Por Raúl Zibechi | La estrategia militar china: mantener a EEUU lejos de sus costas

Cuando se está en desventaja, es imprescindible tener una buena estrategia. Además, es necesaria una voluntad de hierro de todo un pueblo para superar a un adversario superior, tanto en armamento como en tecnología. La batalla de Dien Bien Phu, cuando los vietnamitas sellaron el fin del colonialismo francés en Indochina, pertenece a esta estirpe.

Hubo otras batallas en las que fueron derrotados ejércitos inicialmente más poderosos, como la de Stalingrado en la Segunda Guerra Mundial y la de Argel, en la guerra de independencia argelina. En los tres casos, hubo la combinación entre una dirección política y militar acertada, con pueblos decididos a defender su nación.

El coronel Ha Van Lau fue entrevistado en 1980 por la televisión canadiense para el documental «Vietnam, la guerra de los 10 mil días», dirigido por el periodista Michael Maclear. En su minucioso relato de la batalla de Dien Bien Phu, el coronel Van Lau explica cómo los campesinos integrados en el Ejército Popular de Vietnam cargaron 200 cañones a través de selvas y montañas, además de toneladas de municiones, arrastrándolos con cuerdas.

«En una ocasión una de las cuerdas se rompió y uno de nuestros artilleros se colocó detrás de la rueda de ese cañón para evitar que cayera al abismo. Así era la moral de nuestros luchadores. Se sacrificaban ellos mismos para evitar que cayera una pieza de artillería», relata el coronel.

Algo similar puede estar sucediendo en el conflicto en curso entre China y Estados Unidos. Las mejores armas, e incluso el mando militar más experimentado, nada pueden conseguir si no existe una predisposición a darlo todo en el combate por parte de la tropa.

Veamos cómo se combinan ambos aspectos en el Mar del Sur de China.

La Armada de EEUU es la más poderosa del mundo. Muy superior a la del Ejército Popular de Liberación de China. Aunque el EPL se está modernizando a pasos de gigante, ni sus portaaviones ni sus cazas pueden competir con los del Pentágono. Éste cuenta con enormes ventajas, tanto en relación con la calidad de su armamento como en cuanto a su larga experiencia en combates.

La red de satélites militares de EEUU es incomparablemente superior a la de China, que recién ahora está completando su propia red. Los drones no tripulados, los cazas de quinta generación, los submarinos nucleares y bombarderos estratégicos conforman una fuerza militar inigualable.

La «tercera crisis del estrecho de Taiwán», en marzo de 1996, finalizó con una humillante derrota para China. La administración del presidente Bill Clinton (1993-2001) desplegó dos grupos de batalla de portaaviones liderados por el USS Nimitz y el USS Independence, que forzaron a Pekín a retroceder en su intención de controlar Taiwán.

A partir de ese momento, el Dragón se propuso, como señala el columnista de Asia Times, Richard Javad Heydarian, «evitar una humillación estratégica similar en sus aguas adyacentes».

En ese marco debe ubicarse el reciente lanzamiento de misiles en el Mar del Sur de China, entre ellos un DF-21 denominado «asesinos de portaaviones» y considerado por los expertos como «el primer misil balístico antibuque del mundo».

«Esta es la respuesta de China a los riesgos potenciales que traen consigo los cada vez más frecuentes aviones de combate y buques militares estadounidenses en el Mar de China Meridional», dijo una fuente al South China Morning Post de Hong Kong.

La fuente se refiere a la reciente entrada de un avión espía U-2 del Pentágono a una zona de exclusión aérea de China, durante un simulacro naval con fuego real en el mar de Bohai frente a su costa norte.

Para neutralizar a una flota superior, «la potencia asiática ha perseguido una estrategia de guerra asimétrica anti-acceso/negación de área», denominadas (A2/AD) «cada vez más sofisticada en sus aguas cercanas», según el diario de Hong Kong.

Este es el punto que desarrolla ampliamente el analista David Goldman, cuando asegura que no habrá guerra entre EEUU y China porque el Dragón quiere que sea imposible que el Pentágono se acerque a sus costas.

En su opinión, el EPL es un ejército mediocre que gasta en equipamiento de sus soldados apenas 1.500 dólares, frente a los 18.000 dólares que cuesta cada soldado estadounidense. Agrega que los cazas de ataque terrestre chinos están muy por detrás del ruso SU-25, por ejemplo, y de sus similares estadounidenses.

Pero China ha invertido enormemente en defensas costeras. Agrega que «el misil DF-26 tiene un alcance de 2.500 kilómetros, suficiente para atacar la base militar de EEUU en Guam». Más grave aún, porque «los misiles chinos descienden verticalmente de la estratosfera y las defensas de los barcos estadounidenses no están diseñadas para contrarrestar este tipo de ataque».

Goldman recuerda una evaluación del Centro de Estudios de la Universidad de Sidney, un año atrás: «Este creciente arsenal de misiles precisos de largo alcance representa una gran amenaza para casi todas las bases, pistas de aterrizaje, puertos e instalaciones militares estadounidenses y aliadas en el Pacífico Occidental».

Las múltiples instalaciones del Pentágono en el Pacífico podrían verse inutilizadas por ataques de precisión en las primeras horas de un conflicto. La amenaza de los misiles del EPL desafía la capacidad de EEUU para operar libremente en toda la región.

En opinión de Goldman, China no necesita derrotar a la fuerza aérea y naval de EEUU, sino «sólo mantener a las fuerzas estadounidenses a distancia de China y dificultar que EEUU refuerce a Taiwán».

La segunda cuestión, la disposición anímica de la población, es meridianamente transparente cuando observamos la crisis de confianza de la juventud estadounidense (afros, latinos y jóvenes blancos precarizados) con las instituciones, el sistema de partidos y, de modo muy particular, en relación con las fuerzas policiales.

Si una nación mucho menos rica como China logra neutralizar a unas fuerzas armadas superiores, por el desarrollo de una estrategia de defensa que niega el acceso a sus costas al ejército adversario, el equilibrio de fuerzas se traslada a la actitud de los seres humanos. La conclusión es que EEUU no está en condiciones de afrontar una guerra con una potencia social y militar como China.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Por Raúl Zibechi – Periodista e investigador uruguayo, especialista en movimientos sociales, escribe para Brecha de Uruguay, Gara del País Vasco y La Jornada de México, autor de los libros ‘Descolonizar el pensamiento crítico’, ‘Preservar y compartir. Bienes comunes y movimientos sociales’ (con Michael Hardt), ‘Brasil Potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo’, entre otros.