En 2020 el Congreso chileno reconoció al pueblo Chango como la décima etnia viva del país. La resolución ha sido recibida por las comunidades changas como un hito, la respuesta a una deuda histórica tras casi un siglo de invisibilización, habiendo sido incluso declaradas extintas.
En Chile un 12% de la población se considera indígena, según el Censo Nacional de 2017. De esa totalidad, casi 5.000 personas han afirmado pertenecer al pueblo chango. Pero hasta septiembre de 2020, la etnia no estaba reconocida por el Estado, que solo contemplaba a nueve grupos originarios presentes en el territorio: aymaras, likanantai, quechuas, collas, rapa nui, mapuches, kawésqar, yámanas y diaguitas (reconocido en 2006).
«Nosotros estábamos luchando hace bastantes años, buscando nuestro reconocimiento por el Estado, pero por una cuestión política y económica Chile a nosotros como pueblo nunca nos quiso reconocer hasta el día de hoy», comenta a Sputnik Luis Castro, consejero y presidente de la Agrupación Changos Camanchacos del Borde Costero de Atacama.
La lucha se extendió todavía más en el tiempo también por las condiciones aisladas en las que vivían las comunidades en gran parte. «Antiguamente nosotros estábamos enclaustrados en los territorios donde no teníamos mucho acceso y tampoco teníamos cobertura telefónica o radial, y también de camino, porque en muchas partes los caminos no existían», contó.
Pasados 40 días de la aprobación en el Congreso, en una ceremonia frente al mar, changos y changas de los poblados de Taltal, Pan de Azúcar, Paposo, Torres del Inca, Barranquilla, Punta Froden, Flamenco, Totoral, Maldonado, Puerto Viejo, Ramada, Pajonales, Caldera, Chañaral de Aceituno y Mejillones agradecieron y celebraron el reconocimiento legal.
«El Estado de Chile, lo que hizo ahora es darle un poco más de dignidad a nuestro pueblo, un poco más de justicia, que todavía no es lo adecuado, pero ya es un proceso en el cual estamos reconocidos», afirmó Castro.
Esta ceremonia es el resultado de una larga lucha que comenzó hace dos décadas, cuando desde el año 2000 diferentes localidades, asociaciones y personas se reivindicaron como pertenecientes al pueblo chango, a pesar de la falta de reconocimiento legal. Iniciaban lo hecho por otras comunidades originarias que se habían dado por desaparecidas y comenzaron un proceso de reemergencia, pasando desde la invisibilidad y el ocultamiento a la visibilidad y a articular movimientos en pro de sus derechos.
La historia del pueblo chango
«El pueblo chango ha existido hace 8.000 a 12.000 años desde el sur del Perú hasta todo el litoral de Chile, no solamente hasta donde se ha establecido hoy entre la segunda y la quinta [regiones]. Nosotros somos un pueblo trashumante, que viajamos mucho como familia, en la cual nos desplazamos a través de todo el borde costero buscando los recursos y buscando la subsistencia dentro de nuestra cosmovisión», detalla el presidente de la agrupación de changos en Atacama.
En Chile fue la incorporación de una pregunta sobre pertenencia cultural en el censo de 1992 y posteriormente la promulgación de la Ley 19.253 en el año 1993, conocida como la Ley Indígena, lo que provocó la visibilidad de los varios pueblos originarios además del mapuche, aymara y rapa nui, algunos considerados extintos, como fue el caso de los likanantay en el norte y el pueblo yagán o yámana en el extremo sur, y más tarde en 2006, los diaguitas.
Según los registros arqueológicos e históricos, el pueblo chango ocupaba el espacio costero que va desde el sur del Perú hasta la costa de la actual región de Valparaíso en la zona central chilena. Tanto desde tiempos coloniales como en la época republicana de Chile, Perú y Bolivia, existieron continuas referencias a este pueblo denominado como chango, camanchangos o camanchacas.
Sus costumbres estaban vinculadas a la pesca, la marisquería y la recolección de playa, al intercambio con pobladores del interior y, luego de la llegada de los españoles, también trabajando en la cría de ganado y en la agricultura. Un referente cultural característico del pueblo Chango en diferentes épocas fue la fabricación de las balsas de cuero de lobo marino.
Otros elementos dicen relación con la alimentación, modos de preparar, combinar y conservar los alimentos y la recolección de ciertas plantas con usos alimenticios, medicinales e instrumentales.
Es la permanencia de elementos y conocimientos culturales acumulados, junto, entre otras cosas, con el mantenimiento de costumbres y prácticas culturales que el colectivo continúa o readapta, en base a la memoria de sus antepasados familiares y de la comunidad, como lo establece el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas, CIIR, los que se contemplan en el proceso de reconocimiento de los pueblos originarios.
«Nosotros nunca perdimos la pesca, nunca perdimos la caza, nunca la adoración y los agradecimientos a la Pachamama y a la Mamacocha, siempre la seguimos practicando. Seguimos practicando el traslado, la transhumancia que ejercíamos dentro del territorio. La cosmovisión de los siglos que se produce dentro de la naturaleza en su reproducción, todo eso lo hemos seguido respetando desde los tiempos ancestrales hasta el día de hoy», aclara el dirigente chango.
Según la entidad académica, los changos fueron sometidos a un proceso de invisibilización por la República de Chile, que negó su pertenencia indígena siendo considerados por décadas como campesinos o pescadores. Esto conllevó un proceso de descaracterización y pérdida de referentes socioculturales originarios, producto de lo cual la cultura de los changos se ha ido transformando, no obstante se haya mantenido en muchos lugares su autoadscripción como indígenas.
