El Ejército de Alemania tiene problemas internos tan serios que ya han afectado gravemente a su estructura organizativa. El germen del ultraderechismo, alarmantemente obvio dentro de ciertos sectores de la Bundeswehr, ha emponzoñado las fuerzas armadas germanas creadas en 1955.
La presencia de ultraderechistas en el seno del estamento militar ha aumentado de un tiempo a esta parte. Esa tendencia se ha debido, en buena parte, al importante auge de esa ideología política no sólo en la sociedad germana, sino especialmente también en el Bundestag, la Cámara Baja del Parlamento federal, donde el partido Alternativa para Alemania (AfD) consiguió el 12,6% de los votos que se tradujeron en 94 escaños en las elecciones celebradas en septiembre de 2017. Era la primera vez en la historia del país que un partido de extrema derecha entraba en el Parlamento desde la fundación de la República Federal de Alemania.
El brote de radicales xenófobos se concentró singularmente en el Comando de Fuerzas Especiales (Kommando Spezialkräfte o KSK, en alemán), una unidad del tamaño de una brigada, creada en 1996 y que engloba aproximadamente a 1.400 personas especializadas en:
- operaciones aerotransportadas;
- contrainsurgencia;
- contraterrorismo;
- rescate de rehenes;
- operaciones encubiertas;
- acción directa (emboscadas, sabotajes y asaltos).
Son el equivalente a los SEAL estadounidenses, los SAS británicos y los Spetsnaz rusos.
Antisemitismo en filas
Cada vez son más frecuentes las bromas antisemitas entre soldados, que hacen chistes de muy mal gusto sobre el Holocausto, como aquel que dice: «¿Qué? ¿Todavía hay judíos? Pensé que los habíamos exterminado a todos. Tenemos que ocuparnos de eso otra vez». Estas situaciones se vuelven complicadas y casi insostenibles para aquellos soldados que escuchan estos comportamientos extremistas y no los comparten, pues sienten desconfianza y miedo de sus propios compañeros.
«Los que callan son parte del problema y son cómplices», ha llegado a decir la ministra de Defensa, Annegret Kramp-Karrenbauer, al tomar cartas en el asunto.
La cuestión es mucho más seria de lo expresado por Berlín pues no se ha quedado en las simples burlas cuarteleras y ha ido más allá de las palabras gruesas, pasando a los hechos comprobados. El pasado mes de mayo, un miembro del KSK fue detenido después de que se descubriera que ocultaba en el jardín de su casa:
- 6.000 cartuchos de munición;
- varias clases de armas;
- hasta dos kilogramos de explosivos.
Lo peligroso es que el Servicio de Contrainteligencia Militar (Militärische Absehirmdienst o MAD en alemán) ha detectado la desaparición de los arsenales de la Bundeswehr de 48.000 cartuchos y 62 kilos de explosivos. Eso representa una amenaza potencial para el sistema, pues ya en 2017 se desmanteló una red infiltrada que planeaba atentar contra políticos.
La ministra se vio obligada a reaccionar con dureza y ejemplaridad. En una decisión sin precedentes, disolvió la segunda compañía del KSK, formada por 70 efectivos, la más afectada por la corriente ultra, y que no será reemplazada en el futuro. En general, el Comando no participará en maniobras ni misiones internacionales hasta que culmine el proceso de renovación/depuración.Eso implica el repliegue inmediato de los soldados desplazados a Afganistán y a Malí, donde actualmente prestan servicios. Kramp-Karrenbauer denunció que en la unidad de élite «dirigentes tóxicos» difunden «ideas extremistas». Uno de los dos viceministros, Peter Tauber, fue aún más lejos que ella, llegando a lanzar un ultimátum al comandante de la brigada. El plazo concluye en octubre.
«Si las facultades de autolimpieza no tienen suficiente efecto, se planteará inevitablemente la cuestión de si el KSK puede mantenerse en su forma actual y en su ubicación actual», explicó Tauber.
Extremismo más allá de las tropas especiales
El extremismo no se circunscribe a las tropas especiales sino a todas las Fuerzas Armadas pues cerca de 550 militares están siendo investigados. Casos aislados, si consideramos que la Bundeswehr cuenta con 180.000 efectivos, pero muy significativos. Partidos de izquierdas y ecologistas denuncian la cultura de «hacer la vista gorda» y de banalizar estas actitudes intransigentes.
La exministra de Defensa y actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ya reformó la estructura del MAD y colocó en su cúpula a más civiles y a menos militares, consciente de que los uniformados estaban siendo demasiado benevolentes con los soldados ultraderechistas.
La periodista de investigación Carolina Walter considera que todo esto no es más que la «punta del iceberg». Walter, que trabaja en el canal de televisión ARD, sabe de qué habla pues es la coautora del libro «Extrema seguridad». Insiste en que existen «demasiados casos» ocultos que están siendo sancionados «levemente» por sus superiores. Los números manejados siempre han sido «mucho más altos que los indicados», cree.
«El problema es que aquel que denuncia a los extremistas de derecha sigue siendo un traidor que atenta contra un supuesto espíritu de camaradería», reconoce Walter.
El debate sobre este tema ha llevado a la opinión pública alemana a preguntarse si fue una decisión acertada acabar, en 2011, con el servicio militar obligatorio, un paso aplaudido entonces por todas las formaciones políticas nacionales.
‘Liderazgo interior’
El objetivo de la Bundeswehr fue comprometerse en la defensa de la democracia y de los derechos humanos, creando «ciudadanos de uniforme» que se basaran en lo que la doctrina militar alemana denomina «liderazgo interior» («innere Führung»), es decir, la responsabilidad de cada individuo y la lealtad de cada individuo a la Constitución alemana. Este principio de autodisciplina se aplica a los tres Ejércitos y por supuesto a las tropas especiales, la «crème de la crème».
El referido concepto supuso en los años 50 una doble revolución:
- en la relación entre las Fuerzas Armadas y la sociedad;
- en la relación entre superiores y subordinados.
El Ejército dejó de ser una parte independiente y aislada de la nación-Estado para convertirse en una parte inseparable de esta. Y en una Alemania democrática, las Fuerzas Armadas deben ser democráticas.
El «liderazgo interior» es una responsabilidad que incumbe desde el general hasta el soldado: cualquiera que observe un comportamiento negativo debe denunciarlo. Eso capacita a cualquier militar alemán a desobedecer una orden cuando está convencido de que esa orden es inconstitucional, contraria a las leyes de la guerra o contraria a la dignidad humana. Por eso, cuando la ministra de Defensa habla de «muro de silencio» con respecto a los extremistas, lo que implican sus palabras es muy grave: el principio fundamental de ser soldado alemán ha fracasado.
Y eso afecta no solo a los responsables militares de las unidades y a la autoridad civil supervisora sino también a los capellanes militares, tanto católicos como protestantes, que acompañan a las tropas en Afganistán u otros destinos de riesgo.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Francisco Herranz – Ha desarrollado su carrera profesional en el diario El Mundo, donde ha sido corresponsal en Moscú (1991-1996), redactor jefe de Internacional y de Edición y editorialista, especialista en Europa del Este y colaborador en varias publicaciones especializadas, desde 2010 es profesor en el Máster en Periodismo-El Mundo de la Universidad San Pablo-CEU.