Catástrofes naturales a veces exacerbadas por el cambio climático como huracanes, terremotos, sequías e inundaciones han afectado a 152 millones de personas en toda la región desde el año 2000.
América Latina y el Caribe es la segunda región más propensa a desastres naturales en el mundo, asegura un nuevo informe de la Oficina de la ONU para Asuntos Humanitarios divulgado esta semana.
Desde el 2000, 152 millones de latinoamericanos y caribeños han sido afectados por 1205 desastres entre los que se cuentan inundaciones, huracanes y tormentas, terremotos, sequías, aludes, incendios, temperaturas extremas y eventos volcánicos.
Tormentas y huracanes: mortales y destructivos
Del 2000 a la fecha, la región ha enfrentado un promedio de 17 huracanes anuales y 23 de ellos han sido de categoría 5.
Según la ONU, las tormentas que afectan a Centroamérica y el Caribe son cada vez más poderosas y producen un aumento de las precipitaciones y mayor marejada debido al cambio climático.
Tormentas más frecuentes e intensas en la región significa que hay menos tiempo para la recuperación entre eventos, como lo atestigua el caso de Dominica.
El país todavía se estaba recuperando del impacto de la tormenta tropical Erika en 2015, cuando en 2017 fue completamente devastado por el huracán María, que mató a 64 personas y afectó a toda la población estimada viviendo en la isla, unas 71,293 personas.
En los últimos 20 años, los países más afectados por las tormentas en la región han sido Cuba, México y Haití con 110 tormentas, 5000 muertes, 29 millones de personas siniestradas y 39.000 millones de dólares en daños totales.
Es importante tener en cuenta, sin embargo, que más del 85% de esas muertes se registraron en Haití, el país más pobre y vulnerable en el Caribe.
La de 2017 fue la tercera peor temporada en todos los récords históricos por el número y magnitud de los desastres, pero el huracán más fuerte del Atlántico en registrar un impacto directo a tierra fue Dorian en 2019, que en su punto máximo trajo vientos de más de 350 Km/h y una marejada ciclónica de siete metros sobre las Bahamas.
En su camino de destrucción, Dorian bajó la velocidad y permaneció casi estacionario durante 26 horas en Gran Bahama y las islas Ábaco donde aplastó miles de hogares, derribó la infraestructura energética y de saneamiento y destruyó carreteras. Además, acabó con dos asentamientos donde vivían en su mayoría migrantes haitianos.
Sin embargo, OCHA aclara que las tormentas “débiles” pueden llegar a ser tan dañinas como las más fuertes: El 28 de octubre de 2015, la tormenta tropical Erika pasó bien al norte de Dominica como una tormenta tropical débil con vientos sostenidos de solo 80 Km/h, pero lo que le faltaba en intensidad, lo compensaba con lluvia.
Los aguaceros torrenciales (totales máximos de 32 cm) provocaron inundaciones repentinas y deslizamientos de tierra, dejando 20 muertos y afectando aproximadamente al 40% de la población. Los daños totales causados por Erika ascendieron a 483 millones, o el 90% del PIB del país.
Unos 34 millones de personas en toda la región, especialmente en México y las islas del Caribe, fueron el total de afectados por estos fenómenos naturales en los pasados 20 años.
Terremotos: Chile y Perú han tenido los más fuertes
En el mismo periodo la región ha experimentado 75 terremotos, que han resultado en 226.000 muertes y 339.000 heridos. En total, los fenómenos telúricos han afectado a 14 millones de personas y causado daños de hasta 54.000 millones de dólares.
La región en general es vulnerable a los terremotos, pero América Central y del Sur tienen una mayor exposición comparadas con el Caribe.
América Central y la costa oeste del continente sudamericano están situadas dentro del «Anillo de Fuego», un camino ubicado a lo largo del Océano Pacífico caracterizado por volcanes activos y terremotos frecuentes.
La costa occidental de América del Sur es una de las zonas más sísmicas del mundo: más de una cuarta parte de los terremotos del mundo de magnitud 8,0 o más ocurrieron allí desde el año 2000.
