A 10 años del terremoto que azotó a Chile y cambió el eje de la Tierra | Fotos

El 27 de febrero de 2010 la zona centro sur de Chile vivió un terremoto de 8.8 grados de magnitud Richter, que duró casi 4 minutos. Fue el octavo más grande registrado en la historia de la humanidad y logró inclinar el eje de la Tierra.

Por *Carolina Trejo – Sputnik

En la madrugada del sábado 27 de febrero de 2010, a las 03:34 horas, se produjo el segundo terremoto más fuerte que se haya registrado el país suramericano. El colosal sismo dejó más de 500 muertos, 800.000 damnificados y una serie de experiencias y lecciones que a 10 años de ocurrido siguen desafiando a las autoridades y ciudadanos de Chile.

«Desperté por los gritos, yo escuché a mi hijo gritar: ‘papá: papá, papá’. Y ahí es cuando desperté, percibí un temblor que era más que temblor, mayor del que a uno le había tocado vivir, y rápidamente pasó a terremoto, fue súper rápido», recuerda Boris Castro, sobreviviente del Edificio Alto Río en la región del Biobío que se desplomó por efecto del terremoto, en conversación con Sputnik.

«Dije este edificio no se está moviendo como me habían enseñado, de hecho, estaba saltando aquí con el terreno, no estaba reaccionando bien, ahí dije este edificio se va a caer…. Y viene el ruido, un estruendo mayor. Sentí como el edificio me cayó encima y quedé inmovilizado entre los escombros, mi esposa quedó aplastada a muy poca distancia mía», agrega con emoción.

El terremoto del 27-F tuvo una magnitud de 8.8 en la escala de Richter con epicentro en la región de Ñuble, a 30 kilómetros de profundidad, y contó con una intensidad máxima de IX en la escala de Mercalli, en la región del Biobío, ambas ubicadas al sur de la capital de Chile, afectando al 80% de la población del país.

Treintaycinco minutos después del sismo le siguió un tsunami, que alcanzó principalmente las localidades costeras de las regiones del Maule y del Biobío como también las de O’Higgins, Valparaíso y especialmente la isla de Juan Fernández, dejando a su paso los mayores daños y víctimas fatales.

© FOTO : LUIS AVEDAÑO/ ARCHIVO BIBLIOTECA NACIONAL DE CHILE
Efectos del tsunami

Este movimiento telúrico liberó una energía de unas 800 mil bombas atómicas como la que Estados Unidos detonó en Hiroshima en 1945, provocando no solo un cambió en la rotación, sino que inclinó en 2.7 milisegundos el eje de la tierra. Es decir que, a partir de esa madrugada de febrero cada día comenzó a ser más corto en nuestro planeta, en exactamente 1.26 microsegundos.

Estas impresionantes cifras y cálculos reflejaron, a escala humana, la fragilidad del sistema de medición sísmica, pero por sobre todo el de la vida humana.

«Entre los escombros que me aplastaban sentí la mano de mi esposa que tocaba mi espalda, ella estaba atrapada, la sentía que estaba viva. Estuvimos como media hablando, orando, dándole gracias a dios por habernos conocido, por el matrimonio nos había regalado. Y en un momento, Yasmina empezó cada vez a hablar menos, le costaba mucho hablar y ahí yo me di cuenta que ella estaba partiendo», relata con serenidad Boris.

Lo que no se puede olvidar y las lecciones de ese 27F

Al cumplirse 10 años del siniestro nadie olvida la serie de errores que se cometieron esa madrugada, porque si bien la máxima autoridad, la entonces presidenta de Chile Michelle Bachelet, decretó estado de catástrofe, también llamó a la calma. Con la información entregada por los organismos encargados de la emergencia, entre ellos la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi) y el SHOA la mandataria descartó la posibilidad de un tsunami.

La realidad lamentablemente dijo otra cosa y a las 04:39 aproximadamente, un fuerte maremoto arrasó varias localidades ya devastadas por el terremoto. El Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico, a diferencia de los organismos encargados de enviar la alarma en Chile, generó pocos minutos tras del terremoto una alerta de tsunami para el océano Pacífico, que se extendió a 53 países ubicados a lo largo de gran parte de su cuenca.

Ese día en Chile no funcionaron correctamente los sistemas de prevención, de alerta temprana, ni las comunicaciones. La tecnología, eje central de estos soportes, colapsó o se dañó producto del sismo.

