La muerte de cinco soldados franceses en Malí en solo una semana vuelve a poner en entredicho la implicación militar francesa en el Sahel contra las guerrillas islamistas de esa región africana.
¿El Afganistán de Francia? Muchos periodistas acuden al paralelismo fácil para describir a lo que el Gobierno de París podría hacer frente si mantiene su implicación militar en Malí, la llamada Operación Barkhane. Vuelven a surgir voces pidiendo la retirada de sus tropas o un cambio en la concepción del dispositivo militar.
Algo más de 5.000 soldados franceses integran la Operación Barkhane. Su predecesora, llamada Serval, consiguió evitar la llegada de los grupos yihadistas a Bamako, la capital maliense en 2013, pero muchas regiones de ese inmenso país (dos veces el territorio de Francia) siguen en manos de las katibas que obedecen a grupos islamistas como Al Qaeda en el Magreb (AQMI, proscrito en Rusia) o el GSIM (acrónimo francés del Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes).Retirar las tropas francesas de un día a otro sería, según los especialistas, dejar en manos de los terroristas no solo Malí, sino toda una región sahelo-sahariana de más de 5 millones de kilómetros cuadrados; un santuario para un califato africano que se impondría sin mayor dificultad en países divididos por luchas étnicas, criminalidad organizada y dirigidos por gobiernos débiles cuando no corruptos.
Francia reunió en la ciudad de Pau hace solo un año a los dirigentes de los países que forman el G5 Sahel:
- Mauritania,
- Malí,
- Burkina Faso,
- Níger,
- Chad.
Allí se insistió en la necesidad de una mayor implicación militar africana en la defensa de su propio territorio. Francia y la Unión Europea participan en la formación de los Ejércitos de Malí y sus vecinos, pero en el fondo todos los analistas saben que esas tropas serían fácilmente derrotadas por las guerrillas islamistas.
Europeos, reticentes a enviar soldados a morir en África
La Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas (Minusma) cuenta en Malí con 14.000 soldados africanos que, por mandato, no pueden entrar en combate si no es para defenderse. En la Unión Europea, muchos gobiernos, especialmente los alejados del Mediterráneo, no están dispuestos a arriesgar la vida de sus soldados en una guerra que creen no les afecta. París defiende que la victoria y la expansión del islamismo radical en África repercutiría inevitablemente en el continente europeo, pero sus aliados son muy reticentes a enviar tropas y, si lo hacen, se trata de un compromiso simbólico. Por otra parte, la participación del Africom norteamericano ha sido hasta el momento decisiva para las cuestiones de inteligencia y abastecimiento de las tropas francesas.
El coronel Michel Goya, exmilitar, profesor y experto en historia militar, decía hace poco tiempo: «Nuestros adversarios saben muy bien que basta con matar a cinco de nuestros soldados para que toda la operación militar sea discutida». En estos primeros días del 2021, la muerte en dos atentados diferentes de los cinco uniformados franceses ha dado la razón al coronel.
En algunos medios de prensa franceses se recalca que cada yihadista capturado o eliminado dentro de la Operación Barkhane cuesta un millón de euros. Es otro de los argumentos blandidos por quienes consideran que la retirada de las tropas debe ser una prioridad.
La ministra francesa de Los Ejércitos, Florence Parly, habla ahora de repatriar a los 600 soldados que envió justo hace un año a Malí para reforzar el dispositivo Barkhane. Según la responsable de Defensa, «un refuerzo es, por definición, temporal». El coronel Goya, que es solicitado estos días por todos los medios franceses, afirma que la Operación Barkhane ha llegado al límite de lo que puede hacer y emite una crítica a la ministra macroniana diciendo que aumentar o disminuir tropas no es una estrategia, sino «gestión de recursos humanos».
A ello habría que añadir la discreción: la presencia permanente de soldados extranjeros sirve de excusa a ciertos políticos locales para denunciar el «neocolonialismo», cuando sus intereses lo precisan; además, la población local se revuelve también contra las tropas extranjeras que en teoría les protege cuando son víctimas, no solo de las acometidas del terrorismo islamista, sino de los señores de la guerra regionales que tienen en la trata de seres humanos y el contrabando de armas y drogas un negocio que, cuando les viene bien, barnizan de ideología islamista.
Para colmo de desgracias de París, Malí fue escenario el mes de agosto pasado de un golpe militar que derrocó al presidente Ibrahim Bubacar Keita. Algunos de los responsables provisionales del nuevo poder se muestran favorables a negociar con los grupos yihadistas. París insiste en que con los terroristas no se negocia. El jefe del Estado Mayor de los Ejércitos franceses, el general François Lecointre, dijo tras su reciente visita a Malí en diciembre, que ello no implica no poder negociar con el enemigo, aunque dejó en manos de los políticos una decisión, que —advirtió— podría desembocar en la creación de un Estado Islámico (proscrito en Rusia) no solo en Malí, sino en toda la región.
El presidente Emmanuel Macron volverá a reunirse con sus homólogos del G5 del Sahel en este mes de enero. Las bajas francesas de Navidad podrían acelerar las decisiones sobre el futuro de la fuerza Barkhane en África.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Por Luis Rivas. – Excorresponsal de TVE en Moscú y Budapest. Dirigió los servicios informativos del canal de TV europeo EuroNews. Vive en Francia desde hace más de 20 años.