Por María Luisa Ramos Urzagaste | ¿Será Latinoamérica parte del menú?

Las etapas que atraviesan las regiones y países en relación a la pandemia son distintas. Mientras unos inician su recuperación, en otros la catástrofe recién empieza y cobra fuerza.

Lo claro es que las soluciones a la crisis no llegarán automáticamente. ¿Qué hacen nuestros países para salir de ella?

La crisis por la pandemia llegó a Latinoamérica y el Caribe con varias semanas de diferencia respecto de Asia y Europa, pero la gran mayoría de los gobiernos de la región no pudo o no supo prepararse, a pesar de que era inminente su llegada.

Es un hecho ya que América Latina es el nuevo epicentro mundial del coronavirus, mientras que en otras regiones del mundo empiezan a levantar restricciones internas, unos con más cautela que otros. Pero el fin es el mismo, iniciar la recuperación lo antes posible.

Nada será igual que antes. Habrá muchos cambios, no solo porque la amenaza del virus seguirá latente, sino también porque distintas fuerzas políticas, financieras y comerciales en el mundo intentarán sacar provecho de la nueva realidad y ganar terreno.

Según los pronósticos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) en el mundo verá afectado el comercio mundial en el segundo cuatrimestre del año, con una disminución estimada cuatrimestral del 26,9%.

Según las estimaciones de la OMC, «la recuperación prevista en 2021 es igualmente incierta, ya que los resultados dependerán en gran medida de la duración del brote y de la eficacia de las respuestas en materia política».

Como ejemplo en México, el valor de las exportaciones de mercancías se derrumbó en casi 41% a tasa anual, su peor caída en 34 años, según el informe del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.

Pero al otro extremo del mundo, el gigante asiático, China, anunció que las grandes plantas industriales lograron reiniciar la producción al 99% a la luz de la mejora de la situación epidemiológica y que «la cuota media del regreso de personas a sus puestos de trabajo alcanzó el 95,4%».

¿Qué hacen los demás? 

Europa ya se prepara para la pospandemia. Según algunos líderes, Europa necesita un nuevo Plan Marshall para recuperar y garantizar el bienestar de sus ciudadanos y estas semanas discutir ese plan de recuperación.

En este corto pero intenso y cruento periodo de pandemia no se vislumbraron actitudes solidarias al interior de la propia UE. Incluso hubo incautaciones de dudosa legalidad entre ellos. Entonces, parece vano esperar que haya mayor cooperación o altruismo.

Por su parte, EEUU ha establecido un fondo de dos billones de dólares para dar respuesta interna a la emergencia, y China hizo saber que destinará en el transcurso de dos años 2.000 millones de dólares para los países afectados y para estimular la cooperación internacional contra el COVID-19.

Las barreras al comercio se recrudecerán

Un breve repaso de las acciones de los países hace prever que los nuevos planes para enfrentar la etapa posterior al COVID-19 implicarán un recrudecimiento de los obstáculos al comercio.

Hasta hoy, los Estados han tendido mayoritariamente a cerrar sus fronteras y han incrementado las restricciones al comercio. En suma, el proteccionismo se renueva y al parecer eso no cambiará en el futuro próximo.

¿Frente a esto qué harán nuestros países? ¿Esperar a que otros nos impongan las reglas del comercio y las formas de recibir cooperación? ¿Quién garantizará la seguridad alimentaria de los ciudadanos?

El estancamiento del comercio internacional conlleva la desmovilización de los factores de la economía, es decir, menor demanda de mano de obra, insumos y productos. Esa es una parte del panorama al que debemos hacer frente.

Todos los países en el mundo están preocupados por la recuperación de sus mercados internos y con seguridad eso dará lugar a políticas de sustitución de importaciones para crear oferta nacional.

A eso hay que agregar que los países importadores harán uso de mecanismos de proteccionismo sanitario y fitosanitario frente a materias primas agroalimentarias y alimentos derivados, elevando así barreras paraarancelarias que pondrán en riesgo amplios sectores productivos.

Dicho esto, es previsible que la amenaza persistente del COVID-19 empuje a realizar cambios en los estándares del comercio, volviéndolos más estrictos y complicados, lo que afectará a los exportadores latinoamericanos de Europa, Asia y EEUU.

