Las murallas del centro de Santiago se volvieron verdaderas galerías de arte durante la histórica revuelta social iniciada el 18 de octubre de 2019 en Chile. Nacieron de forma espontánea, expresando la indignación que tomó las calles en todo el país. Hoy, en medio de la pandemia de COVID-19, el Gobierno intenta borrar la memoria de la protesta.
La burocracia cultural, que decide qué es arte y qué no, tiene historia en Chile. Por siglos la implantación de modelos artísticos provenientes del llamado primer mundo primó por sobre las expresiones populares y de los pueblos originarios y de la población.
Suprimir las manifestaciones y rasgos ilustrativos no oficiales ha sido una práctica común de la institucionalidad cultural. Una acción que hoy se repite en medio de la pandemia, y que la autoridad intenta justificar bajo los conceptos de limpieza y hermoseamiento.
«Solo cabe en el espacio público el relato oficial, el permitido, el convencional o el que deja réditos en las arcas de la ciudad. Si ocurre lo contrario inmediatamente se verá como un daño, como un acto vandálico, que perturba el orden y las pretensiones de asepsia urbana», explica a Sputnik Marcia Fernández, historiadora del arte de la Universidad de Chile.
Porque «borrar es el ejercicio de no existir, y es un mecanismo ampliamente utilizado a lo largo de la historia», refuerza Victoria Bustos Urbina, magíster en Historia del Arte de la Universidad de Chile y magíster en Estudios Sociales y Políticos Latinoamericanos de la Universidad Alberto Hurtado.
Un museo al aire libre
Desde el 18 de octubre, las paredes alrededor de la llamada Plaza de la Dignidad, junto con la fachada del centro cultural Gabriela Mistral (GAM) y el Centro Cultural Alameda, se convirtieron en espacios fundamentales de la expresión artística callejera que se puso al servicio de las demandas sociales y las manifestaciones populares.
«Fue tan masivo, llegaron a la Plaza de la Dignidad que es llamado el punto cero, todo el mundo artístico, los músicos, el ballet, convergimos muchas expresiones del arte y mientras la gente marchaba con sus banderas, reflejaba el pluralismo», relata a Sputnik Patricio Madera, pintor muralista, fundador de la histórica Brigada Ramona Parra.
«Una de las cosas más destacables en ese momento fue la intervención urbana más grande que he visto yo en la historia de mi país, cosa que impactó internacionalmente», agrega.
Para Victoria Bustos lo que se desplegó en torno a la Plaza de la Dignidad fue un genuino arte callejero, que por su naturaleza es «una expresión contingente, que alude al presente mismo en que está ocurriendo», es un llamado a la reflexión mediante la imagen pictórica o escrita.
«Se trata de interpelar al observador con un acontecimiento que está conmocionando a la sociedad en ese momento», señala.
El reconocido muralista Patricio Madera recuerda que la Zona Cero se estamparon todo tipo de expresión del arte, «no solo el muralismo, el graffiti, el esténcil, todas estas expresiones plásticas». Sino también la poesía a través de pequeñas cartillas estampadas, versos coloreados, hubo intervenciones e instalaciones artísticas con diversas texturas, con otros materiales, «entonces fue un museo».
Una muestra donde cada imagen era el relato de un contexto, de una denuncia, de una demanda o aspiración. Donde se mezclaron todo tipo de personajes, acciones, así como artistas anónimos y consagrados, en un despliegue de creatividad única.
«De naturaleza espontánea y contestataria, además, posee la riqueza del palimpsesto, debido a que es intervenido por otras imágenes, por otras frases, que aluden a nuevas contingencias o, en caso de permanecer, dialogan con ellas», detalla Bustos.
Aseo y Ornato
Toda esta expresión ciudadana que quedó plasmada en las calles de la ciudad de Santiago fue interrumpida por la llegada de la pandemia del coronavirus. La crisis sanitaria, además de confinar a la población, permitió a las autoridades chilenas intervenir, sin contrapeso, los espacios emblemáticos que habían sido ocupados de la protesta social.
«Ellos usan el toque de queda, la cuarentena, usan la noche, la oscuridad porque saben en el fondo que lo que están haciendo hasta ellos mismos presienten que están haciendo algo incorrecto, que no corresponde», acusa Patricio Madera.
«Pero desde el punto de vista de si ellos pretenden que van a eliminar nuestro arte con esas acciones, están tremendamente equivocados, al contrario, nos genera más estímulo, más deseo de salir otra vez y duplicar y doblar este arte», agrega.