Hubo falta de operatividad de los principales organismos de alerta y emergencia chilenos debido a un conjunto de imprecisiones y fallas, que fueron desde la falta de personal, hasta la caída de la conexión a internet a nivel nacional. Errores de los que hoy los encargados de dichas entidades afirman haber aprendido y mejorado.

© FOTO : GENTILEZA ONEMI
Oficina del Centro de Alerta Temprana de la Onemi

«Ha cambiado sustancialmente el sistema porque el 27/F fue un punto de inflexión en nuestro país» señala a Sputnik Ricardo Toro, Director Nacional de la Onemi.

«En ese entonces ya existía el sistema de nacional de maremotos, formado por Onemi, el Servicio Sismológico Nacional (SSN) y el SHOA (Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada) como los tres organismos que contenían un protocolo, el cual se ha mejorado, se ha actualizado y se ha incorporado todas las lecciones aprendidas tanto nacionales como internacionales», puntualiza.

Con respecto a Onemi, según Toro, hoy existe una diferencia con respecto al 2010, debido a que hubo un mejoramiento tanto de su capital humano como de su infraestructura.

«Se incrementó de 168 funcionarios a 410 y se crearon las direcciones regionales en las 16 regiones, con 15 a 16 funcionarios que trabajan 24/7 con su centro de alerta temprana lo que marca una diferencia sustancial», afirma.

© FOTO : GENTILEZA ONEMI
Pantalla con información en tiempo real en el Centro de Alerta Temprana de la Onemi

Respecto a la infraestructura el director sostiene que el troncal de comunicaciones hoy está asegurado para que siempre este habilitado por distintos sistemas de comunicación. «Está incorporando incluso el sistema satelital que, si se llega a quebrar o romper una fibra óptica o cortar las telecomunicaciones tradicionales, se va a satélite para continuar esa comunicación. Cosa que permite mantener el enlace entre los centros de alerta temprana, a nivel central, y la acción de los comités de operación de emergencia regionales «.

Monitoreo 24/7 los 365 días al año

Mario Pardo, director subrogante del Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile, recuerda que ese 27 de febrero estaba de vacaciones en la zona centro de Chile. «Estaba en Quintero casi a orilla del mar, pero a 25 metros de altura, o sea sin correr riesgo. Y sí se sintió fuerte y toda mi vida he trabajado en sismología, hice dos estimaciones, Coquimbo (en el centro norte), podría ser una de las zonas o el sur de Chile. Y tratar de comunicarme con el servicio sismológico en ese momento, al día siguiente ver hasta dónde había llegado el mar, hacer medidas básicas», recuerda.

© FOTO : GENTILEZA CSN
Mario Pardo, director subrogante del Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile

Para el 27 de febrero de 2010 existía el Servicio Sismológico Nacional (SSN), que operaba como un laboratorio de geofísica destinado fundamentalmente para la investigación académica y la docencia. Contaba con solo 14 funcionarios que trabajaban en horario de oficina de lunes a viernes, y por ser dependiente de la Universidad de Chile en ese febrero del 2010 se encontraban mayoritariamente de vacaciones.

La experiencia vivida esa fatídica madrugada generó cambios sustanciales en este organismo de estudio y medición.

«En diciembre del 2012 se firma entre la Universidad de Chile y Onemi un convenio de transferencia de fondos para cooperar y mantener una red sismológica nacional y eso da origen a que en marzo del 2013 empiece a operar el Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile (CSN)», detalla Pardo.

Y agrega, «actualmente contamos con 52 personas trabajando, con un sistema de observación y análisis de información continua, eso significa que toda la semana, 24 horas al día en turnos de 12 horas están trabajando 4 días, 4 días descansan. Los datos son en registro continuo».

© FOTO : CRISTIAN PRADO/ GENTILEZA CSN
Estación sismológica del Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile

Otro cambio sustancial de este organismo fue la presencia y modernización de estaciones sísmicas, pasando de 70 a 500 en la actualidad, las cuales son energéticamente autónomas. «Tenemos más de 500 instrumentos entre aceleración, velocidad, y desplazamiento, los acelerógrafos, sismógrafos y GPS o GNSS, que nos permiten ver el campo de movimiento asociado a vibraciones en todo el país», señala Pardo.

