Por Alejandro Marcó del Pont | La economía de Macondo

El presidente Fernández de Argentina actuó como actuaron, en apariencia, la mayoría de los mandatarios mundiales. Como cuando la desmemoria invadió Macondo en Cien años de soledad y José Arcadio Buendía trató de ser específico y colgó un letrero “‘Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche’”. Las medidas son de manual, detallan tareas y le ponen nombre a cada olvido.

Por *Alejandro Marcó del Pont

En principio hay un común acuerdo mundial en torno a que el ataque al coronavirus debe tener como meta la reducción o el aplanamiento de la curva de contagio. Bajo qué mecanismo se llegue a este propósito es cuestión de cada país, el mundo no está actuando como una especie en peligro. Argentina, por su parte, optó por la cuarentena. Este plan generó dos objetivos equivalentes de corto plazo, uno sanitario y otro económico, simples y detallados como las medidas de Macondo.

El primero objetivo, quizás el más sencillo de imaginar y el más complejo de implementar, es el sanitario. Apunta a minimizar los costos de la pandemia en la sociedad, Para tal fin, el sistema público de salud del país debe contar con todos los recursos presupuestarios a su disposición (Decisión administrativa 443/2020), que incluyen aumentos de partidas para hospitales, vacunaciones, laboratorios, compra de reactivos y respiradores, etc. Y, de igual modo, unos $ 6.000 millones para incrementar las transferencias a las provincias, correspondientes al Fondo de Aportes del Tesoro Nacional, financiado con recursos remanentes del ejercicio 2019.

En el mismo sentido, se encuentra el objetivo económico, de hecho transita de manera análoga al objetivo sanitario. El segundo objetivo es mantener los ingresos de la población, en correspondencia con el primero, y actúa de manera paralela. Lo que se intenta no es un paquete de estímulos económicos, sino mantener los ingresos de las personas que no pueden deambular y, por lo tanto, reducen la demanda, y al no trabajar, resienten la oferta. Más allá de ellos, se mantienen los ingresos y se incrementan los jubilaciones, las pensiones, las contribuciones por invalidez, AUH, subsidios extraordinarios, y aumentos, entre otros.

Deben quedar claras entonces las dos medidas iniciales: 1) medidas sanitarias, 1-a) medidas económicas para atenuar el aislamiento sanitario. Los objetivos perseguidos también son evidentes: tratar de minimizar el costo social de la pandemia en pos del beneficio general.  Aquí es donde se comprende la diferencia de medidas por diferentes gobiernos, no solo por la disparidad social existente entre ricos y pobres, sino porque, en algunos casos, la defensa del capital se antepuso, como permanentemente sucede, a lo colectivo.

Nosotros pensábamos que tendríamos que comenzar a edificar escenarios diferentes para responder a distintos comportamientos y reacciones sociales, y su transferencia a lo económico. La recesión, que irrefutablemente se presentará en la segunda parte del año, nos forzaba a imaginar salidas. Pero, repentinamente, nos llaman al orden sobre algunos puntos de la primera parte que se está implementando, que uno creía alejados del debate actual. Como hemos dicho, el neoliberalismo nunca está perdido.

Estados Unidos, Brasil, Gran Bretaña en un principio bregaron por ayudar al capital en forma descarada, desplegaron sus exiguas habilidades para justificar el normal funcionamiento de la economía. Boris Johnson esperaba que en Gran Bretaña siguieran practicando la tesis de la ‘selección natural’, es decir, dejar que el virus haga su trabajo, que la gente lograra inmunizarse de manera natural por contagio, y que quien tenga que morir, muera. Bolsonaro quedará marginado del comentario dada su inimputabilidad y Donald Trump, que está permanentemente en campaña, no sólo adhirió al normal funcionamiento de la economía, sino que cuando detectó la caída de imagen se transformó.

El presidente americano reconoció cuál era el lado correcto del relato, intuyendo que las recesiones se cobran la cabeza de los presidentes y las guerras no, se autoproclamó  el líder épico de la guerra contra la pandemia. Aunque no modificó las bases del sistema de salud, ni dio protección a 90 millones de olvidados sanitarios americanos que le pasarán factura, siguió brindando incentivos económicos. “Soy un presidente en tiempo de guerra”, “Esto es una guerra, con un enemigo invisible”. A grado tal ha mutado que invocó la ley de Producción de Defensa, una norma que se remonta a la guerra de Corea, para obligar a General Motors (GM) a fabricar respiradores para asistir a los pacientes con Covid-19.

