Por Patricia Lee Wynne | Desglobalización en marcha: ¿China podrá salvar al mundo otra vez?

Después de casi medio siglo de expansión ininterrumpida del comercio mundial, los viajes y la interconexión, la pandemia de coronavirus asesta un durísimo golpe a la globalización. Pero a diferencia de la crisis de 2008-2009, China no estará en condiciones de salvar al mundo por segunda vez en lo que va del siglo.

La crisis económica, política, social y sanitaria mundial que estamos viviendo es la más grave en casi un siglo, y para algunos analistas superará la Gran Depresión de 1929. Martin Wolf, editor del Financial Times de Londres, dijo que es «el colapso de la pax americana», que «se está rompiendo el orden del sistema mundial de la posguerra», y que es un «colapso sin precedentes de la economía mundial».

Según los pronósticos más optimistas del FMI, en 2020 la economía va a caer tres veces más que en la crisis de 2008-2009, un 3%, como mínimo. Esto significaría tanto como la producción de un año del Reino Unido. Para el Banco de Desarrollo de Asia la economía podría perder dos o tres veces más, entre un 6,4 y un 9,7% del producto bruto global. Algo así como toda la producción de Francia y el Reino Unido.

  • La economía de los países europeos caerá alrededor del 7,4%, según previsiones de la Comisión Europea, como toda la producción de España en un año.
  • La caída de EEUU fue casi 5% el primer trimestre y puede llegar hasta un 40% en el segundo.
  • América Latina caerá este año más del 5%, la mayor desaceleración desde 1960, según la ONU, el equivalente a la producción de Perú en un año.
  • China, que creció 6% en 2019, se contrajo 6,8% el primer trimestre y se calcula que su crecimiento anual será, con suerte, del 1%.

Como todas las crisis agudas, el mecanismo para salir de ella es una fenomenal destrucción de riqueza:

  • El indicador más claro es la caída del precio del petróleo, que se hundió por debajo de 0, es decir, menos que mantenerlo en un depósito, porque ya hay tal sobreproducción que no hay dónde guardarlo.
  • La Organización Mundial del Turismo (OMT) calcula que el turismo internacional podría caer hasta un 60-80% en el año. Esto implicó, por ahora ahora, 67 millones menos de turistas internacionales hasta marzo es decir, 80.000 millones de dólares menos.
  • Según la IATA, las empresas de aviación podrían perder 314.000 millones de dólares, algo así como toda la producción anual de Chile, llevando a una quiebra masiva, la desaparición de miles de empresas y la concentración en unas pocas.
  • Se fabricaron casi 2,5 millones de vehículos menos en estos meses en la Unión Europea. Solo en abril, las exportaciones de automotores de México cayeron 90%.
  • En Brasil, la venta diaria cayó 80% entre finales de marzo y abril.
  • El comercio mundial puede caer hasta un tercio este año según la Organización Mundial de Comercio (OMC).
  • Millones de pequeños negocios y empresas no volverán a abrir sus puertas.

El modelo se agotó

El sistema económico mundial está, desde hace más de medio siglo, en una crisis crónica de la que no logra recuperarse, que lleva a crisis agudas periódicas, la una más grave que la otra.

El mundo salió —a medias— de la crisis de 2008-2009, la más profunda desde 1929,  gracias a la infusión masiva de créditos y subsidios estatales a los bancos y a la masiva inyección de dólares y euros para sostener el consumo. Pero lo fundamental fue el crecimiento de China, que se convirtió en la locomotora del planeta y se hizo cargo del 40% del crecimiento mundial en esta última década.

Frente a la actual crisis, muchos se preguntan si China volverá a salvar al mundo tras la rápida recuperación después de contener el virus.

Pero ese modelo se agotó. Por primera vez desde 1970, la economía china decreció este primer trimestre y lo mejor que se puede esperar para el año es un crecimiento del 1 o el 2%.

Esto implicará que su clase media consumirá menos, que el país exportará menos porque caerá el comercio mundial, y por lo tanto el país comprará menos hierro, soja, carne, cobre, litio. Esto golpeará de lleno a Latinoamérica, en especial a los países que tienen a China como su principal cliente comercial, como Brasil, Perú o Chile.

Además del comercio, América Latina recibió 160.000 millones de dólares de inversiones chinas entre 2005 y 2018 y préstamos por 140.000 millones de dólares, en la etapa más dura de la anterior crisis mundial, pero estas inversiones y créditos, que ya venían bajando, ahora se verán seriamente afectados.

La desglobalización

La pandemia aceleró las tendencias proteccionistas, la caída de las inversiones extranjeras directas y del comercio mundial, transformando al mundo para siempre.

Hace pocos días Donald Trump criticó el acuerdo comercial firmado con China en enero para frenar la guerra comercial entre los dos países y amenazó con suspender su relación con China: «Vamos a traer la manufactura de vuelta», advirtió.

«La era de exportar trabajos de EEUU se ha terminado», escribió el Secretario de Comercio de EEUU, Robert Lighthizer en The New York Times. «Todos los días hablo con empresarios que reconocen que subestimaron el riesgo de llevar al exterior sus producción o depender de la producción de partes esenciales en algunos países muy lejanos».

