A pesar de que la pornografía no es un fenómeno nuevo, las nuevas tecnologías han permitido que las personas tengan acceso constante a este tipo de contenido. Los científicos sólo comienzan a entender las consecuencias que esta exposición podría tener en nuestro cerebro.
Desde disfunción sexual hasta depresión, la pornografía podría estar modificando el cableado neuronal del cerebro en las personas que consumen porno de manera recurrente.
Los teléfonos inteligentes, las tabletas y computadores permiten que la pornografía sea observada desde cualquier lugar y a cualquier hora. Esto ha llevado a que incluso se califique este problema como una adicción. Las estadísticas no mienten: el sitio porno gratuito más grande del mundo, Pornhub, recibió más de 33.500 millones de visitas solo durante 2018.
El peligro de un consumo excesivo
Las escenas porno, como toda sustancia adictiva, son hiperestimulantes y conducen a niveles anormalmente altos de secreción de dopamina. Esto puede afectar el sistema de recompensa, por lo que las personas no responden a los estimulantes sexuales normales y lleva a los usuarios a experimentar dificultades para excitarse con un compañero físico.
Asimismo, las explosiones de recompensa y placer ante factores antinaturales y fuertes conducen a altos grados de habituación.
De acuerdo con una investigación del Instituto Max Planck de Berlín, Alemania, un mayor uso de pornografía se relacionaba con un menor estímulo cerebral a las imágenes de sexo convencional, por lo que los usuarios tienden a buscar porno más extremo y poco convencional.
Pornhub ha revelado que el sexo convencional está siendo reemplazado por temas como el incesto y la violencia. El aumento de la violencia sexual en línea podría disparar las tasas de incidencia en la vida real.
Y esto no es todo. Varios estudios demuestran que los cambios en la transmisión de dopamina pueden facilitar la depresión y la ansiedad, de acuerdo con Rachel Anne Barr, estudiante de doctorado en Neurociencia de la Universidad Laval.
Barr explica que los consumidores de pornografía padecen de mayores síntomas depresivos, una menor calidad de vida y peor salud mental en comparación con aquellos que no ven este contenido.
Un cerebro en retroceso
La corteza prefrontal es la región del cerebro que alberga funciones como la fuerza de voluntad y el control de los impulsos. De acuerdo con varios estudios, el consumo excesivo de pornografía está relacionado con la erosión de esta importante área del cerebro.
«Para comprender mejor el papel de esta estructura en el comportamiento, es importante saber que permanece subdesarrollada durante la infancia. Es por eso que los niños luchan para regular sus emociones e impulsos», explicó la científica.
El daño a esta parte de nuestra corteza en la edad adulta es conocido como hipofrontalidad, lo que puede ocasionar que un individuo se comporte de manera compulsiva y tome malas decisiones.
«Es algo paradójico que el entretenimiento para adultos pueda revertir nuestro cableado cerebral a un estado más juvenil. La ironía mayor es que, si bien la pornografía promete satisfacer y proporcionar satisfacción sexual, ofrece justo lo contrario», sostuvo Barr.