En Argentina, con la misma lógica que sigue el gobierno brasileño, comenzaron a aparecer las presiones para ponerle fecha de caducidad a la hoja de ruta fijada por la cuarenta. La economía tiene que comenzar a funcionar, dicen los desacertados gurús de siempre, y los hacen a través de informes “reservados” o “confidenciales” a los que invariablemente tiene acceso el gran diario argentino. Básicamente, los pedidos son poner en funcionamiento la economía, y generar un plan creíble que, entre otras cosas, determine presupuestariamente las cargas de la deuda y las propuestas para su negociación.

Cuando aún no se han disipado los obstáculos y las consecuencias de la primera parte ya descrita de la pandemia, se la quiere acelerar por tener conocimiento del escenario que sobrevendrá en la segunda parte del año. Es decir, se preocupan por los U$S 20.000 millones que podría perder la economía, pero no por los U$S 100.000 millones que se perdieron en el mandato de su protegido Macri. Veamos un poco más de cerca esta desmemoria.

Primero, se teme por el caos social que podría producirse por la falta de alimentos en los hogares más desprotegidos, discurso algo atemporal, idéntico relato podría haberse realizado con el gobierno anterior, sin posibilidades de asistencia, por supuesto, pero extrañamente no sucedió. En ese momento se podía deambular por el conurbano y solo se podía conseguir desprecio o despidos laborales. Pero las verdaderas intenciones se dirigen a que se trate de manera simultánea una propuesta de deuda y un paquete global de medidas económicas para evitar un shock extremadamente negativo, Clarin dixit.

Este gobierno ya realizó medidas e implementó varios paquetes de emergencia para disipar, no la cuarentena, sino las consecuencias económicas de las medidas del gobierno anterior, apoyadas, festejadas e impulsadas por los que quieren poner fin a la cuarentena. Recesión y default sería una mezcla letal, declaran los integrantes del Oráculo de Delfos, pero no puedo hallar diferencia con la actualidad.

¿No estamos en default? Los mercados desde el macrismo ni nos miran, no hay ayuda externa. Quedamos a las puertas de una recesión con el gobierno anterior, el PBI cayó -5% en los últimos dos años, cerraron 20.000 pymes, sin coronavirus, se fugaron 100.0000 millones de dólares con una inflación del 55%, hasta ahora se preocupan. ¿Qué propuesta se podría realizar ante la incertidumbre y el desconocimiento del crecimiento de la economía mundial y del comercio? Daría la sensación que el establishment adhiere al correctivo eterno, que el pueblo acepte el castigo de Sísifo: empujando cuesta arriba por una montaña una enorme piedra que, antes de llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo, repitiéndose una y otra vez el frustrante y absurdo proceso, la recesión sin fin.

¿Con cuantos dólares de superávit podríamos contar para acordar una masa crítica de fondos que permita tener las divisas necesarias para afrontar qué nivel de vencimientos? En febrero cayeron nuestras exportaciones con todos los que tenemos superávit, y con quienes tenemos déficit, más: EE. UU. (-5%), China (-35.6%), Brasil (-7.9%), Chile (-8.7%), etc. ¿Realmente creen que en un mundo en recesión, antiglobalizador, con caída del comercio, baja en el valor de los commodities y sin tener aún ningún dato válido del impacto de la pandemia en una economía en crisis, nuestra salida sería pulverizar las importaciones?

Todos los que pretendemos saber algo de estos temas interpretamos que lo viene será mucho peor de lo que hemos visto, solo se intuye que a una economía golpeada le sigue una paralización, y ambos sucesos no pueden más que dar lugar a consecuencias desgraciadas. Nadie tiene conocimiento cierto del mañana, pero sí se puede tener una idea del balance de pérdidas, y en base a él realizar escenarios para minimizarlas. Cualquier propuesta que se quiera hacer sobre la deuda por parte de los economistas, es una propuesta de los acreedores, ellos son los únicos que tiene algún conocimiento del nivel de pérdida.

El poder local y financiero quiere saber, o tener una clara idea, sobre qué espaldas caerá el peso, los costos de la deuda y la pandemia. Ellos ya ganaron tanto que el pueblo no tiene capacidad de solidarizarse con la ayuda. Tendrá que caer sobre ellos, junto con una nueva política de Estado, uno activo y regulador. ¿La deuda?, no hay deuda, los muertos no pagan.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

*Lic. en Economía y Magíster en Relaciones Internacionales (Universidad Nacional de La Plata). Analista de economía. Columnista y comentarista en varios periódicos, radios y televisiones internacionales. Director del medio de comunicación digital El Tábano Economista.