«Las empresas podían evitar los estándares laborales y ambientales de EEUU llevando su producción al exterior y gozando de un acceso libre de impuestos a nuestro mercado. Los salarios bajos les dieron ganancias altas, pero para EEUU el efecto fue traumático: EEUU perdió cinco millones de empleos manufactureros», agrega en su comentario, y concluye: «Traigamos los empleos a EEUU otra vez».

La pandemia acelerará esta tendencia. La Organización Mundial de Comercio estima que el comercio mundial caerá entre 10 y 30% y las inversiones extranjeras se reducirán en todo el mundo. Según The Economist, las inversiones chinas en EEUU fueron este primer trimestre un 60% menos que hace dos años y Washington ordenó al principal fondo de pensiones de EEUU no comprar más acciones chinas.

¿Hacia un capitalismo más humano?

Está de moda hablar de que, como resultado de la pandemia, puede resurgir un «capitalismo más humano», pero eso no va a suceder. Por el contrario, millones de empresas quebrarán, cientos de millones de personas quedarán sin empleo, los salarios caerán, aumentará la concentración monopólica, la miseria y la desigualdad. Esto ya está sucediendo:

  • Según la OIT, la mitad de la fuerza laboral del mundo verá destruido su modo de vida, es decir, 1.600 millones de personas. De 3.300 millones de trabajadores, 2.000 millones son informales.
  • Solo en EEUU, al 8 de mayo, más de 20 millones de trabajadores perdieron sus empleos en abril, llevando la tasa de desempleo al 14.7%, 33.5 millones de desempleados en dos meses. A comienzos de año el desempleo era de  3.5%.
  • Algunas categorías de trabajadores sufrirán más que otros, en primer lugar los trabajadores de la salud. A fines de abril los trabajadores de la salud eran el 20% de los contagios en España, 10% en Italia, 14% en Argentina, y los sindicatos estiman que son muchos más.
  • En Europa, la OMS denunció que la mitad de los casos fatales son mayores que murieron en las residencias para adultos.
  • En el Reino Unido, la tasa de muertes entre los negros es de 56 cada 100.000 habitantes y entre los blancos es 33 cada 100.000.
  • En Nueva York, un tercio de los infectados son latinos y los negros mueren el doble que los blancos, situación que se reproduce en los demás estados. Según el Centro de Control de Enfermedades de EEUU, la mayor cantidad de víctimas entre los negros se explica porque la tasa de diabetes es 66% más alta en los negros, la hipertensión es 49% más, la expectativa de vida es 3.5 años menor.
  • La cuarentena es un privilegio para los que tienen un trabajo asalariado y pueden cobrar mensualmente. En EEUU los que ganan más de 70.000 dólares al año pueden hacer el 70% de su trabajo en casa. Los que ganan menos de 40.000 solo el 40%.
  • A medida que la crisis se traslada de lleno a América Latina, las poblaciones de Guayaquil, el Amazonas, de los barrios pobres de Bogotá, las villas miseria de Argentina y las favelas de Brasil, tienen tasas de contagios y de muertes alarmantes en relación con los barrios ricos y de clase media.

La respuesta de los gobiernos agrava la carga para los más pobres. Los planes de salvataje son en su mayoría para salvar los bancos, las compañías de aviación y grandes empresas.

Obligados por el temor a un estallido social, algunos gobiernos han repartido dinero o pagan un porcentaje de los salarios. Pero en lugar de garantizar el 100% de los ingresos, están utilizando la crisis para provocar una brutal caída de las remuneraciones.

En Perú y Chile, los gobiernos autorizaron suspensiones laborales hasta por tres meses sin pago de salarios. En Brasil se autorizó a empresas a suspender trabajadores sin pago. En Argentina el Gobierno prohibió los despidos por tres meses, y garantiza hasta un 50% del salario de las pequeñas empresas, pero los trabajadores solo cobrarán 75% de sus sueldos.

Esto, sin hablar de los cientos de millones en el empleo informal que no recibirán nada, de los que perderán sus casas, sus autos, sus ahorros y su nivel de vida.

¿Vendrá un mundo mejor?

Para nada. El mundo que veremos será muy distinto. Los viajes internacionales se reducirán al mínimo, las conferencias se harán por Zoom, las enormes oficinas se vaciarán por el trabajo a distancia, los aeropuertos quedarán vacíos como símbolos de una globalización que ya fue.

Los países buscarán relocalizar la producción de los bienes más indispensables en sus propias fronteras o cerca de ellas y se irá a un mayor proteccionismo, que favorecerá a regiones integradas, las más ricas, pero que desfavorecerá al resto del mundo.

Esta vez, nadie vendrá para salvarnos. Como dijo el expresidente uruguayo Pepe Mujica, el mundo «va a cambiar para peor porque estos fenómenos críticos por un lado crean pobreza y, por otro, tienden a concentrar la riqueza». Ese es el mundo salvaje, y para nada humano, que nos espera.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Por Patricia Lee Wynne  – Jefa de redacción Sputnik