Por Hassan Amacha | EEUU y los signos de la caída del sistema unipolar

Estamos en un mundo multipolar, pero aún no ha surgido la existencia de polos centrales y universales, más bien los que están ahora son polos continentales que se entrecruzan a nivel de cooperación relativa en campos específicos, mientras compiten y luchan en otros campos.

La situación mundial aún está muy lejos de la etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial que produjo una especie de estabilidad estática relativa; una etapa que fue calificada como reflejo de los resultados de la guerra y del equilibrio de poder producido  luego. A su paso surgieron una serie de entendimientos que crearon un espacio para la reconstrucción de Europa y la «Unión Soviética», establecieron lo que se llamó Derecho Internacional, y abrieron el camino para que muchos pueblos allanaran el terreno para su desarrollo con un margen razonable, dando origen a otros pueblos para liberarse del colonialismo directo. En paralelo, surgieron alianzas que trabajaron para desarrollar sus capacidades en los campos económicos y sociales.

Hoy atravesamos una etapa de un conflicto que toma diferentes formas, que no se limitan al marco de guerras militares o políticas directas o al movimiento de ejércitos únicamente; sino que depende más de asedios, sanciones económicas, del uso del terrorismo, revoluciones de colores y/o golpes políticos.

Esta fase, revela en su proceso importantes variables a nivel global. Muestra claramente que el colapso de la Unión Soviética y el campo socialista -que se había hecho famoso en los corredores políticos anteriormente-, había marcado el comienzo de la era de un polo mundial en lugar de la ecuación de los dos polos.

Sin embargo, esto no duró mucho y no fue el «fin de la historia». Estamos en un mundo multipolar, pero aún no ha surgido la existencia de polos centrales y universales, más bien los que están ahora son polos continentales entrecruzados a nivel de cooperación relativa en campos específicos, mientras compiten y luchan en otros campos. Sólo los Estados Unidos de América quieren apoderarse de la historia y practicar la amenaza contra quienes fueron considerados sus aliados antes que sus enemigos.

Mientras tanto, y después de tres décadas en las que Estados Unidos trabajó para encender guerras y revoluciones, resulta difícil encontrar un solo lugar en el que haya logrado la estabilidad que permite preservar la permanencia y el control de EE.UU. De hecho, muchos países los están agotando, son una carga para ellos y se esfuerzan por salir de ellos. Afganistán e Iraq son ejemplos directos de su frustración.

Estados Unidos no reconoció su derrota ni el fracaso de sus proyectos, y todavía usa la amenaza con la fuerza.

Por otro lado, pierde muchos aliados y pierde la efectividad de sus herramientas, ya que sus amigos se encuentran en disputa buscando un futuro fuera de los caminos que les trazó esta gran potencia mundial  (Europa-Turquía).

Paralelamente crece el poder de repulsión y rechazo contra EE.UU. y sus planes, así como el incremento de fuerzas hostiles a ellos, que están ganando gran actividad en otras partes del mundo (China, Rusia y en cierta medida Europa), además de otros polos activos que les declaran hostilidad, como Irán, Corea y países de América Latina.

Todo esto se desarrolla ante una disminución de la hegemonía estadounidense y de sus capacidades militares y económicas, que la hizo caer en un dilema que amenaza su estabilidad y unidad política. En el que se revela la fragilidad de su estructura social y malsana, así como el racismo de las fuerzas dominantes en ella. Como mínimo, se pierde el falso carácter de libertades, justicia y defensa de los Derechos Humanos que ellos supuestamente defienden.

A la luz de lo anterior, nos queda claro que los entendimientos que brindan el nivel mínimo de interconexión económica, la inversión de recursos naturales y el aseguramiento de líneas de transporte entre todos los países y cruces internacionales para resolver las crisis económicas y energéticas que sufren los pueblos del mundo, aún no han madurado, a pesar del desarrollo alcanzado por la humanidad.

Sólo es posible que algunas alianzas conectadas geográficamente establezcan proyectos conjuntos e inversiones seguras y productivas, porque estas alianzas tienen la capacidad de protegerse a sí mismas y al espacio común entre ellas. De lo contrario, sigue siendo una meta difícil de alcanzar.

Lo que se habla sobre proyectos conjuntos entre la entidad sionista y las del Golfo no son más que sueños, y ellos mismos saben más que otros, que es una ilusión.

El establecimiento del proyecto estadounidense depende de los «estados del anillo» que son la piedra angular del surgimiento del «nuevo Medio Oriente». En realidad, este proyecto se ha roto frente la roca de Siria y la Resistencia en Líbano, Iraq y Yemen.

Si hay una razón real para anunciar los acuerdos de normalización, es un miserable intento de la entidad sionista para salir de una crisis que amenaza su existencia y supervivencia ante el creciente Eje De Resistencia y el retroceso de Estados Unidos.

Por lo tanto, la entidad sionista se ha vuelto incapaz de protegerse a sí misma y ha perdido la confianza en asegurar su protección por parte de Estados Unidos y Occidente. Sin duda, también es el caso de las familias gobernantes en las entidades del Golfo, más involucradas en los proyectos coloniales estadounidenses.


LA OPINIÓN DE LA AUTORA NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Por Hassan Amacha – Investigador y escritor libanés. Ha publicado numerosos artículos sobre pensamiento político en los periódicos libaneses, An-Nahar, As-Safir, Al-Akhbar y el sitio web: Diálogo Civilizado.