El pueblo chileno demoró 30 años en reclamar una nueva Constitución por la herencia cultural de la dictadura cívico-militar (1973-1990), dijeron dos analistas.
Por Lucía Barrías – Sputnik
«La gente demoró 30 años en manifestarse por herencia de la dictadura; ha habido hasta un cambio generacional, quien inició estos movimientos fue la gente joven; las personas que vienen de los gobiernos anteriores tenían cierto miedo o respeto a la manifestación masiva por miedo a la represión», dijo el economista Alejandro Rubinstein, director de Latamwealth y exejecutivo de Wall Street en Nueva York.
Chile celebrará este 11 de marzo 30 años de democracia ininterrumpida.
Luego de tres décadas, el país se encuentra con masivas movilizaciones desde octubre del año pasado que cuestionan una serie de problemas, entre ellos la persistencia de la Constitución impuesta en 1980 por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Rubinstein consideró que en todo ese tiempo el pueblo no había salido a las calles porque aún imperaba la cultura de la dictadura.
«Son los jóvenes los que dijeron ahora no tenemos nada que perder, que ya no venían contaminados con esa mentalidad; esto es un tema cultural, realmente en Argentina es normal que la gente se manifieste frente a la Casa Rosada, pero acá en general no sucede (…) Lo que pasó en Chile es que pasamos de nada a todo», reflexionó.
Por su parte, el sociólogo, analista y director del centro de estudios Chile 21, Axel Callis, dijo a Sputnik que las críticas a la Constitución y las grandes movilizaciones fueron como una «olla a presión que se fue acumulando durante mucho tiempo».
«Se juntó tanta gente que ya no tenía nada que perder ante un modelo neoliberal tan salvaje, que salieron a la calle; esto fue la gota que rebasó el vaso, el gatillante último fue la idea de que las pensiones en Chile conducían a la pobreza; cuando se juntó con el malestar presente y el futuro, la gente perdió el miedo a lo que sucedió en la dictadura (…) dijo «llevo una vida espantosa y me espera una vejez peor», cuando la gente pierde el miedo, aparece la esperanza», agregó.
Las protestas comenzaron el 18 de octubre de 2019 con una seguidilla de manifestaciones ciudadanas contra el sistema económico, el precio de los servicios básicos, la Constitución y la gestión del presidente Sebastián Piñera.
Si bien entre enero y febrero la violencia de las protestas ha disminuido, las autoridades temen que los disturbios recrudezcan en marzo, debido a que ya se han anunciado en redes sociales nuevas manifestaciones.
Piñera afirmó que no descarta volver a declarar el estado de emergencia en Chile y sacar a los militares a las calles ante la posibilidad de que las protestas se intensifiquen.
¿Por qué ahora?
Ambos especialistas afirmaron que la disconformidad por las pensiones y la Constitución ya habían sido manifestadas en 2013 en las marchas estudiantiles; pero señalaron que nunca se habían generalizado a toda la ciudadanía como en los últimos meses.
Rubinstein dijo que en estos últimos tiempos las protestas se universalizaron porque el establishment político permaneció alejado del pueblo más que nunca.
«Se hicieron pequeñas leyes parche, que son como ponerle alguna gotita de pegamento; ahora la clase política sintió la presión y no tuvo otra alternativa que ceder», agregó.
A pesar de que hubo gobiernos de partidos de centroizquierda y de izquierda, que hicieron algunas reformas constitucionales, la base del texto constitucional se mantuvo, según Rubinstein.
«¿Por qué no se hizo más? Porque lo que falló fue el sistema político completo, se alejó mucho de la gente, no solo en el tema constitucional, sino en salarios, salud, pensiones; no hubo beneficios para el resto de la población, sobre todo la parte desprotegida», expresó.
Constitución
Callis afirmó que durante estos 30 años el pueblo nunca asoció la Constitución a la desigualdad.
«Cuando le preguntaban su lista de necesidades más urgentes, hablaban de la delincuencia, la salud, las pensiones; la Constitución estaba dentro de los últimos lugares», dijo.
Pero, añadió, «con el estallido social se visibilizó que la piedra de toque para todas las transformaciones que tuvieran que ver con atacar la desigualdad estaban contenidas en la Constitución; la carta magna se transformó en algo que todo el mundo consensuó que era lo fundamental si queríamos tener transformaciones culturales permanentes».
La Constitución, en su opinión, expone a la ciudadanía a varios abusos.
«El abuso en la Constitución está en la relación de los seres humanos con los servicios; la posibilidad que tiene una persona de revelarse ante monopolios que son controlados por privados es nula (…) también está el abuso por parte del Estado con respecto a la salud; cuando no tienes acceso a especialistas y a operarte, el Estado opera como un abusador y al final terminas muriendo», agregó.
Estos abusos están consagrados en los roles que asigna la Constitución a los actores privados en la provisión de servicios y manejo de recursos naturales, y que en otros países están en manos del Estado, como la educación, la salud y el agua.
En abril de este año se realizará un plebiscito para que los chilenos decidan si quieren o no cambiar la actual Constitución y el método a través del cual quieren hacerlo.
La Constitución de Chile fue adoptada en 1980 y aprobada en un plebiscito el mismo año cuando no existían registros electorales y sin establecer ninguna garantía para la fiscalización de su transparencia, a raíz de lo cual ha sido constantemente criticada debido a su falta de legitimidad.