Los recientes enfrentamientos ponen al borde de la guerra a Armenia y Azerbaiyán que llevan 26 años sin encontrar una solución diplomática para el conflicto en la región montañosa de Nagorno Karabaj.
Con el inicio de los enfrentamientos armados en Nagorno Karabaj el 27 de septiembre, Armenia y Azerbaiyán se encuentran más cerca que nunca a una verdadera guerra. A los bombardeos se añade una guerra de palabras, en la cual ambas partes definen sus propias acciones como respuesta a la agresión. El primer ministro de Armenia Nikol Pashinián afirmó que Azerbaiyán de hecho declaró la guerra a todo el pueblo armenio, mientras las autoridades azeríes calificaron las hostilidades de «guerra patria».
Un conflicto de más de 30 años
El conflicto empezó en 1988, cuando los diputados de la región Nagorno Karabaj, la cual formaba parte de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán, pero cuya la población era mayoritariamente armenia, solicitaron la unificación de su región con Armenia. En 1992, tras el desmantelamiento de la URSS, estalló una guerra que concluyó con la independencia de hecho de Nagorno Karabaj y la conquista de algunos distritos azeríes adyacentes por las fuerzas armenias. El 12 de mayo de 1994 fue firmado el cese al fuego, pero hasta ahora no se ha logrado llegar a una paz duradera.
Azerbaiyán, el cual, de hecho, perdió la guerra, no quiere conformarse con el estatus quo y supone que la única solución del conflicto consiste en la restitución de los territorios perdidos. Los armenios, por supuesto, no están de acuerdo, con lo cual las negociaciones llevan décadas en un punto muerto. Mientras tanto, Bakú y Ereván siguen la máxima romana si vis pacem, para bellum (si quieres la paz, prepara la guerra) y cada año gastan sumas ingentes en la adquisición de nuevas armas.
En el último cuarto de siglo en Karabaj se produjeron innumerables enfrentamientos. El más grave ocurrió en abril de 2016, cuando en cuatro días de combates perecieron decenas de militares de ambas partes, pero la línea de contacto entre los adversarios permaneció casi intacta.
Este julio la situación volvió a agravarse, esta vez no en Nagorno Karabaj, sino en la parte septentrional de la frontera entre Armenia y Azerbaiyán. Tras semanas de bombardeos las hostilidades cesaron para reanudarse ahora.
Esperanzas de paz frustradas
Los enfrentamientos de los últimos meses siguieron a un período de aparente calma, iniciado con el nombramiento de Nikol Pashinián como primer ministro de Armenia en 2018. A diferencia de sus dos predecesores, el nuevo jefe del Ejecutivo armenio no era oriundo de Karabaj y no había participado en la guerra de 1992-1994, con lo cual su llegada al poder fue percibida de manera positiva en Bakú.
Pashinián y el presidente azerí Iljam Alíev concordaron reducir la tensión en la línea de contacto y empezar a preparar a sus pueblos a la futura paz, en tanto que entre los comandantes de dos Ejércitos fue establecido un teléfono rojo. Como consecuencia, los incidentes de frontera casi desaparecieron.
Sin embargo, se trataba de cambios superficiales. Tanto Armenia, como Azerbaiyán siguen considerando Karabaj como su territorio y no están dispuestos a hacer serias concesiones. A pesar de no tener vínculos de sangre con Karabaj, Pashinián en 2019 participó en una manifestación en Karabaj, donde habló de la unificación de la región con Armenia, lo que causó mucha irritación en Bakú.
A su vez, Alíev afirmaba en 2018 que «la guerra no se acabó, terminó tan sólo su primera fase» y, tras los enfrentamientos de este julio, despidió al ministro de Exteriores Mamediárov, que insistía en la necesidad de mejorar las relaciones con Armenia.
El problema fundamental consiste en que en los últimos 30 años el conflicto entró en la conciencia colectiva de ambos pueblos, y cualquier líder político que admita la necesidad de hacer concesiones se condenará a la inmediata muerte política.
Juegos geopolíticos y perspectivas del conflicto
Otro factor importante son las circunstancias geopolíticas. Armenia es aliada de Rusia, pero con la llegada al poder de Pashinián, el cual se demostró más proclive al Occidente, por lo menos, en los primeros tiempos, las relaciones bilaterales se complicaron.
Además, en Karabaj no están presentes las tropas rusas, con lo cual es muy poco probable que Moscú decida prestar apoyo militar directo a Ereván, a menos que Azerbaiyán ataque directamente el territorio armenio. Este 28 de septiembre el Kremlin se declaró a favor de una solución diplomática e instó a los beligerantes a cesar inmediatamente las hostilidades y a volver a las negociaciones.
A su vez, Bakú cuenta con el apoyo incondicional de Ankara, para la cual los turcos y los azeríes son «un pueblo que vive en dos países». Este verano los representantes otomanos calificaron de ineficaz el proceso de paz en Karabaj, mientras el presidente Recep Tayyip Erdogan afirmó que Armenia es el principal obstáculo para la paz duradera en el Cáucaso del Sur, al ocupar el 20% del territorio azerí.
Una implicación seria en el conflicto de Rusia y Turquía podría provocar un conflicto directo o, como mínimo, un grave empeoramiento de las relaciones bilaterales, con lo cual es más probable que Moscú y Ankara prefieran actuar de manera indirecta.
Según los expertos militares rusos, ni Armenia, ni Azerbaiyán son capaces de alcanzar una victoria aplastante. Dado que Bakú tiene más motivos para estar insatisfecho con la situación actual, es probable que las fuerzas azeríes traten de organizar una ofensiva para recuperar los territorios perdidos.
Sin embargo, desde 1994 los armenios tuvieron tiempo suficiente para preparar una defensa eficaz, con lo cual la superioridad de Azerbaiyán en términos de armas y hombres podría no bastar para derrotar al adversario. Una guerra de gran envergadura degeneraría rápidamente en un baño de sangre, pero no permitiría a ninguna de las dos partes mejorar sus posiciones. Cuanto antes lo comprendan en Bakú y Ereván, mejor será para todos.