Las guerras y las invasiones son usualmente impulsadas por motivos alejados de los intereses de los pueblos que habitan los países. La llamada guerra del Pacífico que arrebató la cualidad marítima con la que nació Bolivia, no fue una excepción.
por *María Luisa Ramos Urzagaste
Agencia de Noticias Sputnik
El 5 de abril de 1879, hace 140 años, el presidente chileno Aníbal Pinto declaró la guerra al Gobierno de Bolivia. Ese hecho fue una mera formalidad, ya que Chile había invadido militarmente el puerto boliviano de Antofagasta el 14 de febrero de 1879, arrebatándole su salida soberana al océano Pacífico.
«No olvidemos por un instante que no podemos ahogar a Bolivia… Privada de Antofagasta y de todo el litoral que antes poseía hasta el Loa, debemos proporcionarle por alguna parte un puerto suyo, una puerta de calle, que le permita entrar al interior sin zozobra, sin pedir venia. No podemos ni debemos matar a Bolivia…» reconoció el ministro de Relaciones Exteriores de Chile Domingo Santa María en 1879.
Cuando Bolivia nació a la vida independiente en 1825, contaba con una costa de 400 kilómetros sobre el océano Pacífico. 54 años después, Chile invadió y ocupó sus puertos vitales para el desarrollo de la economía del país, apoderándose además de colosales cantidades de recursos naturales.
El escritor uruguayo Eduardo Galeano refirió el hecho como «una de las páginas más infames de la historia de América Latina, que sufrió Bolivia».
Una pincelada del contexto histórico
En 1873 el mundo sufría lo que se conoce como la Gran Depresión, que fue una crisis sistémica capitalista de alcance mundial, que se hizo sentir con mayor intensidad en Europa y Estados Unidos. Dicha crisis tuvo también repercusiones en Latinoamérica.
En el libro titulado ‘Los empresarios, la política y los orígenes de la guerra del Pacífico’ Luis Ortega refiere que «en 1875 la economía chilena experimentó la primera crisis económica en su historia independiente. La depresión mundial de 1870 causó el prolongado descenso de precios de los productos primarios que Chile exportaba y la guerra del Pacífico se transformó en una salida».
Para Bolivia tampoco las cosas estaban bien, pues en 1877 un terrible terremoto seguido de maremoto arrasó la costa boliviana devastando ese territorio y por si esto fuera poco, en 1878 una terrible sequía asoló importantes sectores del territorio boliviano.
Eran tiempos en los que la otrora potencia imperial española, estaba alicaída por temas internos y por la pérdida de sus colonias, en tanto otras dos potencias acechaban los territorios de las nuevas repúblicas latinoamericanas: Estados Unidos y Gran Bretaña.
Chile necesitaba solucionar sus problemas, y, según registra el Museo de Antofagasta, «el enfrentamiento fue impulsado principalmente por un segmento de la elite política y empresarial, que presionó al Gobierno, manejó la prensa y movilizó a las masas para incorporar territorios ricos en salitre a la soberanía chilena».
La apuesta de Evo en 2013
La demanda marítima contra Chile interpuesta por el Gobierno de Evo Morales a la que se sumaron todos los sectores de la sociedad boliviana, no exigía devolución de territorios, ni desconocía límites fronterizos, tampoco tratados.
El 24 de abril de 2013 el Gobierno boliviano solicitó a la Corte Internacional de Justicia, CIJ, que juzgue y declare que «Chile tiene la obligación de negociar con Bolivia con el fin de alcanzar un acuerdo que le otorgue a Bolivia un acceso plenamente soberano al océano Pacífico», entre otros puntos.
Bolivia hizo una apuesta gigantesca al acudir a la CIJ, pues el tema tiene que ver con el aspecto más sensible para el país. Se buscaba encaminar una solución al enclaustramiento marítimo, eliminar las incertidumbres aduaneras, de tránsito y transporte, sin sobrecostes, que le permita comunicarse con el mundo en libertad.
En octubre de 2018 la CIJ falló sobre la demanda interpuesta por Bolivia y estableció que Chile «no tiene obligación» de negociar una salida soberana al mar para Bolivia, pero invocó a sus autoridades a mantener el diálogo, para encontrar una solución a esa controversia.
Queda claro que la CIJ no cerró el caso, por tanto, el tema sigue pendiente. Chile y Bolivia tendrán que buscar fórmulas mutuamente convenientes para el acceso de Bolivia al mar.
El enclaustramiento desacelera el crecimiento
La cualidad marítima es un factor clave para el crecimiento económico de cualquier país.
Bolivia en los últimos 13 años ha demostrado que si hay voluntad política se puede lograr grandes avances socioeconómicos, pero esos resultados serían mayores de tener un acceso sin obstáculos a los mares, que son un factor vital en el comercio internacional y la comunicación.
Al analizar «el precio del aislamiento» de los países sin litoral, Naciones Unidas refiere que «los estudios indican que la falta de acceso al mar desacelera la tasa de crecimiento económico de un país en un 0,7%.»
«Como promedio, el gasto de los países en desarrollo sin litoral en el pago de servicios de transporte y seguro en relación a sus ingresos totales por exportaciones es casi dos veces superior al de los países en desarrollo en su conjunto, y aproximadamente el triple que el de los países desarrollados» acota la ONU.
Urge buscar soluciones
Gracias a la sistematización de la información histórica, los bolivianos pudimos empaparnos las gestiones de nuestros gobernantes y también conocimos de las acciones de los distintos Gobiernos chilenos. Supimos de las imposiciones brutales, insolencia, engaño, petulancia, distraccionismo y utilitarismo.
Pero hay un momento que muestra al pueblo chileno en su magnitud de hermano solidario, en la persona del presidente chileno Salvador Allende, quien dijera: «En este plan de reparación de injusticias, también he resuelto que el hermano país de Bolivia, retorne al mar, se acabe el encierro que sufre desde 1879 por culpa de la intromisión del imperialismo inglés».
«No se puede condenar a un pueblo a cadena perpetua… Un pueblo que esclaviza a otro pueblo, no es libre», sentenciaba el presidente Allende.
Han pasado seis meses del fallo adverso. La sociedad boliviana en su conjunto debemos realizar un análisis sereno de los hechos, desde varios puntos de vista, incluyendo el jurídico y diplomático, y buscar soluciones que nos encaminen a recuperar la irrenunciable cualidad marítima, que contribuya a construir un mejor país, con bienestar y prosperidad.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK Y LA RAZÓN
*María Luisa Ramos Urzagaste: Ostentó el cargo de vicecanciller de Bolivia (2017). También ejerció como embajadora de Bolivia en España (2016-2017), embajadora en Rusia (2009-2015) y viceministra de Relaciones Económicas de Bolivia (2006-2007).