por recibir una carta de la arquidiócesis de Los Ángeles, que afirmaba estar «profundamente entristecida» por su historia. «El Santo Padre ora regularmente por las víctimas de abusos y lo mantendrá en sus oraciones», señalaba la misiva.
Pero en cuanto a su petición de que el sacerdote fuera removido de su cargo, la única respuesta que obtuvo es que era ella quien debía «recabar las pruebas» para iniciar el proceso.
«Furiosa» de que le propusieran «oraciones en lugar de una verdadera ayuda», Denise decidió presentar una demanda contra el sacerdote. En noviembre de 2017, durante una reunión en Jamaica entre Denise, el actual arzobispo de Jamaica, abogados y el cura en cuestión, éste «admitió que tuvo relaciones sexuales conmigo y que me dejó embarazada, pero negó haberla violado y organizado un aborto», cuenta Denise.
Debido a la legislación en vigor en ese país, si ella demanda al sacerdote por haberla obligado a abortar, es ella y el médico quienes corren el riesgo de ser arrestados.
«Tenemos a Bob Marley, al reggae (…) pero en realidad Jamaica es un país muy cristiano, no hablamos de nuestras experiencias sexuales ni del sexo fuera del matrimonio», comenta.
Su abogado envió recientemente una carta a la arquidiócesis «para exigir una compensación por los daños emocionales, físicos y espirituales».
«La carta ha quedado sin respuesta», dice Denise, que teme que el sacerdote pueda haber hecho otras víctimas. «A lo largo de los años, ha sido trasladado de parroquia en parroquia», suspira.
Desde su encuentro con él en 2017, el cura «abandonó su última parroquia». «Nadie sabe dónde está».
Denise sigue su combate dentro de la organización «Ending Clerical Abuse» (ECA -«Para poner fin a los abusos del clérigo»), una iniciativa pionera a nivel mundial que reúne a víctimas de 21 países diferentes, que luchan contra los crímenes sexuales en el seno de la Iglesia católica.
«Es una oportunidad para ayudar a otras víctimas a expresarse y a actuar, para que ningún niño tenga que soportar lo que yo he soportado», dijo.
Fuente: rfi