Paradojalmente el acta de Independencia de Chile se firmó el 1 enero de 1818 y se proclamó oficialmente el 12 de febrero de ese año, aunque para muchos en la época, la verdadera emancipación se logró el 5 de abril en la batalla de Maipú. Son tres fechas que no se unen directamente al 18 de septiembre de 1810, cuando se festeja el hito libertario.
La Fiestas Patrias en Chile se celebran oficialmente los días 18 y 19 de septiembre de cada año. El primer día corresponde a la que es considerada tradicionalmente como la fecha de la Independencia nacional, y la segunda a las glorias del Ejército, feriados irrenunciables en que los y las chilenas festejan el aniversario de la patria.
Esta fecha de conmemoración, sin embargo, compitió con otros tres hitos de la historia emancipadora chilena. Uno que se relacionan con la firma del acta de la Independencia, otro con su proclamación, y por último aquel que recuerda la batalla que le dio el triunfo a las huestes patriotas en la localidad de Maipú, (actual comuna al occidente del gran Santiago).
«Está el 18 de septiembre y después se fueron sucediendo distintos hitos que sí empiezan a ser más relacionados con guerras independentistas propiamente tales, y se fue dando forma a este calendario ritual político», señala a Sputnik Paulina Peralta, historiadora y autora del libro ¡Chile tiene fiesta! El origen el 18 de septiembre (1810-1837).Ese día hace referencia al establecimiento de la Primera Junta Nacional de Gobierno, fundada por el Cabildo abierto de Santiago, ese 18 de septiembre de 1810, con el fin de organizarse y tomar medidas para la defensa del país, frente a la prisión de Fernando VII hecha por Napoleón Bonaparte.
Para la historiadora, desde la prisión del Rey, que fue en 1808, «desde ese año, pero sobre todo a partir de 1810 lo que ocurrió acá en América fue como una especie de terremoto político».
«Comenzó el derrumbe del orden conocido hasta ese entonces, que era el monárquico y que se había mantenido inalterado por casi tres siglos. Por lo tanto, estamos hablando de un poder muy afianzado, muy poderoso, con una figura que es el rey y su familia, muy venerados en América», explica.
Lo cierto es que, en el caso de Chile, el 18 de septiembre es considerada la primera acción para el logro de la Independencia del país sudamericano, aunque en estricto rigor la Junta se estableció como un acto de declaración de lealtad al monarca español, y no como un ejercicio para alcanzar la emancipación.
En palabras de Peralta lo que ocurrió en 1810 «es que empezó a desmoronarse este poder monárquico y surgió la posibilidad de que la aristocracia criolla, que hasta ese momento no podía acceder a los cargos públicos», lo hiciera, dado que hasta entonces «los hijos de españoles nacidos en América no tenían derechos políticos, tenían mucho poder social, económico, pero no político».
Lo cierto es que si bien en esa época, y por registros encontrados por la historiadora, ya en 1811 y en 1812 hubo reuniones populares en un llano al sur de la Alameda «para conmemorar la primera Junta de Gobierno», durante el período entre 1819 y 1824 el 18 de septiembre no fue una fecha que excluyera otros festejos independentistas.
Días y lugares alternativos de celebración
Dos conmemoraciones compartirán principalmente estas celebraciones nacionales: la Proclamación de la Independencia, el 12 de febrero de 1818 en Concepción (sur de Chile) y la batalla de Maipú (centro), el 5 de abril de ese mismo año, que consolidó el triunfo patriota.
«Al 18 de septiembre, se sumó el 12 de febrero, que además tenía una doble conmemoración dado que había sido la batalla de Chacabuco en 1817 y, además, en 1818 Bernardo O’Higgins (prócer independentista) decidió que ese día se jurara públicamente la Independencia como un acto simbólico».
A las dos fechas mencionadas algunos historiadores agregan otro día que intenta disputar el hito de la celebración nacional, la firma del Acta de Independencia de Chile, que se realizó en la ciudad de Concepción el 1 de enero de 1818. Un hito que la ciudad sureña rescata para refrendar su calidad de capital de la Independencia, evento que para Peralta nunca se conmemoró como fiesta a nivel nacional.
«La del 1 de enero no es tan relevante, porque estamos hablando de una sociedad analfabeta principalmente. Entre el 75 y el 80% de la población era analfabetos, muy pocos sabían leer y escribir», puntualiza la historiadora.
«Entonces más que el documento en sí, lo importante siempre, en ese tipo de sociedades más barrocas que tienden más al aprendizaje visual y oral, auditivo, que escrito porque no sabían leer y escribir, siempre son los actos más públicos, según creo, los más relevantes, y eso ocurrió el 12 de febrero de 1818 en Talca (a 255 km al sur de Santiago)», añade.
Bernardo O’Higgins estaba en Talca, detalla Peralta, y él eligió ese día para hacer esta conmemoración pública en esa ciudad y en la capital paralelamente. «Ese es un acto muy barroco, muy teatral, construcción de tablado a la usanza de la época, de cómo se hacían este tipo de ritos, pero este rito público fue el 12 de febrero de 1818, que O’Higgins además lo hizo coincidir, con la batalla de Chacabuco».
