El mundo envejece a pasos agigantados. Según cifras de la Organización Mundial de la Salud, al año 2060, más de 2 mil millones de personas serán adultos mayores, es decir, el equivalente al 22% de la población mundial; lo que pone en perspectiva un gran desafío para los gobiernos y las políticas públicas en estas materias.
La tendencia es vertiginosa y se ha venido acentuando con rapidez debido a factores como las bajas tasas de natalidad, un estancamiento del mercado laboral y el aumento en las expectativas de vida en la cuales las mujeres superan cinco años, en promedio, a los hombres.
En este escenario, países de Europa como Francia, Italia y España, también han sido testigos del clamor popular por pensiones dignas, demanda que se ha instalado con fuerza en 2019, no solo en Chile sino que en gran parte del planeta.
En nuestro país, la discusión popular parece solo haberse centrado en el sistema de pensiones; no obstante hay consenso respecto de que se requiere una reforma estructural del mismo. La baja densidad de cotizaciones, sumado a los bajos sueldos y la cantidad de años cotizando, tienen un claro efecto en las pensiones futuras. Así las cosas, quienes estén próximos a jubilar e, incluso, aquellos que sientan esa opción más lejana, tienen sobradas razones para estar preocupados.
El viejo refrán popular dice que el mal de muchos es consuelo de tontos; pero lo cierto es que el envejecimiento de la población y la disminución de la natalidad provocarán un desmedro en la fuerza laboral activa amenazando los sistemas de pensiones de todo el mundo. Ese parece ser el problema de fondo, también para Chile.
LA OPINIÓN DE LA AUTORA NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Catalina Maluk Abusleme – Directora Escuela de Economía y Negocios:; Universidad Central de Chile (UCEN).