Por Marco Enríquez-Ominami | Socialismo para ricos

Seamos justos, Mauricio Macri no hizo un proyecto neoliberal. Macri endeudó a la Argentina para enriquecer a una casta. A su casta. Macri hizo lo que Martin Luther King llamaba “socialismo para ricos”: Usar al Estado para enriquecer, de nuevo y aún más, a las pocas familias de siempre. Esa es la verdadera globalización en política: el socialismo para ricos.

Por *Marco Enríquez-Ominami

Porque no es cosa, nada más, del Estado argentino o del estadounidense. El Estado Chileno, por ejemplo, también ha hecho socialismo para ricos ininterrumpidamente durante medio siglo. Aprobando leyes para concesionar el mar a siete familias, privatizando las empresas del Estado para esas mismas familias, luego entregándoles el negocio del agua, de la educación, y de la salud a esas mismas y a otro puñado más de familias. Pero cuando alguien propone que el Estado trabaje para los chilenos y chilenas, eso si que no, porque eso es populismo. Que trabajen. Gente floja que quiere todo gratis.

Mauricio Macri endeudó con el Fondo Monetario Internacional (FMI) a la Argentina como nunca antes en su historia, y al hacerlo prometió a los argentinos y argentinas que terminarían enamorados de Christine Lagarde, la directora del FMI por ese entonces. Porque claro, tomar deuda y enamorarse de la prestamista es responsable cuando de lo que se trata es de financiar una timba para que los amigos de ese presidente fuguen esos dólares prestados y se enriquezcan aún más. Pero cuando un político o política quiere tomar deuda para saciar el hambre de los niños o niñas de su país, o para impulsar su industria, o para frenar una epidemia, eso no pues, porque eso es demagogia. Bueno, esa demagogia es, precisamente, la que propongo para Chile. Tomar deuda responsablemente y subir los impuestos a las grandes fortunas. Chile hoy tiene una ventaja fruto de esa injusticia: arcas ordenadas y bajo endeudamiento, porque al mismo tiempo que hizo socialismo para ricos, dejó a sus ciudadanos y ciudadanas arrojadas al individualismo salvaje, y ellas debieron hacerse cargo solas, de los que en sociedades decentes es deber del Estado: salud, educación y pensiones.

Hoy, hay que invertir el sentido de esa ecuación, y hacer que el Estado trabaje para todos y todas. No queda otro camino para salir de esto. Lo hemos propuesto desde hace años, y hoy ese rugido se escucha con toda su fuerza. Hoy los chilenos y chilenas se cansaron de pedir por favor. Ahora quieren decir: es nuestro derecho. Las mujeres son nuestro mejor ejemplo. Cuando dejaron de pedir por favor y dijeron: es nuestro derecho, hicieron cambiar el mundo. Ahora, el pueblo, los y las trabajadoras, exigen su turno. La gente en Chile está haciendo que las cosas cambien, a pesar de los políticosy sus acuerdos, y a contra pelo de todo: de su establishment, del poder financiero, de la industria farmacéutica, de la industria de la educación, de los bancos y de sus medios de comunicación.

Martin Luther King podría haber dicho,“ok”; Simón Bolívar podría haber dicho, “permiso”; Rita Segato -la antropóloga feminista que inspiró el himno “el violador eres tú”-podría haber dicho,“por favor”. Pero gracias a que dijeron:es posible, fue que cambiaron el mundo. La historia recordará el 2019 como el año en que una revolución sin liderazgos cambio un país. Y habrá pasado en Chile. Lo que en Argentina fue Alberto Fernández, en México López Obrador, y en Estados Unidos-esperemos, aunque se ve cada vez menos probable-Bernie Sanders, en Chile habrá sido, simplemente, el pueblo. Infatigable. Incorregible. Inexpugnable. Incomprensible. Podríamos pensar que esta pandemia que vivimos será el cambio, pero las cosas nunca cambian desde afuera. El cambio real solo puede venir desde el corazón de las sociedades y sus culturas. Y ese cambio, porque es cambio, será siempre, primero, político.

La justicia no puede ser solo para algunos, porque el dicho es sabio: ley pareja no es dura. Por tanto, si el Estado quiere actuar con justicia, no puede hacer reglas a favor de unos y olvidarse del resto. Un Estado justo debe hacer reglas para el bienestar y cuidado de todos y todas. Esa es su función y no otra. En primer lugar, debe hacer reglas para el cuidado de niños y niñas, de la gente mayor. Luego,debe hacer reglas para cobrar impuestos diferenciadamente, porque serán esos impuestos los que harán justicia. Por eso Chile insiste en redactar una nueva Constitución. Para construir el mismo Estado, pero ahora, con reglas decentes. Ese es el camino que debe recorrer Chile. El de la decencia. Una Nueva Constitución con representación ciudadana, deuda para ser invertida socialmente, sobre todo y urgentemente en salud, que es una de las grandes obscenidades sociales de Chile, y subir los impuestos a los ultra-ricos, para impulsar el bienestar y la reindustrialización.  Vale decir, un Estado para todos y todas. Que no es populismo ni una locura: Es Dinamarca.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

*Miembro del Grupo de Puebla. Director de tv y cine. Ex candidato presidencial en Chile.