El asesinato de George Floyd por policías de Minneapolis provocó masivas movilizaciones en Estados Unidos y Europa en repudio a la violencia institucional y el racismo.
El racismo hacia la población afro, pueblos indígenas y migrantes no es una cuestión solo de Estados Unidos o Europa. Existe un racismo estructural en América Latina que está naturalizado, que deriva en formas de violencia cotidiana hacia miembros de esas comunidades.
Racismo oculto
Casi ningún sector social ni grupo político en América Latina se autodefine como racista ni defiende la existencia de una raza superior o propugna abiertamente la violencia racial, señala la investigación Estudios sobre el racismo en América Latina, de María Dolores París Pombo, del Departamento de Relaciones Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana de México.
En Estados Unidos y Europa, en cambio, han surgido múltiples organizaciones fundamentalistas que se proponen metas como la «limpieza étnica», el «exterminio de razas inferiores», la «expulsión o eliminación de extranjeros perniciosos».
En nuestra región, por el contrario, «el racismo se expresa generalmente de manera más difusa», sentencia París Pombo.
Población
En América Latina y el Caribe hay entre 33 y 40 millones de indígenas divididos en unos 400 grupos étnicos, según el estudio de la CEPAL Discriminación étnico-racial y xenofobia en América Latina y el Caribe, de Martín Hopenhayn y Álvaro Bello.
Cada uno tiene su idioma, su organización social, su cosmovisión, su sistema económico y modelo de producción adaptado a su ecosistema.
Cinco países agrupan casi el 90% de la población indígena regional: Perú (27%), México (26%), Guatemala (15%), Bolivia (12%) y Ecuador (8%).
La población negra y mestiza afrolatina y afrocaribeña en la región alcanza unos 150 millones de personas, lo que significa alrededor de un 30% de la población, y se ubican especialmente en Brasil (50%), Colombia (20%) y Venezuela (10%).
Hopenhayn y Bello indican que «tras siglos de exclusión y dominación, a principios del nuevo milenio los pueblos indígenas, afrolatinos y afrocaribeños presentan los peores indicadores económicos y sociales y tienen escaso reconocimiento cultural y acceso a instancias decisorias».
Apuntan, además, que la discriminación étnica y racial también está en la base de los sentimientos xenofóbicos en los países de la región.
Pobreza
Uno de cada cuatro latinoamericanos se identifica como afrodescendiente. Una amplia mayoría vive en Brasil y el resto está distribuido de manera heterogénea en los demás países.
Según el Banco Mundial, esta población tiene 2,5 más probabilidades de vivir en la pobreza crónica que los blancos o mestizos.
Sus hijos, por tanto, nacen con oportunidades desiguales y tienen menor acceso a servicios y espacios de calidad, lo que limita su desarrollo y predetermina su futuro.
A pesar de estas brechas, durante la mayor parte del siglo XX la asociación entre raza y pobreza fue ignorada. Los afrodescendientes continúan siendo la minoría excluida más grande de la región. Constituyen alrededor de un cuarto de la población de América Latina, pero están sobrerrepresentados entre los pobres en todos los países.
En Brasil, con la población afrodescendiente más grande fuera de África, aún tienen dos veces más probabilidades de ser pobres que los blancos. En Uruguay, uno de los países más igualitarios de la región, los afrouruguayos tienen tres veces más probabilidades de ser pobres.
En Brasil, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Uruguay combinados, representan el 38% de la población total, pero constituyen alrededor de la mitad de las personas que viven en pobreza extrema.
Discriminación
El informe del Banco Mundial señala que además de tener mayores tasas de pobreza, los afrodescendientes tienen menos años de escolarización, más desempleo, son víctimas del crimen y la violencia social e institucional con mayor frecuencia.
Otro factor de discriminación es que están poco representados en cargos de toma de decisiones, tanto públicos como privados.
«Afrontar las causas de la discriminación estructural es fundamental para combatir la injusticia y crear oportunidades para todos. Eliminar las condiciones que limitan la inclusión plena de los afrodescendientes promoverá una sociedad latinoamericana más justa, próspera e igualitaria», asegura Jorge Familiar, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.
Los afrodescendientes comparten una larga historia de desplazamiento y exclusión. Hasta hace un par de décadas no se los incluía de forma regular en las estadísticas de la mayoría de los países, por lo que buena parte de sus situaciones y necesidades se desconocían o eran ignoradas.
Sin embargo, tras décadas de invisibilidad, han obtenido un reconocimiento y una voz cada vez mayores, gracias al trabajo persistente de sus líderes y organizaciones representativas.
Esta labor se ha traducido en la creciente adopción de reformas etnorraciales en numerosos países, así como su inclusión progresiva en los registros nacionales y debates de política pública.
Este reconocimiento creciente representa una ruptura transcendental con el pasado, que tuvo su origen en uno de los capítulos más oscuros de la historia latinoamericana: la esclavitud y su trágico legado de exclusión social.
