A medida que aumenta el número de estudios sobre el coronavirus, también aumenta el conocimiento sobre los efectos nocivos que este puede tener para los que lo contraigan.
Así, los médicos de distintas partes del mundo informan que la fiebre, la tos y falta de aliento no son los únicos síntomas que pueden experimentar los pacientes con COVID-19. Ahora, a estas condiciones se une la desorientación, cuya seriedad llega hasta tal punto que los pacientes no entienden dónde se encuentran o en qué año están.
En algunos casos esta confusión se asociaba a la falta de oxígeno que experimentaban los pacientes, pero la gravedad de algunos de ellos no corresponde al daño sufrido por los pulmones y la consecuente hipoxia. De hecho, varios estudios ya relataron sobre estos efectos.
Por ejemplo, el estudio publicado en la revista de la Asociación Médica Estadounidense la semana pasada indica que el 36% de los 214 pacientes chinos que fueron observados por los investigadores presentaron estas señales de daño neurológico como la pérdida de olfato, neuralgias, convulsiones y accidentes cerebrovasculares.
Otro estudio, presentado en la revista médica New England Journal of Medicine destaca el caso de los médicos franceses que estudiaron a 58 pacientes afectados por COVID-19. Según el artículo, la mitad de ellos estaban desorientados o agitados y unos escaneos cerebrales indicaron posibles inflamaciones.
¿Cómo el virus puede afectar al cerebro?
El hecho de que un virus pueda afectar directamente al cerebro no es algo nuevo, puesto que unos efectos similares ya se observaron en pacientes con VIH. Según explica el neurólogo de la Mayo Clinic en Minnesota, Michel Toledano, eso puede ocurrir de dos maneras.
La primera se da cuando ocurre la llamada tormenta de citosinas: una respuesta inmunitaria anormal que provoca una inflamación del cerebro —encefalitis autoinmune—.
La segunda ocurre cuando el virus logra penetrar la barrera hematoencefálica —cuya misión es proteger al encéfalo— y llega a afectar al cerebro directamente, lo cual se conoce como encefalitis viral.
Sin embargo, a día de hoy se desconoce exactamente cuál de los dos mecanismos son los responsables por el impacto del coronavirus sobre el cerebro. Para determinarlo es necesario extraer el líquido cerebroespinal de los enfermos con síntomas neurológicos, pero ello acarrea nuevas dificultades y retos.
Por lo cual, la comunidad científica parece coincidir en que hacen falta más estudios y datos sobre los efectos de COVID-19 sobre el encéfalo. Pero una cosa queda clara: dichos efectos tienen lugar más a menudo de lo que uno podría creer.
Así, según Rohan Arora, neurólogo del hospital Long Island Forest Hills, aproximadamente el 40% de los que se recuperaron del coronavirus padecen de problemas neurológicos. Por el momento, no se sabe cuán duraderos serán estos efectos, puesto que los medicamentos administrados a los pacientes en reanimación también causan confusión.