Según el último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe sobre los efectos del COVID-19 sobre el comercio internacional, solo cuatro países de la región han logrado crecimiento en sus exportaciones en 2020.
El efecto de crecimiento de estos países se da gracias a un buen desempeño de enero y febrero, que sirve de colchón para el decrecimiento de marzo, abril y mayo, cree Nicolás Oliva, subdirector ejecutivo de CELAG.
Indicó que la caída de exportaciones en Nicaragua, Guatemala, Costa Rica y Honduras, que mejoraron sus cifras en 2020, es mucho menor que otros países como Colombia, Ecuador, México o Perú, lo que da una imagen de mejor desempeño global.
Sin embargo, al analizar el tipo de exportaciones, el experto señala que estos cuatro países tienen «un fuerte componente de exportaciones de prendas de vestir y otro tipo de maquila y no hay fuerte concentración en minerales o petróleo».
Según el experto, por un lado, esta orientación de exportaciones mitiga el shock externo, que experimentan, por ejemplo, Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú. Por otro lado, la maquila tiene una relación de alta dependencia, por lo que estos países no pueden convertirse en líderes regionales.
«En momentos de caída de los precios de materias primas es verdad que sobresalen, pero la maquila no genera el mismo nivel de divisas que materias primas como los minerales o el petróleo», explicó.
Además, la maquila tiene una fuerte relación centro-periferia, sin posibilidad de que los salarios locales se incrementen sustancialmente y así favorezca superlativamente al crecimiento, más de lo que ya lo viene haciendo, agregó.
La década perdida
Analizando el futuro de América Latina después de la pandemia del COVID-19, el experto señaló que en general, los gobernantes regionales tienen demasiado temor al déficit fiscal, «es un gran mantra de pensamiento regional».
«Quitando Argentina y Venezuela, donde la inflación es una tensión permanente, considero que los gobernantes se preocupan en demasía por el déficit. Siempre es preferible garantizar niveles de empleo que resguardar el objetivo de inflación cercano al 2%. En otras palabras, la inflación es un costo muy pequeño respecto al beneficio de garantizar el empleo y la estabilidad social de las familias», declaró Oliva.
El experto explicó la lógica de las acciones de los Gobiernos dedicadas a evitar el desempleo que llevaría a una carga adicional al presupuesto y finalmente a gastos.
«Si dejamos que el desempleo regrese, la recaudación de impuestos se reduce, debilitamos la seguridad social, más gasto en salud, más gasto en educación, etc. En fin, el costo que queríamos evitar lo terminaremos haciendo de todos modos pues el Estado deberá rescatar a las familias y perderá ingresos; con la única diferencia que transitaremos por un camino doloroso para los hogares latinoamericanos», afirmó.
Según él, estas acciones llevarían a la región a una década perdida.
«La razón de fondo: el sistema político y los economistas tienen una mirada miope, de cortísimo plazo. Brasil en 2024 tendrá ya su década perdida, Ecuador va por ese camino, Argentina tiene riesgos», aseveró.
El experto ve la solución de los problemas en las inversiones en los resortes sociales, ya que «el Estado es fundamental».
Puso como ejemplo el caso de Perú, el famoso milagro. «Tuvo éxito en reducir la pobreza coyuntural, pero no dio estabilidad ni seguridad a su fuerza de trabajo: no tiene pensiones, no hay sistemas de salud, no tiene trabajo formal. Hoy es el país que más sufre en términos macroeconómicos: será el que más caerá», lamentó.
Nicolás Oliva indica que lo grave no es que Perú no haya transformado su estructura, sino «lo grave es que lo haya puesto como ‘milagro’ y ejemplo para que toda la región siga ese ejemplo».
América Latina no ha logrado transformar su matriz de producción, sigue exportando prácticamente lo mismo, lamentó el experto.
«La base del subdesarrollo está en que no tenemos una base productiva que nos proteja de los shocks externos, que formalice el trabajo y que permita no depender tanto de los dólares para crecer», explicó.
En este sentido, el experto ve el futuro en el desarrollo de las relaciones con Asia, asegurando que «en 30 años el eje se moverá hacia Asia».
«Si Asia es capaz de ofrecer una nueva relación monetaria que sea menos restrictiva respecto a la generación de divisas, pues sin duda creo que el futuro con Asia sería mucho más beneficioso que lo es hoy con Estados Unidos», opinó.
Por otro lado, si los países de la región siguen dependiendo de la cantidad de divisas igual que hoy, «la historia se repetirá».
«Una nueva quita de la deuda externa será una tarea imperiosa; la deuda externa será el gran problema de la próxima década», finalizó el experto.