Estudios sismológicos recientes han identificado grandes zonas a lo largo de la costa de Ecuador, Perú y el norte de Chile que podrían producir sismos de gran magnitud en el futuro. Existe la posibilidad de un terremoto de magnitud 9.0 o mayor en esta parte de América del Sur, con la brecha sísmica de Arica en el norte de Chile, identificada como el locus de un terremoto tan intenso.
Los países con mayor riesgo de terremotos son Chile, Ecuador y Guatemala, seguidos por Costa Rica, Nicaragua, y el Salvador.
De mayor a menor los terremotos más fuertes desde el 2000 en la región han sido: Chile en 2010, de 8,8 en la escala de Richter; Perú en 2001, de 8,4; Chile en 2015, de 8,3; Chile en 2014, de 8,3; Perú en 2007, de 8,0; Ecuador en 2016, de 7,8; El Salvador en 2001, de 7,7; y Haití en el 2010, de 7,0.
Solo Haití representó en 2010 el 98% de las muertes, el 89% de los heridos y el 27% de los afectados por terremotos en las últimas dos décadas en todo el Caribe.
El terremoto de Haití de 2010 fue un evento catastrófico agudizado por la extrema vulnerabilidad de población y la falta de preparación y capacidad de respuesta de las autoridades nacionales. A diferencia de Haití, Chile tiene códigos de construcción rigurosos, realiza simulaciones de evacuación periódicas y tiene sistemas para alertar a la población antes de un terremoto.
Es importante destacar que la alta frecuencia de los sismos pequeños y medianos en Chile, que normalmente causan daños limitados, han servido para crear un cultura de preparación para terremotos entre los chilenos de manera cotidiana.
Volcanes: la amenaza latente del “Anillo de Fuego”
Los volcanes activos pueden monitorearse regularmente y su potencial de erupción puede predecirse con precisión. Las erupciones volcánicas generalmente tienen un impacto localizado y pueden conducir a un desplazamiento temporal y a la pérdida de medios de vida, que pueden ser tratados de manera efectiva por las autoridades nacionales.
En algunos casos, sin embargo, las erupciones pueden requerir asistencia internacional si la capacidad de respuesta nacional se ve desbordada, como fue el caso de Ecuador en 2006 y de Guatemala en 2010.
Muchos países de América Central y del Sur están situados a lo largo del «Anillo de Fuego», que se extiende desde México hasta Chile en la región, exponiéndolos a la actividad volcánica. El Caribe también es vulnerable a la actividad volcánica, con volcanes activos en Montserrat, San Vicente y las Granadinas, Guadalupe y Martinica.
También hay un volcán submarino altamente activo, Kick ‘em Jenny, que se encuentra en la cadena de islas Granadinas,solo 8 km al norte de Granada.
Las erupciones volcánicas, aunque mucho menos frecuentes, tienen el potencial de causar un 100% de destrucción y, por extensión, conducen a peajes de muerte significativos en las áreas más gravemente afectadas.
El impacto de una erupción volcánica depende en gran medida del contexto local en el que ocurre. Mientras una erupción en América Central y del Sur podría conducir a una destrucción significativa, desplazamiento temporal y pérdida de vida, un evento similar en el Caribe podría causar consecuencias devastadoras a largo plazo, retrasando años el desarrollo de un país.
El 3 de junio de 2018, el Volcán de Fuego, de 3.763 metros, de Guatemala entró en erupción, matando a más de 200 personas, hiriendo a 27 y dejando a unas 260 personas desaparecidas. La erupción del Volcán de Fuego fue uno de los eventos más devastadores de los últimos años, reforzando la amenaza de actividad volcánica en la región y su potencial de destrucción significativa.
El volcán emitió una corriente de lava caliente de ocho kilómetros y una densa columna de humo negro y cenizas que cubrieron la capital de Guatemala y otras regiones. Las columnas de ceniza y el flujo de lodo del Volcán de Fuego afectaron a 1,7 millones de personas en tres departamentos que rodean el volcán, destruyendo tierras agrícolas y medios de subsistencia. Fue la erupción más grande de ese volcán en 44 años.