Política
La aparición de una clase política afrodescendiente y el crecimiento de sus organizaciones han empujado a varios países a incorporar cambios constitucionales respecto a la discriminación, derechos de propiedad y el reconocimiento étnico-racial de su población.
También se han puesto en marcha campañas y leyes en contra de la discriminación.
Sin embargo, la exclusión continúa siendo un problema. El Banco Mundial asegura que se deben mejorar las oportunidades y el acceso a mercados y servicios de esta población, respetando su visión y aspiraciones.
Urbanos
La distribución geográfica dentro de los países es notablemente similar a la del resto de la población. Esto significa que son predominantemente urbanos, en casi un 82%, una tasa ligeramente superior al promedio regional del 80%. Así, en países altamente urbanizados como Argentina, Uruguay y Venezuela, muestran niveles comparablemente elevados de urbanización.
En las ciudades, están relegados a los barrios pobres. Si bien la mayoría vive en áreas con condiciones macroeconómicas privilegiadas, como Caracas, Lima, Montevideo o Río de Janeiro, no se benefician de estas condiciones.
De hecho, son relegados a áreas con acceso limitado a servicios y empleos, y están expuestos a niveles mayores de contaminación, crimen, violencia y desastres naturales.
Ideología
El racismo como ideología debe vincularse con una perspectiva histórica en el contexto de una sociedad de clases y articulado con otros conceptos como género.
La investigadora Emma Delfina Chirix García propone, en el documento de la CEPAL «Estudio sobre racismo, discriminación y brechas de desigualdad en Guatemala. Una mirada conceptual», identificar la ideología racista a partir de una serie de elementos:
- Se refiera a la práctica de la discriminación racial en cualquier sociedad y grupo social, sin circunscribir el análisis al color de la piel o a la jerarquización social.
- Tiene que ver con patrones que generen prácticas de desigualdad y a estrategias destinadas a excluir a un grupo social cualquiera. Esta exclusión puede estar en función de elementos biológicos y culturales.
- Pueda manifestarse como estereotipos y mitos que se construyen y se reelaboran para legitimar la diferencia y que sirven para dar una interpretación del mundo a un grupo determinado. En otros términos, que el racismo proporciona una estrategia política para la acción a diferentes grupos y clases sociales.
- Proporcionando diferentes mecanismos de exclusión según la coyuntura política y las necesidades de los grupos dominantes.
- Se articula ideológicamente con otros discursos de la desigualdad y potencia su discurso de exclusión a otros sectores de la población.
Chivos expiatorios
Para Lisa Wong, de la OIT, no sorprenden las informaciones acerca del aumento de la discriminación racial en el ámbito laboral tras la recesión económica mundial.
«Las minorías étnicas se enfrentan a la discriminación en el mercado de trabajo y a un acceso limitado a la educación y atención sanitaria, incluso cuando la economía va bien», señala, para agregar que «en tiempos de crisis, esos problemas se agravan».
Wong indica también que los paquetes de austeridad que adoptan los gobiernos por los niveles de deuda pueden agravar las penurias de las minorías, especialmente cuando afectan a los programas de asistencia social e integración.
Las minorías étnicas, como la de los trabajadores migrantes, devienen más vulnerables al considerarles chivos expiatorios en períodos de recesión, y constituyen objetos fáciles de la retórica racista de los políticos extremistas lo cual, lógicamente, retroalimenta una mayor discriminación.
«La situación que afrontan las personas de origen africano es motivo de especial preocupación en todo el mundo», sentencia Wong.
Mercado laboral
Uno de los mejores indicadores alternativos de la discriminación en el ámbito laboral es la tasa de desempleo.
Los datos de empleo muestran que las minorías raciales sufren especialmente las consecuencias de la recesión económica. En Estados Unidos, las cifras del Departamento de Trabajo ponen de relieve la existencia de diferencias en los resultados relativos a los afroamericanos en comparación con los de la población blanca y, de hecho, los de otras minorías.
En concreto, la tasa de desempleo de los afroamericanos se mantiene en cifras que casi duplican las de la población blanca de los Estados Unidos, y la brecha se ha ampliado desde el inicio de la crisis.
La misma tendencia se verifica en los países latinoamericanos.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Alfredo Zaiat – Periodista, escritor y economista, jefe de la sección de Economía y del suplemento Cash de Página 12 desde 1997. Conduce desde hace 18 años el programa radial ‘Cheque en blanco’. Ganador del premio ETER en varias oportunidades. Integra el cuerpo docente del Programa Amartya Sen de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Publicó los libros ‘¿Economistas o astrólogos?’, ‘Historia de la economía argentina del siglo XX’ junto a Mario Rapoport, ‘Economía a contramano’, ‘Amenazados. El miedo en la economía’ y ‘Macrisis. Otro fracaso del neoliberalismo en Argentina’.