El 5 de octubre de 1988 sucedió algo en Chile que muchos soñaron, pero pocos creían que podría llegar a concretarse. Ese día, los chilenos destituyeron al dictador Augusto Pinochet tras un largo régimen de 17 años sin la necesidad una revolución armada ni de un asesinato, sino que preguntándole a la gente: «¿Quiere que Pinochet se quede? Sí o No».
Ese particular momento democrático sólo fue posible gracias a que todos los grandes partidos de la oposición política se unieron contra el dictador y crearon la Concertación de Partidos por el No, una coalición tan robusta que no solo consiguió ganar el plebiscito que terminó con el régimen militar, sino que además gobernó el país hasta 2010.
Como buen país hiperpresidencialista, los gobiernos chilenos no son fanáticos de consultar sus decisiones de Estado con sus ciudadanos. Y aunque el ordenamiento jurídico sí considera los plebiscitos, tuvieron que pasar más de 30 años para el siguiente, que se realizará el próximo 25 de octubre de este año con el objetivo de redactar una nueva Constitución, con las opciones Apruebo (nueva Carta Magna) o Rechazo (quedarse con la actual).
Al igual que en 1988, la idea para concretar este nuevo plebiscito también nació desde una crisis: las manifestaciones ciudadanas del estallido social del año pasado, donde los chilenos salieron en masa a las calles a pedir más justicia social.
Pero también tiene en común que consiguió unir a todos los partidos de oposición, a toda la izquierda y la centroizquierda. Después de años de disputas internas, las tiendas decidieron unirse para hacer campaña por la opción del Apruebo.
Las dudas de la izquierda
A pesar de que hoy están todos unidos por el Apruebo, el día 15 de noviembre la oposición tambaleó. Cuando todos los líderes políticos de izquierda y derecha estaban reunidos en el Congreso listos para firmar el acuerdo, los sectores más radicales de la izquierda se fueron del edificio.
Los partidos Humanista y Convergencia social, ambos del bloque Frente Amplio, se negaron a firmar, afirmando que este era un acuerdo entre cuatro paredes entre políticos para conseguir que el presidente Sebastián Piñera no fuera destituido debido a la grave crisis institucional que atravesaba el país.
«Piñera está en el suelo y la cocina de partidos políticos lo viene a salvar con este acuerdo», dijo en esa oportunidad la diputada Humanista, Pamela Jiles. Uno de los diputados más populares del Frente Amplio, Gabriel Boric, no consiguió que su partido Convergencia Social firmara, y fue el único diputado que adhirió de manera individual al pacto.
Incluso, uno de los conglomerados más antiguos de Chile, el Partido Comunista, decidió marginarse y se retiraron del Congreso sin poner la rúbrica. No obstante, con el paso de los días, los descolgados se fueron dando cuenta de la importancia de este proceso para el país, y uno a uno se fueron subiendo al carro del Apruebo.
La división de la derecha
Una vez que se supo que todos los partidos de la oposición votarían Apruebo, buscando terminar con la Constitución de 1980 redactada durante la dictadura de Pinochet, la interrogante que surgió fue ¿cómo votará la derecha?
Para muchos, el plebiscito iba a ser prácticamente una votación entre personas con sensibilidades de izquierda y derecha, donde los primeros irían por el Apruebo y los segundos, más conservadores, por el rechazo. Esto abría una amplia incógnita en el resultado final de la consulta, ya que ambas fuerzas se consideran casi equivalentes en el país.
No obstante, este año comenzaron a conocerse las primeras encuestas de opinión, que derrumbaron ese mito.
En febrero de 2020, la encuesta Activa Research reveló que el 70% de los chilenos votará Apruebo, es decir, siete de cada diez personas, y solo un 14%, irá por el rechazo. Cifras que no han variado demasiado a solo dos meses de la consulta.
Esta revelación generó un quiebre en la derecha, ya que si bien en un comienzo, sus principales líderes manifestaron que irían por el rechazo, de a poco algunos se fueron descolgando, ya sea por real convicción de cambiar el país, o por no quedar en el bando de los eventuales derrotados.
El partido Evolución Política, del ala liberal del oficialismo, se decidió ir por el Apruebo, aunque dejando en libertad de acción a sus líderes si es que quieren votar rechazo. El partido Unión Demócrata Independiente, del ala dura de la derecha, mandató a todos sus militantes a estar por la campaña del rechazo.
En el partido Renovación Nacional, de centroderecha, la situación fue más compleja. La tienda que durante años albergó la militancia del presidente Piñera, no logró decidir colectivamente cómo votar. Por ende, se dividieron, produciendo el fenómeno más extraño de la campaña.
Por un lado, se pueden ver carteles y lienzos con el logo de la estrella rojiazul del partido con consignas que advierten de los males e incertidumbres que un proceso constituyente le significará al país. Y por otro, banderas con el mismo símbolo flameando en la misma vereda que los estandartes comunistas y socialistas.
Por Francisco Bravo Atias – Corresponsal en Chile de Sputnik desde 2017. Anteriormente trabajó en los diarios La Segunda y El Mercurio. Graduado de periodismo de la Universidad Diego Portales.