© FOTO : GENTILEZA CSN
Estación sismológica del Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile

Asimismo el director subrogante señala que otra misión del actual CSN es responder en tiempo real frente a la posibilidad de que un terremoto pueda ocurrir en Chile, «eso significa en la práctica el tener protocolos de actuación conjunta con la Onemi y con el SHOA en el sentido que si ocurre un terremoto importante en el país, ya sea por ser percibido por la población o que tenga una magnitud en este momento de 3.7 o superior, el protocolo indica que en cinco minutos tenemos que emitirles un informe preliminar indicando dónde ocurrió el sismo, o sea su localización y el tamaño del sismo, su magnitud. Y en no más de 20 minutos, emitir un informe final, sobre su localización y el tamaño correspondiente, adicional una serie», explica Pardo

Respecto al Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA) según explica la Onemi este servicio ha potenciado su red de mareógrafos y boyas DART instalados a lo largo del todo el país, los que están conectadas en tiempo real con su centro de operaciones, ubicado en la ciudad de Valparaíso. Asimismo, el SHOA ha reducido de 20 a 5 minutos aproximadamente el «poder determinar si un sismo es capaz de generar un tren de ondas que causase afectación en la costa, tiempo valioso frente a una evacuación».

La prevención de la población 

© FOTO : GENTILEZA ONEMI
Ricardo Toro, director de la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi)

Para Ricardo Toro dentro de las recomendaciones realizadas por un organismo internacional que asesoró a la Onemi, fue que no solo se debía tener un sistema servicio dedicado a la respuesta, sino a la prevención, «por eso nosotros hemos desarrollado programas como «Chile preparado» con simulacros de once millones de personas que se les enseña a que si están en zona de tsunami, por dónde evacuar, dónde alcanzar y qué esperar de los servicios que tenga la comunidad, pero principalmente enseñarles el autocuidado».

Bien sabe de esto Mónica Molina Rabanal, presidenta de la Fundación Alto Río, quien sobrevivió al colapso de edificio al que la fundación debe su nombre y que hoy se focaliza en la educación de su comunidad.

«Estaba en el edificio en mi departamento esa noche, me desperté con el movimiento telúrico y estuve toda la noche esperando que me rescataran del edificio y cuando salí me sorprendió mucho ver que éramos la única estructura que había colapsado, que había caído”, recuerda en conversación con Sputnik.

«Fue una experiencia muy fuerte, muy intensa, yo estaba segura que iba a morir. Finalmente, eso no sucedió y desde entonces empecé a hacer algunas reflexiones que estaban asociadas de por qué calló, que era un edificio nuevo, antisísmico, por lo menos así los vendieron los dueños, la inmobiliaria», agrega.

© FOTO : GENTILEZA FUNDACIÓN ALTO RÍO
Otra vista del edificio Alto Río, afectado por el terremoto

«La experiencia de dolor, de sufrimiento, de pérdida, de impotencia, de rabia, de desconcierto frente a un sistema que no lograba responder de manera eficiente ante al desastre es lo que nos motivó a crear Fundación Alto Río, precisamente para promover en la región del BioBío una cultura de gestión del riesgo de desastre. Así que esta experiencia es el insumo fundamental de Fundación Alto Río», concluye.

Lograr sobrevivir

Boris Castro, sobreviviente del terremoto en el edificio Alto Río

© SPUTNIK / CAROLINA TREJO
Boris Castro, sobreviviente del terremoto en el edificio Alto Río
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«Pensaba que iba a morir, estaba enterrado, pensaba que no iban a bajar a rescatarme, porque había cero posibilidad. Habían pasado más de 12 horas, percibía que mi cuerpo se estaba muriendo, porque de repente como que me bajaba la respiración, y todo me costaba», recuerda con particular detalle Boris.

«Y de repente me venían unos chispazos, unos golpes muy fuertes, era la adrenalina me dijeron después. Y yo adentro que no me podía mover nada, igual me sentía como con fuerza, podía volver a respirar, dentro de lo dificultoso que era hacerlo. Y yo decía ¿qué me pasa?, no percibía que físicamente me estaba muriendo… Pero quería vivir», confiesa.

Pasaron 19 horas hasta que finalmente Boris fue rescatado con vida al igual que su hijo Alonso, no así su esposa Yasmina, quien fue una de las 8 víctimas fatales del edificio Alto Río, y de las 525 de ese aciago 27 de febrero de 2010.


*Licenciada en Historia y Comunicación Social y Periodismo. Ha sido periodista de investigación y realizadora en televisión durante los últimos 20 años. Comenzó en 1997 en el programa de reportajes con más antigüedad de la televisión pública chilena, Informe Especial y luego se incorporó al área de reportajes de Canal 13, donde ejerció de directora, editora y guionista en diferentes proyectos documentales. Ha recibido premios del Consejo Nacional de Televisión de Chile, fue finalista del Premio Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo en 2014. Actualmente es académica de la Escuela de Periodismo de La Universidad de Chile y la Universidad de Santiago.