La vida de la familia chilena Carvajal Gutiérrez cambió para siempre el año pasado. Su hijo Alejandro, de 19 años, fue detenido en medio de una manifestación contra el Gobierno y esta semana cumplió siete meses preso, acusado de incendiar un edificio.
Sin embargo, sus padres aseguran que es inocente y que fue usado como chivo expiatorio. Por eso se embarcaron en una lucha sin descanso para poder demostrarlo.
En noviembre de 2019, los chilenos llevaban un mes protestando contra el modelo neoliberal impuesto por el Gobierno de Sebastián Piñera. Ese mes, la popularidad del mandatario se desplomó y las encuestas registraron el mayor rechazo ciudadano hacia un presidente desde 1990, cuando el país retornó a la democracia tras 17 años de dictadura.
En ese contexto de «estallido social», muchos jóvenes salieron a las calles, entre ellos un chico de 19 años que acababa de terminar el colegio, fanático de los deportes extremos y con el sueño de estudiar una carrera universitaria: Alejandro Carvajal Gutiérrez.
El 8 de noviembre, durante una protesta en Santiago, un emblemático edificio construido en 1914 se quemó por completo. La policía culpó a los manifestantes y detuvo a Alejandro. El fiscal, quien se encuentra preparando el caso para el juicio, que se celebrará en julio, pide al menos 10 años de prisión. Argumenta que el joven contribuyó a aumentar el fuego lanzando combustible que llevaba en un recipiente.
La familia de Alejandro asegura que el recipiente era una botella de refresco y que su hijo ni siquiera estaba en el mismo lugar en que lo sitúa la acusación; afirman además que es uno de los 2.500 manifestantes que fueron encarcelados en Chile durante ese periodo, denominados como los «presos políticos del estallido social».
«Lo acusan de quemar un edificio completo con una botella pequeña de bebida. El fiscal está armando un caso sin tener pruebas y usa a mi hijo como chivo expiatorio para no quedarse sin culpables. Incluso, un peritaje policial descartó que Alejandro hubiese manipulado cualquier tipo de combustible. Aun así, lleva siete meses en prisión preventiva», contó con pesar su padre, José Carvajal.
En sus registros, Alejandro no tiene ningún antecedente penal. Ni siquiera un delito menor.
Dolor y angustia
La ausencia de Alejandro significó una debacle para la familia Carvajal, explicaron a Sputnik José y María, sus padres. Ambos dedican su tiempo y ganas a organizar campañas de apoyo en redes sociales y a gestionar la defensa del caso, mientras deben lidiar con toda la carga emocional.
«Hemos pasado por un gran sufrimiento. Yo bajé de peso y me ha subido mucho la presión. Nos sentimos impotentes y lo único que queremos es que nos escuchen», pidió María Gutiérrez.
Sin embargo, el clan ha sabido permanecer unido. «Mi padre vino de Arica a Santiago en camioneta a ver a su nieto a la cárcel (un viaje de 30 horas). Él tiene 78 años, pero igual quiso estar presente. Alejandro es sangre de su sangre», contó José.
Lo mismo ocurre con el resto de la familia.
«Todos estamos pendientes de él. Nos organizamos en grupos para coordinar campañas de difusión y nos preocupamos de que Alejando tenga todo lo que necesita», dice su hermana Miriam.
Ella participa en la Coordinadora 18 de octubre, una organización que presta ayuda a los manifestantes que fueron encarcelados durante las marchas de la revuelta. No obstante, confiesa que la lucha ha sido agotadora y también triste.
«La navidad y el año nuevo fueron horribles», afirmó.
La vida en la cárcel
La guitarra, la patineta y los deportes extremos son algunos de los pasatiempos que hacen feliz a Alejandro. Es fanático del rafting y el canyoning, dos disciplinas que, gracias a los diversos paisajes de la zona centro y sur de Chile, están muy desarrolladas en el país.
«Es un buen hijo, buen compañero y dadivoso. Sacó muy buenas notas en el colegio y además, es dueño de una pequeña empresa de comida», cuenta con orgullo el padre.
Hoy, Alejandro está preso en el módulo 12 de la Cárcel Santiago 1 y no puede hacer nada de eso. Pero ha desarrollado otros talentos.
«Lo que más nos pide son cuadernos; se ha dedicado mucho a escribir durante el encierro», explica María, quien no ha visto a su hijo desde marzo, debido a las políticas de prevención del coronavirus en las protestas del país.
Durante los últimos meses, Alejandro se ha dedicado a contener emocionalmente a los jóvenes que caen presos.
«Está haciendo lo mismo que hacía con sus amigos que tenían depresión. Siempre le ha gustado ayudar a la gente», dice su madre.
Uno de sus sueños es estudiar psicología, y todas las esperanzas de los Carvajal Gutiérrez están puestas en que lo pueda lograr este año, y no recién dentro de una década.
Por Francisco Bravo Atias – Periodista. Corresponsal en Chile de Sputnik desde 2017. Anteriormente trabajó en los diarios La Segunda y El Mercurio. Graduado de periodismo de la Universidad Diego Portales de Chile.