Para quienes conocen la mentalidad de la gente en la calles de Brasil que ha idealizado a EEUU durante décadas, no fue nada extraño la elección del político de extrema derecha, del excapitán retirado del Ejército y preferido de los evangélicos, Jair Bolsonaro, quien al asumir el Gobierno se convirtió en una grotesca copia tropical de Donald Trump.
El autoproclamado salvador de la patria ha hecho agudizar la crisis política, económica e institucional con sus discursos irresponsables contra la cuarentena en tiempos de la pandemia emulando a Trump haciendo que el el Gobierno se se rinda al coronavirus que está controlando al país, en opinión de la Organización Mundial de Salud.
Todo esto explica por qué Brasil se convirtió en el segundo país en el mundo, después de EEUU, por el número de muertos y contagiados por el COVID-19. Actualmente registra más de dos millones casos de coronavirus y más de 80.000 muertos. Y no se podía esperar ninguna otra cosa de un presidente que desde su llegada al poder declaró ser el mesías aunque sin capacidad de hacer milagros.Jair mesías Bolsonaro prometió durante su campaña electoral:
- cambiar al país;
- erradicar la corrupción;
- reactivar la economía.
Pero apenas se sentó en el sillón presidencial confesó no entender nada de economía y para solucionar los problemas económicos tenía a su disposición al superministro Paulo Guedes, su propio ultra liberal chicago boy que está supervisando los Ministerios de Finanzas, Comercio, Trabajo e Industrias.
El millonario banquero, especulador y profesor universitario Guedes es alumno de Milton Friedman —creador de los chicago boys y acérrimo enemigo del Estado quien considera a los servidores públicos como «parásitos» que frenan el desarrollo de Brasil—. Dice que la única solución para hacer mover la economía es:
- vender todas las empresas públicas;
- decretar un brutal choque fiscal;
- rebajar al mínimo los derechos de los trabajadores;
- reformar el sistema de pensiones;
- recortar drásticamente los programas sociales establecidas por los gobiernos de Lula da Silva (2003-2011) y de Dilma Rousseff (2011-2016).
Por algo Paulo Guedes era profesor en la Universidad de Santiago durante la dictadura en Chile y un admirador del modelo económico de Augusto Pinochet, cuyo mayor logro, como declaró este economista, había sido «convertir a Chile en una Suiza».Las creencias de Guedes en la necesidad de una dictadura militar para dar seguridad a la población están compartidas completamente por Bolsonaro a quien lo que más le aterroriza es el peligro de una revolución socialista. Todo esto explica por qué el presidente está rodeado de militares que le sirven como un cordón sanitario.
Por primera vez, desde el fin de la dictadura militar (1964-1985) el actual Gobierno tiene nueve ministerios y casi 3.000 cargos en las manos de los militares en los tres poderes «más que en la dictadura militar, algunos de los cuales son de extrema derecha y no están dispuestos a salir», según Carol Proner, integrante de la Asociación Brasileña de Juristas para la Democracia y el Grupo Puebla.
El ministro de Defensa, Fernando Acevedo e Silva, declaró el 1 de abril, en el 56 aniversario del golpe militar que «el golpe de 1964 fue un marco para la democracia brasileña». Ahora con Bolsonaro los militares regresaron al poder como agentes políticos o políticos armados, son protagonistas de la realidad nacional y representan para el presidente una alternativa para derrotar al crimen y a la izquierda debido a su control sobre un inmenso aparato de seguridad.
No obstante, el uso de la lógica militar en tiempos de una severa pandemia en vez del conocimiento científico, como lo está haciendo el Ministerio de Salud a cargo del general Eduardo Pazuello, no solamente no ofrece una solución para combatir el virus, sino agudiza sus consecuencias que se reflejan en más de 80.000 fallecidos. Los militares no conocen el área y todos los especialistas en salud pública con amplia experiencia han sido desplazados o están intimidados por la política de Bolsonaro aplicada por los militares.Según el presidente del país, «al menos el 70% de la población nacional [147 millones del total de 210 millones] se contagiará» y así surgirá la inmunidad colectiva. La misma idea de la inmunidad colectiva fue aplicada en el Reino Unido y Suecia con resultados desastrosos que obligaron a sus gobiernos dar marcha atrás y recurrir a la cuarentena y al aislamiento social. Se calcula que hasta que Brasil llegue a tal inmunidad colectiva, las muertes por el coronavirus pueden llegar a millones.
Para el infectólogo Jean Gorinchteyn del Instituto Emilio Rivas de Sao Paulo, Brasil ya superó la barrera simbólica de dos millones de contagios y como no hay test masivos, el número de infectados por el COVID-19 pueda ser de cuatro o cinco veces más de lo que informa el Ministerio de Salud. Actualmente el índice de mortalidad entre los negros y mestizos sin educación es de un 80% contra un 19% entre los blancos con la educación superior, de acuerdo a un estudio de la universidad PUC-Rio.
