Nadan Feldman, investigador de la Universidad Hebrea de Jerusalén, descubre cómo una de las principales empresas químicas de EEUU y del mundo brindó apoyo al régimen nazi, incluso después de iniciada la guerra. Aunque este no es el único caso de cooperación entre la Alemania nazi y empresas de EEUU, sí destaca por tener motivos ideológicos.
por Socio informativo
Agencia de Noticias Sputnik
En junio de 1941, cuando Hitler tenía a toda Europa continental a sus pies y se preparaba para invadir la URSS, el gigante químico alemán IG Farben lanzó una planta para producir caucho sintético, un material vital para fines militares. La fábrica estaba situada cerca del tristemente conocido campo de concentración de Auschwitz y miles de prisioneros fallecieron entre sus paredes por las duras condiciones de trabajo. Después de la guerra, dos altos ejecutivos de la empresa fueron juzgados por crímenes contra la humanidad.
A primera vista, esto podría parecer otra historia sobre una de las muchas compañías alemanas que se enriquecieron durante la guerra mientras explotaban a los prisioneros. Pero de la historia de IG Farben esconde vínculos comerciales entre la Alemania nazi y las compañías estadounidenses.
Nadan Feldman, quien está escribiendo una tesis doctoral en la Universidad Hebrea de Jerusalén, dice que IG Farben proporcionó sus servicios a las ambiciones de Hitler gracias a acuerdos de intercambio de tecnología con la empresa estadounidense DuPont.
«Algunos de los acuerdos firmados por las dos compañías dieron a IG Farben el conocimiento clave para su producción, permitiendo a la Alemania nazi iniciar la guerra», dijo Feldman a Haaretz.
Pero DuPont fue solo una de las aproximadamente 150 empresas estadounidenses con vínculos comerciales con la Alemania nazi. Tales conexiones incluían enormes préstamos, grandes inversiones, acuerdos de cárteles, la construcción de plantas en Alemania como parte del rearme del Tercer Reich y el suministro de cantidades masivas de material bélico. Se sabe que las corporaciones involucradas incluían Standard Oil, que proporcionaba el combustible del que carecía Alemania; General Motors y Ford que vendieron sus vehículos; IBM e ITT, que proporcionaron equipos de comunicaciones; y Union Banking, que proporcionó grandes préstamos para comprar equipos.
En los últimos años, Feldman ha estado excavando en los archivos estadounidenses y alemanes en busca de informes financieros, documentos regulatorios y correspondencia que arrojara luz sobre el papel de DuPont, entonces propiedad de una de las familias estadounidenses más ricas, en el suministro a la Alemania nazi. Después de un arduo trabajo, el investigador ofrece una tesis preocupante: además de los intereses puramente comerciales, la conexión entre las empresas y el régimen de Hitler era ideológica.
«La alianza entre el capitalismo estadounidense y la Alemania nazi ayudó a Hitler a implementar un programa de armamentos sin precedentes en ese momento, y comenzar la guerra mundial», resume Feldman.
El investigador afirma que «sin la movilización de las corporación de EEUU para ayudar a la Alemania nazi, es muy dudoso que Hitler pudiera haber iniciado la guerra, dudoso de haber tenido éxito en la rehabilitación de la economía alemana».
Basándose en documentos en los Archivos Nacionales de Estados Unidos, Feldman descubrió que DuPont, en particular, continuó sus vínculos con IG Farben incluso después de que comenzó la Segunda Guerra Mundial. Así, el último acuerdo entre las dos compañías se firmó en 1940, después de la ocupación de Francia, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo. Las relaciones terminaron solo en septiembre de 1943, cuando Alemania confiscó los activos de DuPont con el resto de las compañías estadounidenses.
Hasta ahora, la mayoría de las investigaciones relacionadas se centraban en motivos financieros para los vínculos con la Alemania nazi, pero en el caso de DuPont, «el motivo principal que llevó a esta colaboración fue ideológico», afirma Feldman. Una de las personalidades que se mencionan en la investigación es el presidente de DuPont en la primera mitad de los años 20, Irénée du Pont, quien siguió la carrera de Hitler con entusiasmo desde el principio y apoyó sus teorías de superioridad racial.
Otro descubrimiento comprobado por el investigador, es el hecho de que durante el ascenso de los nazis, el embajador de Estados Unidos en Berlín, William E. Dodd, advirtió repetidamente a la élite política y financiera de Washington contra Hitler y las consecuencias destructivas de cooperar con él. Pero hasta cierto momento, sus advertencias cayeron en oídos sordos, resume el investigador.