Absolutamente todos los sectores se han visto afectados por la pandemia, pero el sector de la producción de alimentos amerita un abordaje especial. Si es que no se toman medidas inmediatas de reactivación puede ser devastador para cualquier país.

Se debe garantizar la seguridad alimentaria reforzando la producción de alimentos de origen campesino.

La región latinoamericana y caribeña no es precisamente pionera en aquellos sectores ganadores, producto de la pandemia. Concretamente, el sector de teleservicios, manejo del flujo de datos, empresas farmacéuticas, investigación en salud, laboratorios, fábricas de insumos de bioprotección, etc. Por eso mismo debe vigorizar sus fortalezas e impulsar aquellos en los que cojea.

Defender la economía real

La tarea de los gobiernos es colosal. Recuperar el empleo no será fácil. El problema es que el tejido productivo incipiente y mayormente informal se ha visto afectado profundamente.

De esta crisis no podremos salir ilesos solos. Debe haber cooperación y coordinación. Restablecer y mejorar el comercio intrarregional es vital. Las alianzas subregionales deben jugar un rol mayor.

En nuestra región hay importantes iniciativas. Una de ellas es el movimiento para lograr la condonación de la deuda externa. Es un buen comienzo, pero eso no basta.

Por otro lado ¿quiénes tienen hoy la capacidad de estar cerca de sus gobiernos y lograr que se adopten medidas a su favor?

Seguro ahora mismo, alrededor de cada administración gubernamental hay un puñado de empresarios soplando al oído de los gobernantes. Ese no es el caso de la masa trabajadora, invisibilizada por las estadísticas, que hoy tiene hambre y es reprimida en las calles porque sale a buscar el pan diario. Esto hace prever que la lucha por sus derechos es aún más difícil.

Una mayor concentración del poder en pocas manos conllevará que el empobrecimiento se profundice y la recuperación pueda llevar décadas. Mientras tanto los gobiernos se siguen endeudando y sus reservas se vacían.

La lucha por sostener la economía real (formal e informal) es vital, pues se trata de defender los medios de vida de la gente, no solo sostener las estadísticas.

Respuestas regionales necesarias

No hay escapatoria, la gente ya no podrá migrar a buscar trabajo en otros continentes y subsidiar esas economías con su trabajo y además sostener economías de sus países con remesas.

Difícil se vislumbra un pronto acuerdo global en la ONU contra el empobrecimiento que nos trae el coronavirus y la ineptitud de algunos gobiernos. La respuesta regional debe cobrar fuerza, las alianzas con otras regiones en similar desventaja también pueden jugar un papel importante.

La OMC, el FMI, el Banco Mundial y la propia OMS están contaminadas por un alto lobby de las transnacionales. Por eso se debe acudir a esas instancias unidos, en bloques. De otro modo seremos más periferia de lo que ya somos. ¿O dejaremos que el G7 sea quien tome las riendas del gobierno mundial?

Se dice que estamos en un punto de inflexión para algo nuevo, que esta es una crisis del sistema. Cierto, pero el injusto sistema de explotación y división internacional del trabajo no desaparecerá automáticamente. Todavía tiene mucha fuerza para reinventarse y ser aún más cruel.

Sería iluso y equivocado pensar que las fuerzas del mercado puedan lograr soluciones favorables a los países. Es más, las empresas privadas, incluso las grandes transnacionales y el sector financiero en particular, están ya beneficiándose de los Estados con una serie de medidas para evitar sus bancarrotas.

Ahora todos recurren al papá Estado y al gobierno en particular como administrador para beneficiarse de subsidios, perdones, exenciones, etc. Mientras que, por otro lado, el gobierno le concede algunas migajas al resto de la población en forma de algunos bonos o subsidios.

Difícil saber cómo se va a recomponer el mundo luego de la pandemia. La certeza es que el que no está sentado a la mesa no lo está porque es parte del menú.


Por María Luisa Ramos Urzagaste – Ostentó el cargo de vicecanciller de Bolivia (2017). También ejerció como embajadora de Bolivia en España (2016-2017), embajadora en Rusia (2009-2015) y viceministra de Relaciones Económicas de Bolivia (2006-2007).