Twitter es puesto en la picota por censurar en forma obscena los correos de Hunter Biden en sus tratativas mafiosas con Ucrania y China que fueron reveladas por New York Post. Independientemente que el afectado sea el Partido Republicano, es altamente peligroso para la democracia su favoritismo flagrante hacia uno de los candidatos presidenciales.
Internet, un invento del Pentágono en su modalidad DARPA, se convirtió geopolíticamente en un vector de la hegemonía de EEUU.
En forma paradójica, tal vector hegemónico que es exhibido por los gigantes de Silicon Valley —Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft y Twitter que sostienen la prosperidad de Wall Street— no solamente controlan el deambular y la intimidad de los ciudadanos valetudinarios, quienes se encuentran impotentes y encerrados en la jaula cibernética del siglo XXI, sino que también con su enorme poder tecnológico jamás visto en la historia de la humanidad han creado lo que he acuñado como una cibercracia que no se atreve a decir su nombre y que en realidad rebasa los alcances de la plutocracia imperante en EEUU donde la democracia es solo un recurso publicitario vacío de todo contenido.
Suena inédito que, en una plutocracia, falsamente definida como democracia, una empresa como Twitter se atreva siquiera a censurar sin pena ni gloria —siendo una plataforma y no un vehículo de información editorial—, los tóxicos correos de Hunter Biden, hijo del candidato presidencial y exvicepresidente Joe Biden quien va a la cabeza de las preferencias electorales, de acuerdo con las encuestas que suelen ser muy sesgadas cuando no fallidas en EEUU.
Dejo de lado, para beneficio del análisis casto y puro, a persecución que me infligió Twitter a demanda expresa del polémico expresidente Felipe Calderón y su aliado Enrique Krauze Kleinbort (vinculado a George Soros), lo cual, visto en retrospectiva, me benefició ante la opinión pública.
Justamente en mi análisis forense exhibí los poderes que controlan Twitter que hoy favorecen una presidencia de Joe Biden, quien cuenta con el apoyo confeso no solamente de los gigantes de Silicon Valley, sino también de la banca de Wall Street, de Hollywood y hasta de la NBA. Con tanto apoyo era innecesaria la censura de los «correos de Hunter Biden» expuestos por el New York Post, al menos que sea vulnerable y muy artificial la cantada delantera de Joe Biden en las encuestas…
Ya en la elección anterior de 2016, los correos de Hillary Clinton habían sido motivo de un fuerte debate, en especial, del entonces candidato Donald Trump, quien los había traído a colación. Tales correos se quedaron solo en efímeras fogatas mediáticas, donde quedaba expuesta la personalidad macabra de su autora, pero nunca pusieron en riesgo la fluidez del proceso electoral.
Hasta la fecha los «correos de Hillary» se han quedado en las calendas griegas y no han tenido mayor efecto judicial, no se diga electoral.
Cuando el otrora legendario New York Times, que ahora se ha vuelto un vulgar vehículo de propaganda controlado por George Soros, expuso las privadas cuentas fiscales del hoy presidente Trump y su presunta evasión tributaria —que constituyó un verdadero golpe mediático y que en caso de su derrota pudiera significar el golpe clave de la campaña—, las controvertidas redes sociales de EEUU, en particular, el hoy tan vilipendiado Twitter, dejaron fluir la noticia sin contratiempos ni bloqueos, lo que demuestra las dos pesas y las dos medidas que practican las redes sociales de acuerdo a sus singulares intereses.
Es tal el ultraje que provocó la censura e «interferencia electoral» de Twitter que opacó las audiencias de Amy Coney Barrett, nominada por Trump a suplir la vacante de la Suprema Corte que será determinante en las querellas postelectorales del 3 de noviembre.
En caso de que Twitter y otras redes sociales no hubieran censurado el contenido mafioso de los radioactivos correos de Hunter Biden, ¿habrían cambiado las preferencias electorales? Este no es el punto, sino el flagrante favoritismo de Twitter, cuya exacción beneficia notablemente al exvicepresidente Joe Biden, quien ya de por sí cuenta con el apoyo apabullante de los principales multimedia de EEUU desde New York Times —controlado por los Clinton, los Obama y George Soros— hasta Washington Post, cuyo dueño es el multimillonario Jeff Bezos, mandamás de Amazon y acérrimo enemigo de Trump.
Por lo pronto, el Comité Judicial del Senado celebrará el martes 20 una audiencia para citar a Jack Dorsey, mandamás de Twitter, con el fin de testificar sobre la censura del ya histórico reportaje seriado del New York Post sobre las tratativas mafiosas de Hunter Biden en Ucrania y China, cuyos correos se encontraban en el disco duro de una laptop que dejó Hunter en la tienda Mac de Delaware y que no recogió. Dejo de lado la misteriosa manera en la que el disco duro llegó a manos de Rudolph Giuliani, exalcalde de Nueva York y abogado privado de Trump.
El feroz senador cubano-canadiense-texano Ted Cruz, del Partido Republicano, fulminó que se trata de una «interferencia electoral» a 19 días de la elección, lo cual «no tiene precedente en la historia de la democracia».
El mismo Jack Dorsey, mandamás de Twitter admitió que el bloqueo del New York Post era «inaceptable».
Lo que más ha enfurecido a los republicanos son los antecedentes históricos del New York Post, un periódico fundado por el icónico Alexander Hamilton, lo cual expone la vulnerabilidad de la «libertad de expresión» sometida a los intereses metaconstitucionales de la invisible cibercracia.
Más aún: senadores ultrajados del Partido Republicano han requerido una investigación de la Comisión Federal Electoral cuando el senador Josh Hawley arremetió contra «los más poderosos monopolios en la historia de EEUU» que «intentan controlar las noticias e interferir en la elección federal».
El influyente republicano Lindsey Graham, que preside el Comité Judicial del Senado, opinó que «estas plataformas de redes sociales tienen dominio en nuestras vidas. Son periódicos, son estaciones de televisión, son radiodifusoras, son editoras» y abundó que «nunca bloquearon todos los alegatos sobre la colusión rusa y Trump».
El alegato que esgrimió Twitter fue que el material censurado del New York Post era producto de un hackeo, lo cual fue rotundamente falaz.
Un arma muy importante que tienen los legisladores —se ignora si los demócratas, más allá de sus entendibles intereses, se incorporarán cuando han mostrado una justificada dureza contra los monopolios tecnológicos de Silicon Valley— radica en reformar la sección 230 de la Enmienda de Decencia en las Comunicaciones: un escudo para la recepción del contenido de terceros y que, en realidad, protege a la cibercracia de sus felonías.
Las redes sociales deben decidirse si son plataformas neutrales u operan como cualquier editor, lo cual les haría perder su patente de corso que les otorga la polémica sección 230 que se ha vuelto un pilar de la cibercracia.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Alfredo Jalife-Rahme – Analista de geopolítica y globalización. Columnista y comentarista en varios periódicos, radios y televisiones internacionales. Profesor de posgrado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en Geopolítica y Globalización. Autor de varios libros. Nombrado por la Red Voltaire de Francia como ‘El principal geopolitólogo de Latinoamérica’.