Un hito americanista
Otra fecha festejada a nivel nacional fue la conmemoración de la batalla de Maipú, triunfo patriota que tuvo lugar el 5 de abril de 1818. A juicio de Peralta, «afianzó la existencia más bien vacilante que tenía la República de Chile que había sido jurada con este documento de enero».
El 5 de abril, en palabras de la historiadora, fue un evento «bien americanista, más que cualquier cosa», porque participaron muchísimos extranjeros, y donde el protagonismo lo tuvo el militar argentino José de San Martín, más que Bernardo O’Higgins, quien estaba herido.
Este vínculo con el tema americanista, para Peralta, pudo haber determinado finalmente que «se haya suprimido esa fiesta porque se quería algo más nacionalista».
Esto lo diferencia del 18 de septiembre, cuando se experimenta la «primera experiencia de autogobierno en este territorio». Para Peralta «pese a que puede ser superaristocrático, igual esa idea de autogobierno era muy revolucionaria en esa época, porque en el fondo eran ideas liberales, no conservadoras ni monárquicas».Lo que quedó impreso, incluso en consignas y poemas, es lo que el 18 representa como regeneración política. «Viene a ser como la luz que viene a iluminar y que les abre los ojos y que en el fondo es la idea de un renacimiento político. Esa es la idea más fuerte que siempre imperó respecto del 18», señala la historiadora.
Fiesta espontánea y popular
El 18 de septiembre fue un festejo más espontáneo, mucho más que el 12 de febrero, que «se trató de implementar una fiesta más por vía de decreto». Peralta explica que la multiplicidad festiva de la época, «este calendario que tenía tres fechas conmemorativas, empezó a hacerles ruido tempranamente a las autoridades de aquel entonces. Y en 1824 las autoridades políticas deciden eliminar una serie de fiestas«.
Ese año se suprimieron muchas fiestas religiosas y por vía de decreto se elimina el 5 de abril. Continúan, no obstante, la del 18 de septiembre y la del 12 de febrero por varios años más. «No te podría decir cuál era más importante», advierte Peralta. En 1837, de nuevo por vía de decreto, se suprimió el 12 de febrero.
Para la historiadora esto responde a razones básicamente económicas, porque febrero era el periodo de cosecha y de faenas agrícolas, «además en febrero, en esa época, todavía existía el carnaval y había veces en que el 12 de febrero coincidía con el carnaval, entonces esa coincidencia en fecha enredaba un poco».
Además, el 18 de septiembre es considerado un hito más civil, «en el fondo son ciudadanos conversando y decidiendo autogobernarse mientras no estuviese el rey, a diferencia del 12 de febrero que, si bien tiene una connotación civil, por esta jura a la Independencia, pero también tiene una connotación militar por Chacabuco».
Aristocracia y bajo pueblo
Quizás el aspecto más interesante al tratar de comprender por qué se impone en 18 de septiembre tiene que ver con el mundo popular, porque a la larga, según detalla Peralta, «estos ritos eran el principal medio de comunicación que existía para contarles al resto de las capas sociales el cambio que estaba operando a nivel político, y en el fondo también invitándolos para que se sumaran a esto».
«Ese es el principal objetivo de la fiesta, por un lado, difundir estas nuevas ideas y esta nueva forma de entender la comunidad que es la nacional, y hacer que el resto de las capas sociales se apropiaran de estas ideas para colaborarles en engrosar los ejércitos. O sea, las guerras no las podrían haber ganado solo la aristocracia criolla sin el apoyo y la colaboración del mundo popular», añade.Porque lo que hizo la aristocracia chilena, según la historiadora, fue ofrecer a cambio del voto una estrategia de identificación más simbólica que es bastante transitoria, «es un mecanismo más efímero que apela a la igualdad, pero no a la igualdad política, que es esta idea de pertenecer a una comunidad imaginada en términos nacionales».
Entonces lo que hizo la aristocracia fue «construir una serie de relatos de una comunidad imaginada cohesionada, unida, solidaria, pero que vive esta solidaridad solo en momentos muy cortos, muy efímeros. Uno de esos son las fiestas», y con lo cual el 18 de septiembre se consagró como el hito en el que se celebran las Fiestas Patrias hasta hoy.
Por Carolina Trejo – Licenciada en Historia y Comunicación Social y Periodismo. Ha sido periodista de investigación y realizadora en televisión durante los últimos 20 años. Comenzó en 1997 en el programa de reportajes con más antigüedad de la televisión pública chilena, Informe Especial y luego se incorporó al área de reportajes de Canal 13, donde ejerció de directora, editora y guionista en diferentes proyectos documentales. Ha recibido premios del Consejo Nacional de Televisión de Chile, fue finalista del Premio Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo en 2014. Actualmente es corresponsal de Sputnik en Chile y académica de la Escuela de Periodismo de La Universidad de Chile y la Universidad de Santiago.