La eficacia de Jair Bolsonaro como cabeza del país ya hace dudar a muchos de sus partidarios que están oponiéndose al mandatario y su séquito militar, sin estar contra el neoliberalismo. Incluso aceptan, como escribió Emir Sader, que «no vivimos una democracia plena, porque el presidente comete todos los delitos de responsabilidad, él y sus hijos están involucrados en casos de corrupción, pero las instituciones no trabajan para sacarlo de la presidencia». Se calcula que actualmente Jair Bolsonaro tiene el apoyo de un núcleo duro del 12% y de aprobación con reticencias de otro grupo de un 13%. Otra encuesta de la firma Datafolha realizada en junio reveló que un 33% de los encuestados calificaron al Gobierno como bueno, un 26% como regular y un 38% consideraron que era malo.Además de los militares, Jair Bolsonaro tiene respaldo inclusive en las redes sociales de varios grupos empresariales y en especial de la Federación de Industrias del Estado de Sao Paulo. También la pequeña burguesía brasileña está con el presidente. En una reciente conversación en Radio Gráfica entre el expresidente de Brasil Lula da Silva y el actual mandatario de Argentina, Alberto Fernández, Lula da Silva remarcó que «Bolsonaro ha logrado el apoyo popular, mantiene un 30% de apoyo, genera admiración con su postura autoritaria, también se victimiza bastante. Su popularidad se sostiene y eso genera dificultades para la posibilidad de un impeachment«.
Actualmente hay más de 40 solicitudes de juicio político contra el presidente Jair Bolsonaro en la Cámara de Diputados. Las organizaciones populares presentan en estos documentos una serie de posibles crímenes cometidos por el mandatario y su Gobierno incluyendo:
- improbidad administrativa;
- desarticulación de los principales mecanismos de protección ambiental;
- violaciones en el ámbito de la cultura;
- violación de los derechos de la población negra y de las comunidades quilombolas;
- violación de los pueblos indígenas;
- violación de los derechos individuales y colectivos de los trabajadores.
Sin embargo, es prácticamente imposible para que prospere un proceso de destitución del presidente debido a la existencia de un sector muy importante de la sociedad brasileña que fue decisivo en la elección de Bolsonaro en 2018. La comunidad evangélica de Brasil compuesta por pastores, los líderes, parlamentarios, dueños de medios de comunicación y fieles de las iglesias evangélicas pertenecientes a diferentes iglesias y partidos están unidos actualmente para proteger al presidente. Fueron los 11 millones de evangélicos que aseguraron la elección de Jair Bolsonaro, quien dejó en mayo 2016 su creencia católica para pasar al evangelismo después de ser bautizado en el río Jordán.La bancada evangélica, como se conoce el Frente Parlamentario Evangélico compuesto por 84 diputados, es decir 35% de los parlamentarios, bloqueará cualquier pedido de juicio político al presidente en el recinto legislativo. Su poder en el Gobierno es tan relevante como él de los militares para que el mandatario exprese su deseo de utilizar a la Asociación de los Juristas Evangélicos como entidad consejera en temas de la política exterior.
Según el diputado y pastor Marco Antonio Feliciano, «hoy el 90% de la base social de Bolsonaro es evangélica». Pero hay que tener en cuenta también que los evangélicos son muy pragmáticos y siempre están pensando en los intereses estratégicos de la iglesia a largo plazo. Ellos estaban también con Lula da Silva y con Dilma Rousseff mientras les convenía. Por eso el pastor Feliciano recalcó que «el apoyo al presidente seguirá firme mientras el mandatario defienda a Dios, la patria, la familia y no se involucre en la corrupción».Parece que el concepto de la corrupción es interpretado por los evangélicos a su manera porque saben perfectamente que la corrupción está a la vista en todas las instituciones nacionales y en la misma sociedad, incluyendo el clan Bolsonaro. El hijo del presidente concejal de Río de Janeiro, Carlos Bolsonaro está en la mira de la justicia por su supuesta participación en la elaboración de fake news producidos desde el Gobierno para difamar a los adversarios políticos. El otro hijo, el senador Flávio Bolsonaro está también en la mira de la justicia al ser detenido su asesor de confianza Fabricio Queiroz en la residencia del abogado personal del presidente, Frederick Wasseff, acusado de desviar dinero público.
Otro asesor de Flávio, el expolicía Adriano da Nóbrega asesinado en febrero por la Policía, era un conocido integrante del Escritorio del Crimen, uno de los grupos más peligrosos de Río de Janeiro. Y para mayor dolor de cabeza, la justicia detuvo a la principal portavoz del grupo 300 de Brasil, Sara Winter, militante de la extrema derecha y líder de esta milicia armada formada para defender al presidente Bolsonaro y para «exterminar a la izquierda». Lo curioso es que esta mujer se llama en realidad Sara Giromini. Cambió radicalmente pasando de la militancia en el grupo feminista ucraniano Femen a la milicia armada de la extrema derecha. Mientras en 2019 apoyaba la consigna Fuera Bolsonaro, en 2020 se convirtió en la partidaria incondicional del presidente mesías.A pesar de todas estas inconveniencias Jair Bolsonaro se siente seguro por tener un apoyo incondicional del presidente Donald Trump, confesando que es «un gran hincha de los republicanos y de Donald dada la libertad que el presidente norteamericano me dio para poder llamarle en cualquier momento después que tuvo conocimiento que yo existía».
No hay que subestimar a Jair Bolsonaro y su pragmatismo aprendido de los evangelistas. En una de las recientes declaraciones el mandatario brasileño también aclaró que si Trump pierde en las elecciones del próximo noviembre, apoyaría a Joe Biden de la misma forma, porque lo más importante es «asociarse cada vez más a Washington».
Mientras el presidente Bolsonaro, tres veces positivo por coronavirus, está meditando cómo perpetuarse en el poder aprovechándose de más de dos semanas de aislamiento debido a su gripezinha, el país está acercándose a un caos, el COVID-19 está llevándose al crematorio cientos de brasileños al día, la pobreza ha aumentado en un año de un 19,2 a un 26,9% (52,5 millones) y la extrema pobreza ha crecido del 5,5% al 9,8% (13,5 millones) y la economía resentirá este año una contracción del 9% en el Producto Interno Bruto (PIB).
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Vicky Peláez