RÍO DE JANEIRO – El Papa Francisco canonizó en el Vaticano a la primera santa brasileña, la Hermana Dulce (1914-1992) conocida a partir de ahora como ‘Santa Dulce de los pobres’, por su compromiso con los más necesitados, una obra social que sigue a día de hoy en Salvador (estado de Bahía, noreste de Brasil).
En declaraciones, uno de los ‘hijos’ adoptados por la monja, Renato Batista dos Santos asegura que el recuerdo de Dulce está muy vivo en su memoria: «Tengo la imagen grabada de ella llegando en furgoneta de madrugada, con los niños que recogía de las calles de Salvador; les bañaba, les daba de comer, los acostaba. Era una mujer muy valiente, salía por ahí en medio de la noche, el gobernador de la época tenía miedo de que le pasara algo, pero ella era muy determinada».
YA ES, "SANTA"
Francisco proclamó santa a la "Madre Teresa de Calcuta brasileña"
El papa lo hizo durante una ceremonia en la Plaza de San Pedro del Vaticano. De esta manera, la hermana Dulce es la primera nacida en Brasil en ser así declarada. pic.twitter.com/Yflsq24v15
— MARCELO FAVA (@MARCELOFAVAOK) October 13, 2019
Renato tiene 40 años y unos apellidos adjudicados por la nueva santa, ya que nunca conoció a su padres; llegó al hospital de la hermana Dulce a los cuatro años, repleto de quemaduras infectadas, y nunca más se desvinculó se sus obras caritativas; a día de hoy es funcionario del colegio.
«Yo fui abandonando en el hospital; estuve cuatro años ingresado, parece que mi familia me dejó allí pensando que estaba casi muerto», recuerda, y añade que la hermana Dulce era la única que le calmaba: «Cuando no sabían que hacer conmigo me llevaban a ella y se me pasaba todo; si no fuese por su hospital estaría muerto».
El «Angel bueno de Bahía», como también se conoce a la religiosa, conoció su vocación a los 13 años, y como era demasiado joven para ser aceptada en ningún convento empezó a acoger a mendigos y enfermos en la casa de sus padres.
Después, en los años 40, invadió cinco casas en Salvador para colocar a los pobres a los que atendía, pero fue expulsada y estuvo deambulando por varios sitios durante una década, hasta que convenció a los responsables del Convento de San Antonio para transformar su gallinero en un albergue para enfermos.
Ese fue el germen del Hospital Santo Antonio, centro de un complejo médico, social y educativo que aún funciona hoy en día: son 954 camas, 787 niños y adolescentes en el colegio y unos 3.000 trabajadores.
Actualmente, la entidad filantrópica que la monja fundó en los años 50 con donaciones privadas se financia básicamente gracias al Estado, ya que la atención hospitalaria está integrada en el Sistema Único de Salud (SUS), la red de sanidad pública brasileña.
«Al principio ella no quería, pensaba que limitarían su autonomía, ella estaba muy empeñada en atender a los pobres, pero al final la convencieron», comenta a Sputnik Sérgio Lopes, asesor corporativo de las Obras Sociales Hermana Dulce.
En su opinión, el diferencial de los centros fundados por la nueva santa es la «humanización» en la atención a los pacientes, una «marca registrada por el legado de la hermana Dulce», pero también la diversidad de actividades (desde atención básica a centros de investigación) y la transparencia con las cuentas, que ya les valió varios galardones.
«La canonización nos da más seguridad sobre la continuidad del legado, que la gratuidad y la filosofía de la obra se mantenga a lo largo de los años», dice en referencia a la creciente visibilidad que está teniendo el trabajo que inició la religiosa, que según recuerda, «nunca quiso ser santa».
Los dos milagros que la Iglesia Católica reconoce (requisito indispensable para volverse santo) son la curación de una mujer desangrada durante una hemorragia en un parto y un hombre ciego que recuperó la visión después de 14 años.
La canonización de la hermana Dulce fue la tercera más rápida de la historia (27 años después de su fallecimiento), tan solo por detrás de la santificación de la Madre Teresa de Calcuta (19 años después de su muerte) y del Papa Juan Pablo II, nueve años después.
Tras la ceremonia oficial en el Vaticano, su ciudad natal, Salvador, lo celebrará en una gran fiesta religiosa el próximo 18 de octubre en el estadio Arena Fonte Nova, donde se espera que asistan más de 55.000 personas.