A 60 años del terremoto más fuerte en la historia de la humanidad

Era domingo. El 22 de mayo de 1960, al sur de Chile, la ciudad de Valdivia fue sacudida. Un terremoto de 9,5 grados en la escala Richter, el más potente registrado instrumentalmente en la historia de la humanidad, cambió para siempre la morfología de la costa chilena y la ciencia sísmica del mundo.

En la tarde de aquel domingo, más precisamente a las 15h11 (-3 GMT), Valdivia tembló sin igual. Diez minutos duró el terremoto, que fue acompañado, instantes después, por un tsunami que arrasó con la costa sur chilena y golpeó varios puntos de la costa Pacífica. Se calcula que la energía liberada por el megasismo fue 200.000 veces más potente que la bomba lanzada sobre Hiroshima en 1945 en la Segunda Guerra Mundial. Aquel domingo marcó un antes y un después para la ciencia y para quienes lo vivieron.

«Estaba en la casa sola con mi hermana y mi papá, y fue un ruido muy feroz, fuerte, un ruido subterráneo, un ruido muy feo y empezó a temblar, a temblar, ahí pasó un poquito y de repente viene el más ‘cototudo’ (fuertísimo). El primero que pasó duró como algo de tres minutos y después de los tres minutos vino el más grande, ese sí duró harto, más de cinco minutos, más de seis», recuerda la sobreviviente Gladys Bustamante Martínez, 71 años, en conversación con Sputnik.

Esa jornada dominical Valdivia había amanecido con sol y sin lluvia, algo poco habitual en la localidad para esa época del año. El día anterior los habitantes de la ciudad costera habían sentido leves temblores, esto porque en Concepción otra ciudad cercana, había sufrido un sismo importante, por tanto, muchos daban por hecho que lo que ocurría en la zona solo eran réplicas. Nadie imaginó lo que iba a suceder.»Habíamos terminado de almorzar y de pronto comenzó todo. Lo que no puedo olvidar fue el ruido, era un ruido sordo que venía de debajo de la tierra, y todo comenzó a moverse y se batía de lado a lado, con una crujidera infernal, y no paraba nunca, y a penas te podías mantener de pie», relata a Sputnik Roberto Díaz, 78 años, antiguo residente de Valdivia

«Era una desesperación muy grande porque nosotras cabras chicas (niñas) no sabíamos qué es lo que era y mi papá dijo: ‘salgan chicas, salgan’. Yo me quedé en el umbral de la puerta de la casa, de la cocina. Ahí me afirmé y vi el pozo que saltaba el agua arriba más de cinco metros para arriba, y el pozo se juntaba, se abría y se cerraba «, detalla Gladys.

«Se cayeron casas, se abrió una tierra, los animales gritaban, gritaban, los perros aullaban, los árboles se partían a la mitad. Era muy atroz», agrega.

La fuerte experiencia que experimentaron Roberto y Gladys fue el resultado del choque tectónico entre la placa de Nazca y las placas Sudamericana y de Chiloé (microplaca), debido a que Chile se ubicada en el llamado Cinturón del Pacífico, zona de alta sismicidad, donde además se produce el proceso de subducción de la primera placa bajo ambas placas continentales. Proceso de permanente tensión que acumula energía la que se manifiesta en grandes movimientos telúricos como fue el caso de Valdivia.

«Cuando se mide las distancias en un punto determinado de la placa de Nazca y la placa Sudamericana, se ve que esa distancia no cambia con el tiempo (debiera disminuir). Pasan los años y esa distancia no cambia a no ser que haya un terremoto de por medio, y cuando ocurre ese terremoto, esos metros que se han acumulado durante los últimos 100 años se juntan en un solo envión. Eso es lo que corresponde más o menos a un terremoto magnitud 8», explica a Sputnik Sergio Barrientos, director del Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile.

«En el caso de terremoto de 1960, el desplazamiento máximo de la placa de Nazca, bajo la placa Sudamericana, se acumuló en cientos de años, en 500, 600 años», añade. 

Tiembla la tierra, tiembla el mar

«No pasó mucho tiempo cuando comenzó la voz de alarma que se venía el mar. Recuerdo que fueron olas gigantescas, nosotros arrancamos hacia las partes altas», señala Roberto.