«El pueblo chango es un pueblo pescador, recolector, cazador. Nosotros hasta mi edad, yo tengo 70 años, tuve la dicha de poder cazar guanaco. Acompañaba a mi suegro, el chango Calchilla, y la changa Ana, que son mis suegros, y nosotros íbamos a cazar guanaco, con mis cuñados, los tíos, todo. Y cómo cazábamos, cazábamos con perro, pero nosotros no cazábamos guanaco para comercializar, cazábamos para la subsistencia», relata Luis Castro.
«Las costumbres el pueblo chango nunca las perdió y tampoco nosotros lo que perdimos fue nuestra lengua. Nosotros en este momento estamos buscando las raíces de nuestra lengua que es el quechua», agrega.
La lucha sostenida por décadas por el pueblo chango se cristalizó y fortaleció en enero de este 2020, cuando se realizó un encuentro en Paposo-Taltal, donde antropólogos, académicos, organismos medioambientales y organizaciones changas de diversas localidades constituyeron el Consejo Nacional Chango. Su tarea, dar un muy fuerte impulso a las demandas de las comunidades changas, postergadas por décadas, y prioritariamente lograr el reconocimiento del pueblo chango.
«Este consejo nacional fue formado por 33 organizaciones. Todo este proceso de nuestro reconocimiento fue muy rápido porque la lucha fue dura, y nunca nos abocamos a decir dónde están los changos, sino ahora nosotros solicitamos a tres universidades, que hicieran un estudio, precisamente que hablen de nosotros y dónde estamos», cuenta Luis Castro
¿Qué implica el reconocimiento étnico?
En opinión del dirigente chango, el Estado los obligó a estar en silencio por una cuestión económica y territorial porque «le interesaba que los puertos y los territorios de desarrollo indígena del pueblo chango no pasara a manos del pueblo chango para que no hubiese un control de oposición a las malas costumbres que el Estado tiene, por ejemplo, de perjudicar la naturaleza en sí, su reproducción. Aquí él llegaba, colocaba las termoeléctricas, a carbón donde contaminaba todo y los residuos iban al mar», denuncia.
Para las comunidades changas su pueblo «es un pueblo pobre, no es un pueblo rico, nosotros vivimos de la subsistencia y lo que nosotros nos queda lo vendemos. Y no tenemos título de dominio sobre la propiedad», una realidad que, en su calidad de trashumantes, profundiza aún más su precariedad.
«Cuando llegaron los españoles se repartieron la tierra, pero a destajo, y hoy en día nosotros tenemos que caminar para ir a extraer las lapas, los locos, los erizos, todo lo que hay en los recursos que están en la orilla, tenemos que caminar tres o cuatro kilómetros a través de la arena, cuesta arriba, hasta donde pueda estar un vehículo que nos pueda traer las cosas», explica.
«Entonces es indigno que particulares estén dentro de nuestro territorio de desarrollo y nos prohíban la entrada todavía a las playas. Y el Estado dice que todos los chilenos tienen derecho a entrar a las playas, pero eso es falso, porque dejan siempre un vacío».
A partir del reconocimiento del pueblo chango como etnia, las comunidades esperan que se les permita acceder sin restricción al borde costero porque, a partir del uso consuetudinario y la trashumancia, «cuando usted hace la trashumancia, es un relato correlativo de los tiempos inmemoriales, y usted dónde lo hacía y cómo lo hacía y qué costumbres hacía y cazaban, pescaban, por dónde recorrían, y si sus ancestros lo hacían también. Esa es la trashumancia».
Por estas características distintivas del pueblo chango, sus comunidades, sostiene Castro, creen que podrían salir de sus territorios en busca de los recursos marinos que hoy tienen restringidos a sus determinadas regiones, por la actual legislación pesquera. «Nosotros necesitamos salir de las regiones donde estamos encasillados a buscar los recursos, porque hay recursos que son transitorios por las regiones. Hay pesca emigratoria, que comienzan entrando por las corrientes de Humboldt, y se meten por ejemplo en Arica, recorren todo el litoral», explica.
Este nuevo estatus legal también les permite tener un puesto reservado en la Convención Constituyente. «Estamos contentísimos en ese sentido, porque ahora a través de los escaños vamos a tener un representante y podemos establecer dentro de la Constitución chilena los derechos de los pueblos originarios, la cual no sea una ley de tercera como siempre se ha visto, sino que ahora queremos dejarla lo más adentro de la Constitución».
Pero por sobre las oportunidades políticas y económicas que se abren con el reconocimiento legal del pueblo chango, lo más importante para ellos, sostiene Luis Castro, es que «en la malla curricular de la enseñanza, que es proporcionada por el Estado, se señale que el pueblo y la cultura changa está más viva que nunca, no está extinta«.
Por Carolina Trejo – Licenciada en Historia y Comunicación Social y Periodismo. Ha sido periodista de investigación y realizadora en televisión durante los últimos 20 años. Comenzó en 1997 en el programa de reportajes con más antigüedad de la televisión pública chilena, Informe Especial y luego se incorporó al área de reportajes de Canal 13, donde ejerció de directora, editora y guionista en diferentes proyectos documentales. Ha recibido premios del Consejo Nacional de Televisión de Chile, fue finalista del Premio Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo en 2014. Actualmente es académica de la Escuela de Periodismo de La Universidad de Chile y la Universidad de Santiago.