Una pregunta con una respuesta que se remonta a los tiempos de Julio César, en el siglo I a.C, pero que sin embargo muchos no sabríamos contestar. Este 2020 durará 366 días, cuestión que se repite cada cuatro años en nuestro calendario. ¿Por qué?
Trescientos sesenta y cinco o 366 días del año, esa es la cuestión. La disyuntiva se instaló hace dos milenios, cuando los romanos se percataron de que el calendario no coincidía con el año solar: en realidad la Tierra tarda 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,10 segundos —no 365 días— en dar la vuelta al Sol, en otras palabras, completar su movimiento de traslación.
Julio César pidió a un astrónomo que corrigiera el desfasaje. El alejandrino Sosígenes tuvo la idea de agregar un día cada cuatro años, siguiendo el calendario egipcio.
El ‘año bisiesto’ es una expresión que —justamente— da cuenta de ello: deriva del latín bis sextus dies ante calendas martii, que en español significa «repítase el sexto día antes del primer día del mes de marzo», y se corresponde al día extra intercalado entre el 23 y el 24 de febrero que agregó César (para los romanos el último mes del año era febrero), y que después el Papa Gregorio Xlll (siglo XVI) decidió colocar a fin de mes (29 de febrero).
El pontífice también modificó algunos otros aspectos del calendario romano. Estipuló que después del jueves 4 de octubre de 1582, sería 15 de octubre, una supresión de 10 días que ayudaba a desaparecer el desfase con el año solar; y para que el desajuste no volviera a producirse, se creó un sistema de excepciones a los años bisiestos:
- los años que sean múltiplos de 100 (excepto si también lo son de 400), no tendrían un día más. Por esta razón no fueron bisiestos el año 1800 ni el 1900, sí el 2000, pero no lo serán los años 2100 ni el 2200.
Este conjunto de reformas dio paso al calendario moderno, que actualmente conocemos como el calendario gregoriano. Desde esta última reforma no ha habido nuevos cambios en el sistema.