Una hora y diez minutos después del catastrófico terremoto, se produce un devastador tsunami que afectó el litoral chileno entre Concepción y Chiloé. A las 16h20, una ola de ocho metros de altura azotó esas costas a una velocidad de 150 kilómetros por hora. Diez minutos después, el mar volvió a retroceder y formó una nueva ola, esta vez de 10 metros. Arrasó con lo poco que quedaba en pie e inundó más de 800 kilómetros de costa, además de modificar la geografía del lugar y afectar otros países costeros del Pacífico.

«Más de 130 personas fallecieron en Japón, casi 80 personas fallecieron en Hawái y en Filipinas otros tantos, de manera que el tsunami, que este terremoto afectó no solamente las costas de Chile. Son un montón de localidades ubicadas entre la costa, entre yo diría la península de Arauco y la península de Taitao, que es la región que más sufrió los tremendos cambios topográficos que generó este tsunami», puntualiza Barrientos.

Tras el terremoto y el tsunami de aquel 22 de mayo, hubo una seguidilla de réplicas. Incluso después de transcurrido un año ocurrieron 56 réplicas con magnitudes entre 5.6 y 7.5.

«Venían temblorcitos cada un minuto, cada dos minutos, cada tres minutos, venían así, réplica, réplica, réplica. La gente más se alborotaba, ahí viene otro, viene otro y nada, estuvo temblando más de dos años con las réplicas. Fue muy grande, por eso yo le tengo miedo», confiesa Gladys. 

El impacto del terremoto en la ciencia

De acuerdo con Barrientos, el terremoto más grande registrado en la historia instrumental (a partir de 1850) provocó el desarrollo y la ampliación de las herramientas para medir este tipo de estos eventos telúricos. Entre 1962 y 1964 «se instalaron más de 100 estaciones que eran estandarizadas y recién ahí se pudieron tener registros de los terremotos que ocurrían en todo el mundo».

Además, producto del enorme tsunami que afectó toda la cuenca del pacífico, «se dio origen al Pacific Tsunami Warning Center». La sismología avanzó muchísimo con el sistema estandarizado de observación. «Posteriormente se fue incrementando el número de estaciones, y en el caso de Chile se ha incrementado especialmente después del terremoto del 2010«, resalta el sismólogo.

Se ha instalado una red que cumple la función de determinar rápidamente las características de los terremotos en los primeros minutos de haber ocurrido, «y con eso entregarle la información a las autoridades y también al Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada porque ellos son los encargados de determinar si estos terremotos son tsunami génicos, es decir tienen el potencial de producir tsunami», aclara Barrientos.

Se trata de una información valiosa si se considera que el terremoto y posterior tsunami de 1960 causaron la muerte de más de 2.190 personas y produjeron cerca de 2 millones de damnificados en Chile, además de cambiar el mapa geográfico de Chile, al alterar los causes de los ríos y hundir grandes porciones de tierra. Durante este terremoto la costa del sur de Chile experimentó desplazamientos verticales que en algunos sectores estuvieron caracterizados por hundimientos de hasta 2,7 metros mientras que en otros sectores por alzamientos de hasta 5,7 metros.

Un cambio que no olvida Germán Osses, de 78 años, asistente social que, en enero de 1960 realizó su gira de dos semanas a la ciudad de Valdivia a través del Liceo Fiscal del Puerto de San Antonio, en la costa central chilena. «Fue un largo viaje en tren, nos alojamos en una residencial que estaba frente al río Calle Calle», rememora en diálogo con Sputnik.

Germán se acuerda que estaba en San Antonio y que incluso ahí se sintió el terremoto de Valdivia, por la radio se enteró que el epicentro había sido en esa ciudad y que estaba completamente destruida además por el maremoto que le sucedió. «Las imágenes en los diarios y revistas de la época eran dantescas, pensábamos qué habría sucedido con las personas que habíamos conocido», cuenta.

«Fue impresionante ver en directo un barco mercante dentro del río. Ese terremoto también destruyó parte de nuestros sueños e imágenes de juventud», lamenta el asistente social.


Por Carolina Trejo – Licenciada en Historia y Comunicación Social y Periodismo. Ha sido periodista de investigación y realizadora en televisión durante los últimos 20 años. Comenzó en 1997 en el programa de reportajes con más antigüedad de la televisión pública chilena, Informe Especial y luego se incorporó al área de reportajes de Canal 13, donde ejerció de directora, editora y guionista en diferentes proyectos documentales. Ha recibido premios del Consejo Nacional de Televisión de Chile, fue finalista del Premio Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo en 2014. Actualmente es académica de la Escuela de Periodismo de La Universidad de Chile y la Universidad de Santiago.