La elección de la democracia bananera de EEUU es el brote agudo de la involución del sistema, fracturado en 2 repúblicas irreconciliables —la azul, demócrata, y la roja, republicana— con subfracturas entre los ‘progresistas’ de Sanders y los ‘centristas’ de Biden, quienes en su conjunto avizoran una guerra civil que no se atreve a decir su nombre.
Con el fin de no cometer crímenes cronológicos y equivocaciones simplistas y ultrareduccionistas, se aconseja diferenciar entre el nivel de desinformación de los medios mainstream —los omnipotentes oligopolios del deep state que boicotearon a Trump— de perfil cortoplacista cuando no efímero, y los análisis académicos profundos de perfil visionario de largo plazo. A estos últimos no les perturba en absoluto si gana la Presidencia Biden, que cumplirá 78 años el próximo 20 de noviembre, o Trump, que tiene 74 años, debido a su enfoque más estructural que subjetivo, coyuntural, sicoanalista o interesado.
A mi juicio, sea cual fuere el epílogo de la cuestionada elección presidencial de la democracia bananera que practica EEUU —quien todavía se da el lujo de pontificar al género humano— , lo relevante radica en la reconfiguración de un país muy dividido y polarizado en todos los ámbitos. No se diga cuando se aprecia en un mapa electoral los colores imperantes: el azul demócrata, que reina en la costa occidental, en la costa noreste y en las zonas metropolitanas de las grandes ciudades, frente al rojo republicano que predomina en el sur, en el cinturón bíblico o bible belt, en las zonas rurales profundas del país, en gran parte del sur —cinturón solar o sun belt— y del cinturón industrial o rust belt y, quizá, alrededor del lago Niágara.
En fechas recientes se han acelerado las publicaciones que vaticinan una inexorable guerra civil en EEUU.
Ya desde 1996, Thomas Chittum, excombatiente de la guerra de Vietnam, se atrevió a enunciar la «Segunda Guerra Civil: la Balcanización que viene de EEUU».
Hace dos días, el polémico investigador Wayne Madsen —connotado investigador del contraespionaje del National Security Agency (NSA) y furibundo trumpófobo— aseveró que «existe una distintiva posibilidad de que EEUU se sumerja en una anarquía política no vista desde la guerra civil en la mitad del siglo 19». Y advierte la probabilidad de que Trump proclame su «Republica Roja» en su propiedad de Mar-a-Lago, en Palm Beach (Florida). Esta contaría con la protección del gobernador y de los residentes potentados cubanos, colombianos y venezolanos, y así recibiría el reconocimiento de Brasil, Colombia y el presidente venezolano interino Guaidó, además del de los primeros ministros de Hungría y Eslovenia y el del presidente Erdogán, de Turquía.
David French —evangelista trumpófobo de corte conservador— publicó su polémico libro Nos caemos divididos: la amenaza de secesión de EEUU y cómo restaurar nuestro país. En la misma línea, Richard Kreitner evoca la balcanización de EEUU: «Desintegrarse: secesión, división y la historia secreta de la unión imperfecta de EEUU».
La cacería de brujas que han solicitado la progresista Alexandria Ocasio-Cortez y la ex primera dama Michelle Obama para publicar la «lista de los sicofantes de Trump» ahonda las profundas divisiones en el seno de la sociocultura de EEUU. Porque tanto demócratas como republicanos en la respectiva cuarta parte de sus integrantes se vitupera de ser «malignos«. ¿Puede un país coexistir así con esas características centrífugas tan ahondadas?
De hecho, ya existe el portal ex profeso de nombre Una nueva guerra civil, que expone la dinámica centrífuga de las incompatibles contradicciones en EEUU. Abundan artículos al respecto en la pluralidad de portales como Vice, pasando por Prospect de Gran Bretaña —Dos tribus, Trump y el estado de una unión en peligro: la nueva guerra civil estadunidense—, hasta el británico The Guardian —controlado por la fauna del megaespeculador globalista Soros—, donde el clintoniano anterior secretario del Trabajo Robert Reich evoca que «el país de Trump está dividido».
