Por Luis Rivas | La OTAN y la UE, desubicados por la derrota de su ‘factor de estabilidad’ en los Balcanes

Llegó al poder utilizando el nacionalismo; 29 años más tarde, lo pierde por insistir sobre los asuntos de identidad cultural y religiosa. Milo Djukanovic es el último representante de la élite política que estaba en el poder antes del desmembramiento de Yugoslavia.

El mandatario de Montenegro se mantiene como hombre fuerte de su país jugando con los puestos de primer ministro y de presidente desde 1991. Su capacidad de adaptación a la dirección del viento político es sobresaliente. Joven militante de La Liga de los comunistas Yugoslavos, fue el fiel representante en Montenegro de la política de Slobodan Milosevic, al que respaldó en la llamada «revolución burocrática» de 1989. Apoyó los bombardeos sobre la ciudad croata de Dubrovnik y las operaciones militares en Bosnia-Herzegovina contra la minoría musulmana.

Cuando percibió que el líder yugoslavo era transformado en el demonio de Occidente, rompió los lazos con él. En el momento oportuno a sus intereses y ambiciones, jugó la baza nacionalista en la separación de la extinta Unión de Serbia y Montenegro, un territorio homogéneo desde el punto de vista étnico, cultural y religioso. El referéndum de 1996 fue aprobado con un 55% de los votos, solo 4 décimas por encima de lo que la Unión Europea había sugerido. Cuatro años antes, otra consulta sobre la independencia fue rechazada por más del 90% de los participantes.

De la mafia a la OTAN

A partir de ese momento, como ‘hombre fuerte’ de Montenegro, desarrolló su poder político en paralelo a su enriquecimiento personal, que pasaba, entre otras acciones, por convertir a su territorio en el centro de distribución de las mafias que controlaban el tráfico de cigarrillos en Europa.

El llamado ‘Mónaco de los Balcanes’ era en realidad la hacienda de la familia Djukanovic, protegida por los servicios de seguridad y la Policía, con la judicatura a sus pies y con los medios de prensa convertidos en aparatos de propaganda, en especial, la televisión pública.

Denunciado por excolaboradores, ya exiliados, y acosado por magistrados italianos debido a sus lazos con las organizaciones criminales del país vecino, la OTAN acudió a su rescate en 2017. La posición estratégica del país, en una de las zonas más sensibles de Europa, ofrecía a la Alianza Atlántica una mirador excepcional; la OTAN operaba así su control sobre el Mediterráneo, desde Gibraltar hasta las costas de Turquía y Siria.

La entrada de Montenegro —un país eslavo y mayoritariamente cristiano ortodoxo— en la OTAN, provocó grandes manifestaciones internas y una enérgica protesta de Rusia, que lo interpretó como una provocación. Para el Secretario General de la alianza militar, Jens Stoltenberg era, sin embargo, una garantía para la estabilidad en los Balcanes.

La ceguera voluntaria de Bruselas

Su admisión en el selecto club militar aceleraba las pretensiones de Djukanovic de integrarse en la Unión Europea, cuya candidatura de adhesión fue aceptada por Bruselas en 2010 y prevista, teóricamente, para 2025. ‘Los 28’ tenían entonces toda la información sobre las acusaciones de corrupción, blanqueo de dinero y asociación con bandas mafiosas del aspirante. Por supuesto, la documentación en sus manos ofrecía un claro panorama de lo que los dirigentes comunitarios censurarían o reprocharían a otros políticos en cuestión de derechos humanos o libertades. Pero no había problema, Djukanovic era un factor de estabilidad en la Europa suroriental.

Un electorado hastiado por la corrupción y la falta de libertades, y golpeado por una crisis económica acentuada por el COVID-19, privó en las urnas al partido de Djukanovic, el Partido Democrático de los Socialistas (DPS) de la mayoría en el Parlamento. Las tres coaliciones de oposición, a pesar de sus diferencias hasta ahora insalvables, se han unido para gobernar y despojar del poder legislativo al presidente.

El DPS fue el partido más votado y obtuvo 39 diputados de una cámara de 81. La oposición reunida alcanzó un 50,7% de votos que le conceden 41 escaños. La primera fuerza de los opositores es Por el futuro de Montenegro, una coalición surgida como oposición a la ley religiosa que Djukanovic impuso y que pretende nacionalizar todos los bienes de la Iglesia ortodoxa de Serbia, de la que históricamente siempre ha dependido la montenegrina.

El fracaso final de la carta nacionalista

El sentimiento antiserbio de Djukanovic se topó así con la iglesia. Jugar la baza nacionalista y la división artificial de la identidad nacional le explotó en el rostro al que algunos han llamado ‘el Trujillo de Montenegro’. Otras fuerzas de oposición, como las representantes de las minorías croatas, albanesas y bosniomusulmanas también abandonaron al partido de Djukanovic y colaboran en la formación de un gobierno técnico, por encima de ideologías, religiones e identidades.

Hasta ahora, Milo Djukanovic era considerados por una mayoría de la prensa occidental como proeuropeo y prooccidental. La oposición, era —por consiguiente— para esas mismas fuentes, proserbia y prorrusa. La OTAN y la UE dicen no temer ver dañados sus intereses, pero sus comunicadores se afanan ahora en adaptar el discurso sobre Montenegro y sobre Milo Djukanovic, a quien quedan todavía tres años de mandato como presidente de un país dirigido por sus opositores, si nada extraño entorpece el acuerdo.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Por Luis Rivas. – Excorresponsal de TVE en Moscú y Budapest. Dirigió los servicios informativos del canal de TV europeo EuroNews. Vive en Francia desde hace más de 20 años.