Fue durante justamente las últimas semanas, en plena Zona Cero, que la Intendencia, la Municipalidad y el Ministerio de Obras Públicas han ejecutado «trabajos de limpieza y reconstrucción», que para los especialistas y artistas solo intentan sepultar todo vestigio de arte, graffiti, poemas, proclamas e instalaciones surgidas al calor la revuelta.
Artistas visuales como Fabian Ciraolo, reconocido por su ilustración de la poetisa Gabriela Mistral con una bandera chilena completamente de negro, un pañuelo verde y vistiendo una polera con la letra de la canción Sudamerican Rockers de Los Prisioneros, señalan a Sputnik.
«Pienso que, si existe el deseo de borrar algo, es porque lo que se comunicó y expresó en esas paredes tocaron fibras, molestaron o incomodaron, y de eso se trata expresar algo en la calle, donde miles de personas pueden identificarse con algo. Tampoco creo en la censura bajo ninguna circunstancia».
Cada una de estas medidas de la Intendencia y la Municipalidad que han permitido arrasar con el arte popular y callejero, han sido denuncias por las redes sociales, y rechazadas por el mundo artístico.
Decisiones que se iniciaron pintando las fachadas de los edificios y muros de la Zona Cero, y luego colocando una obra plástica en el caso del Centro Cultural Gabriela Mistral. Un mural de impresión digital, llamado Cambiemos con sociedad, de Andrés García, realizado en 2016 y que reinstala sobre el museo al aire libre que hace del estallido social.
Según Patricio Madera es la ignorancia y la falta de sensibilidad lo que hay detrás de estas medidas. «Pegar plástico sobre otros murales. Yo no lo había visto nunca, en todo caso. Entonces esa contradicción te lleva a que no son ningún aporte, cero aporte. Imitar las cosas que nosotros hacemos es ridículamente torpe, porque ni siquiera lo logran, porque no tienen identidad, no tienen sensibilidad», opina.
Para Claudio Ciozzama, artista conocido por sus diversos Matapacos rodeado por figuras clásicas, reafirma que están son estrategias que tiene el Gobierno para censurar el arte de la revuelta.
«Se dieron cuenta de la potencia que tiene eso como arma y claro, al principio fueron supertorpes al simplemente pintar encima y prácticamente dejarnos el lienzo listo».
Quien añade, «no me parece raro, para nada. Todos sabemos cómo funciona el Gobierno y cuando se pueda salir y todo eso, van a tapar todo eso, y van a parecer nuevas estrategias de censura, como nos censuran a nosotros en la calle, como censuraron a los chicos de Light Lab con sus proyecciones, entonces no es de extrañar, hay que seguir en la lucha, dándole con todo».
Un veto que, para la historiadora del Arte Marcia Fernández, solo busca prohibir la expresión ciudadana «que por meses se desplegó sin pedir permiso a la autoridad». Sin embargo, para ella este hecho es más profundo que pintar y «reparar» la pared de un edificio.
«Es evidenciar que las artes y la cultura para el Estado y para el Gobierno en este caso, deben ocurrir por una escena normada y vigilada, que se adapte a pautas determinadas y si no es el caso, bueno se las censura sin más», aclara.
A Patricio Madera, en todo caso, las reprochables medidas de la autoridad no le preocupan, porque sabe que terminada la pandemia la expresión artística popular va a regresar a apropiarse las calles de la ciudad.
«Nosotros terminando esto, en 48 horas vamos a reemplazar todo eso, y vamos a retomar aún con más fuerza», señala.
«Porque esto es necesario y lo vamos a seguir haciendo, esto jamás lo van a eliminar. El arte no se elimina de esa manera, ni con represión, ni con destrucción», concluye.
Por Carolina Trejo – Licenciada en Historia y Comunicación Social y Periodismo. Ha sido periodista de investigación y realizadora en televisión durante los últimos 20 años. Comenzó en 1997 en el programa de reportajes con más antigüedad de la televisión pública chilena, Informe Especial y luego se incorporó al área de reportajes de Canal 13, donde ejerció de directora, editora y guionista en diferentes proyectos documentales. Ha recibido premios del Consejo Nacional de Televisión de Chile, fue finalista del Premio Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo en 2014. Actualmente es corresponsal de Sputnik en Chile y académica de la Escuela de Periodismo de La Universidad de Chile y la Universidad de Santiago.