¿La República Roja de Trump es la República WASP (White AngloSaxon Protestant)? Nada menos que Michael Vlahos —del Colegio de Guerra y profesor en la Universidad Johns Hopkins— en tres preguntas que le realiza el conocido comentarista John Batchelor, además de su reciente metanálisis, opera la analogía de la guerra civil del Imperio romano con la secuencia vivencial muy similar de EEUU.
- Primera Pregunta: postula el control de los optimates —el eje formado for Biden, Wall Street, Silicon Valley, Hollywood y MassStream Media— frente a los populares —los populistas rurales y deplorables del multimillonario de Manhattan Donald Trump.
- Segunda Pregunta: el cinismo de la plutocracia estadounidense.
- Tercera Pregunta: «La transformación de EEUU de ser una república a un imperio».
El reciente metanálisis postelección: a Vlahos no le preocupa la guerra civil, sino la transformación teológica, maniquea y excluyente de la vida en EEUU con la narrativa progresista del Proyecto 1619 y las impositivas agendas explícitas de BLM y LGBT que han provocado la feroz reacción de la República Roja WASP y sus respectivos cinco escenarios.
Bryan Walsh, consagrado a la tecnología y a la geopolítica, comenta que la elección no fue la «causa» de la «profunda división» que vive EEUU, sino su «consecuencia». Sea cual fuera el resultado, «las divisiones entre estadounidenses seguirán creciendo hasta que un día, quizá, se llegue al punto de ruptura».
Por su parte, Alastair Crooke —anterior espía británico del MI6 y exasesor del Alto Representante de la Unión Europea Javier Solana —evoca el impasse vigente cuando «Biden puede o no ganar, pero Trump es el presidente de la República Roja«. Crooke fustiga severamente al texano ultraconservador Mike Lind, cuyo concepto de una «sociedad tecnomanejada (managed society)», basada en la ciencia, forma parte de la ideología de Biden.
El problema radica en que, a juicio de Crooke, «EEUU se ha fracturado en dos placas tectónicas que se disgregan en diferentes direcciones» cuando «una mitad del electorado estadounidense votó precisamente para expulsar a la otra mitad». Crooke pone en duda la «legitimidad» del proceso electoral al presuponer la manipulación cibernética del sufragio en Wisconsin y Michigan, lo cual presagia la balcanización de EEUU.
La conclusión es que, desde la perspectiva mexicana, sería un grave error de juicio que tanto los mexicanos tanto allende como aquende la transfrontera —no se diga ya el gobierno de la Cuarta Trasformación— se inmiscuyan en una guerra civil de las dos repúblicas, una azul y otra roja, cuando sus consecuencias tendrían efectos deletéreos tanto en el mismo México —que ahora padece las veleidades secesionistas con la federación de gobernadores adictos y controlados a George Soros que buscan balcanizar al país mediante mil pretextos— como en el seno de EEUU, donde los mexicanos —residentes, emigrantes e indocumentados— son mayoría en los dos principales polos de la secesión balcanizadora: California, principal proveedor de votos electorales (55), que favorece la balcanización del oeste de EEUU bajo control de la republica azul, y Texas, segundo estado con el mayor número de votos electorales (38): un polo decisivo junto a Florida (29) para la conformación de la República Roja o República WASP de Trump.
No me gusta ser fatalista, menos determinista teleológico, pero el destino de EEUU, más que en otras partes de su inmensa geografía, se juega en tres estados: California, Texas y Florida, cuyas inéditas reverberaciones afectarán a los mexicanos de EEUU como a México mismo al sur de su frontera.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Alfredo Jalife-Rahme – Analista de geopolítica y globalización. Columnista y comentarista en varios periódicos, radios y televisiones internacionales. Profesor de posgrado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en Geopolítica y Globalización. Autor de varios libros. Nombrado por la Red Voltaire de Francia como ‘El principal geopolitólogo de Latinoamérica’.