Nuevamente la salud mental de la población está en crisis. Cuando nos estábamos adaptando a la incertidumbre y a un nuevo escenario sociopolítico a causa de los cambios sociales que estamos viviendo, aparece un nuevo estresor que es el coronavirus. Para saber de qué manera esta nueva crisis nos afecta y cómo podemos abordar las diversas sensaciones que nos provoca, conversamos con el psiquiatra y académico del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Oriente de la Universidad de Chile.
Los chilenos hemos vivido complejas situaciones en los últimos meses. Desde octubre de 2019 hemos vivenciado lo ocurrido con el estallido social a nivel país, lo que ha generado incertidumbre con respecto al futuro sociopolítico de la nación y dificultades en la adaptación de los aspectos cotidianos como transporte, trabajo y sustentabilidad, entre otros. En este contexto, las emociones de angustia, euforia, miedo, rabia e inseguridad se han evidenciado en cada rincón de la sociedad y también en las consultas de los especialistas de la salud mental.
Frente a esta nueva situación que estamos experimentando a nivel global y local, el Dr. Rodrigo Gillibrand, psiquiatra y académico del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Oriente de la Universidad de Chile, señala que “no sólo nuestra biología y especie se enfrenta a un nuevo agente de enfermedad, nuestro aparato psíquico también debe procesar algo desconocido, algo nuevo». En este escenario, prosigue, «son innumerables las emociones y sensaciones que pueden surgir ante este tipo de situaciones. Perdemos el control del cuidado de nosotros mismos, nuestra cotidianeidad, de nuestra manera de saludarnos, de relacionarnos, de trabajar, de transportarnos. La libertad de desplazarse, de tomar vacaciones, de viajar, de ir a conciertos, de lleva a nuestros hijos al colegio, de planificar los fines de semana, etc. Todo se transforma, no sabemos hasta cuándo y no depende de nosotros”.
¿De qué manera reaccionamos los seres humanos ante períodos de crisis como la que estamos viviendo?
Ante esta crisis se ve amenazada la integridad personal, la salud o la propia vida y la de nuestros cercanos, la estabilidad, las rutinas y el absolutismo cotidiano. La disponibilidad de contención, protección y de ayuda, influye significativamente en la vivencia que las personas tengan de esta amenaza. En este caso, se ha dicho que el sistema de salud podría colapsar, poniéndose en riesgo con esto la disponibilidad de ese organismo que debe velar por la recuperación de nuestra salud. Esto aumenta la angustia y el miedo. Perdemos el control del cuidado de nuestra salud y bienestar y, el organismo que está para ayudarnos en esto, no sabemos certeramente si estará disponible.
¿Cómo podemos disminuir el impacto de este nuevo estresor?
El cuidado de la salud mental en este tiempo de crisis no debe quedar a un lado. Es sabido que uno de los principales factores protectores de la salud mental y del adecuado procesamiento de las situaciones traumáticas o estresantes es el apoyo psicosocial percibido. ¿Cómo hacerlo si debemos estar aislados socialmente? Pareciera que cuando pensamos que miles de millones de personas en el mundo están en la misma situación por un fin común, podemos percibir que no estamos solos, y que paradójicamente estamos más juntos que nunca, pero de forma distinta.
¿Qué pasa con la salud mental de los profesionales que están trabajando en esta emergencia sanitaria?
Si diferenciamos los niveles de exposición para racionalizar recursos y no sobrepasar la ya precaria cobertura de profesionales de salud mental en la población general, vemos que los más afectados son quienes integran el personal de salud que atiende a los enfermos y que ven sobre exigidos y ocasionalmente colapsados.
Preocupación constante han sido los profesionales sanitarios que trabajan directamente con los enfermos, que se ven expuestos a sobrecarga laboral cuali y cuantitativa, dilemas éticos, impotencia ante la pérdida de control de propagación de la enfermedad, ante la muerte de pacientes, ante la utilización de tratamientos en vías de validación, a la posibilidad franca de resultar contagiados (por los pacientes o por sus compañeros), la doble presencia, etc.
¿Cómo pueden proteger su salud mental los trabajadores sanitarios?
Existen dos factores protectores de la salud mental en este grupo: el apoyo social percibido por pares con una de las mayores iniciativas de confluencia destinada a superar juntos la pandemia, con aperturas de información de conocimiento médico, compartir experiencias con otros, etc. Es decir, la medicina científica bajó las barreras entre los países y está más abierta que nunca gracias a las tecnologías de la comunicación.
El otro factor protector es la conciencia del clave rol desarrollado, con el fervor que significa la lucha contra esta pandemia y salvar vidas. Este último factor también puede ser clave en la aparición de tensión psíquica que produce la frustración, por lo que es recomendable maximizar las medidas de resguardo de la salud mental y el descanso.
¿Desde el punto de vista emocional, cómo viven esta situación las personas que están contagiadas?
Los contagiados viven el estrés de enfrentar una enfermedad potencialmente grave, con fenómenos autoscópicos de búsqueda de síntomas, sentimientos de culpa y aislamiento. Miedo a desarrollar síntomas severos y requerir tratamiento intensivo. Emocionalmente se traduce también en agobio psíquico, insomnio, ansiedad, depresión. Eventualmente estos síntomas psicológicos posteriormente podrían cronificarse, desarrollando cuadros compatibles con estrés postraumático que amerita tratamiento especializado.
En otro ámbito, frente a la avalancha de información a la que estamos expuestos diariamente, ¿cómo podemos lidiar adecuadamente con esto?
Uno de los fenómenos que más ansiedad produce en el ser humano es la incertidumbre, por eso aparece ese fervor por tener información. Sin embargo, al poco andar nos damos cuenta de que esta misma información, cuando es masiva, genera tanta o más ansiedad. En este sentido es recomendable el “camino del medio”, es decir, buscar el propio punto intermedio no polarizado en el continuo información-desinformación que nos permita simplemente estar lo menos incómodos posible. Esa fórmula es personal, por eso, es difícil seguir las recomendaciones en este tipo de situaciones y sólo hay que tomarlas como un lineamiento.
Otro tema que ha surgido en el contexto de aislamiento que estamos viviendo es la convivencia al interior de los hogares y cómo compatibilizar el trabajo con las labores domésticas
Las recomendaciones relacionadas con la convivencia 24/7 con los niños también son una receta que se debe tomar como simples lineamientos. Los plazos de las cuarentenas dan tiempo para acomodarse, para desarrollar nuevas herramientas, congeniar la vida familiar en casa con la vida laboral en el mismo espacio.
Es importante ser pacientes con los hijos, recordemos que los niños de edad escolar también extrañan jugar con sus compañeros y aprender en el colegio. Los adolescentes echan de menos estar con sus pares, para poder estar, aunque sea un rato, lejos de sus padres.
¿Qué mensaje se podría transmitir a quienes estamos viviendo esta experiencia de aislamiento social?
Decir que las crisis son autolimitadas, los brotes epidemiológicos también cederán. Wuhan levantará su cuarentena el 8 de abril, casi 4 meses después de la aparición del primer caso. Entonces, aceptar radicalmente que las cosas están siendo así y hay que “surfear la ola” de la mejor forma posible hasta que pase la crisis. Este confinamiento voluntario (u obligatorio) es el movimiento humano más grande de empatía que ha existido, algo que ningún otro fenómeno había logrado.