Inundaciones y deslizamientos: un peligro recurrente
Las inundaciones son el desastre más común en la región. En los últimos 20 años se han registrado 548 de estos fenómenos, con pérdidas que alcanzan los 1000 millones de dólares. Unos 53 millones de personas fueron afectadas directamente.
Brasil se encuentra entre los principales países del mundo con mayor población expuesta a estas catástrofes, pero Colombia, Panamá, Costa Rica, Venezuela, Perú, Bolivia, Uruguay y Argentina también han sido afectados. En Colombia, más de 10 millones de personas han sufrido este tipo de desastre en los últimos años, la mayor cantidad de población en la región.
Las inundaciones se consideran una de las catástrofes naturales más costosas debido a la gran variedad y al alcance de los daños, desde pérdidas directas a activos físicos y ambientales, incluidos pertenencias y vivienda, sistemas ecológicos y producción en todos los sectores económicos, hasta cuestiones relacionadas con la salud y la pérdida de vidas humanas.
Deslizamientos afectaron a Guatemala y Colombia
Desde 2000, América Latina y el Caribe se ha visto afectada por 66 deslizamientos de tierra que causaron casi 3000 muertes. En los últimos años, el el alud en Guatemala en 2015, que causó 350 muertes, y Colombia en 2017, que causó 349 muertes y afectó a más de 45,000 personas, se destacan como eventos de deslaves de tierra particularmente destructivos en la región
Hay muchos tipos diferentes de deslizamientos de tierra y casi siempre tienen múltiples causas, incluidas las precipitaciones, cambios en el nivel del agua, erosión de la corriente, terremotos y actividad volcánica. La actividad humana también puede ser un factor causal de estos desastres. La construcción de carreteras y estructuras sin una adecuada nivelación de las pendientes es la principal causante humana.
Sequía estacionaria
Si bien es difícil medir con precisión su impacto, según los datos disponibles publicados en el informe de OCHA, la sequía ha contribuido a 45 muertes, ha afectado a más de 53 millones de personas y ha provocado más de 13.000 millones de dólares en daños totales.
“Existe un vínculo claro entre ciertos patrones climáticos y la sequía en la región”, destaca el informe.
El fenómeno de El Niño contribuye a la sequía en América del Sur, incluida la zonas andinas de Ecuador, Perú y Bolivia, así como el noreste de Brasil, y en América Central ocasionó sequías graves que dieron lugar a una crisis prolongada en el Corredor Seco de América Central, específicamente en Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua.
El evento de El Niño 2015-2016 fue uno de los más fuertes del siglo pasado, originando interrupciones graves en los patrones climáticos que provocaron inundaciones y sequías durante diferentes fases. Estas perturbaciones climáticas recurrentes, que generan períodos secos cíclicos y lluvias torrenciales, han tenido graves consecuencias e impacto en la seguridad alimentaria y la producción agrícola, perjudicando los medios de vida, la salud, el agua, el saneamiento y la educación
Entre junio y agosto de 2018, el Corredor Seco de América Central redujo la producción agrícola hasta un 75%. Como resultado, más de 2,2 millones de personas en estos países padecen inseguridad alimentaria y más de 1,4 millones de personas necesitan asistencia.
Incendios forestales
Los incendios forestales ocurren en toda la región, particularmente donde hay sequía y vientos fuertes, fenómenos que se combinan para intensificarlos y propagarlos. La mayoría de las veces, los incendios forestales ocurren lejos de los asentamientos humanos y se consumen sin causar daños importantes a infraestructura crítica o comunidades.
Sin embargo, los incendios forestales tienen el potencial de ser extremadamente destructivos, como se observó en Brasil cuando arrasaron vastas áreas del Amazonas, y en Bolivia, donde quemaron más de 5 millones de hectáreas de tierra en el este.