La pandemia de COVID-19 paralizó a la economía de América Latina pero no logró golpear a los grandes narcotraficantes de la región. En diálogo con Sputnik, el experto Chris Dalby explicó cómo hicieron los carteles latinoamericanos para hacerse fuertes en la crisis, entre cocaína, narcosubmarinos y esquemas de «grandes multinacionales».
Cuando la pandemia de COVID-19 obligó a la mayoría de los países a cerrar sus fronteras, muchos sectores de la actividad económica vieron desmoronarse sus ingresos y debieron enfrentar los meses siguientes entre deudas, rescates estatales y reducciones presupuestales. El narcotráfico definitivamente no fue uno de ellos, según explicó a Sputnik el experto Chris Dalby.
Dalby es director general de Insight Crime, un think tank dedicado a investigar los pasos del narcotráfico y del crimen organizado en América Latina, señaló que «nunca se consumió tanta cocaína en el mundo» como en esta época, por lo que es sencillo comprender que la venta ilegal de esa y otras drogas atraviesa un momento por demás fértil a pesar de la pandemia.
El especialista aclaró que, apenas se cerraron las fronteras, efectivamente hubo un pequeño descenso en el tráfico de drogas que se realizaba a través de personas, dado que esas fronteras contaban con mayor vigilancia que de costumbre.
Sin embargo, el problema fue resuelto rápidamente por los grandes grupos criminales, que apostaron por reforzar algunas vías alternativas de envío de drogas al exterior que en realidad ya existían desde antes de la llegada del coronavirus. En ese rubro aparecen principalmente los «narcovuelos«, como Dalby denominó a las operaciones de tráfico realizadas en «avionetas pequeñas» que despegan desde pistas de aterrizaje clandestinas en zonas rurales de países como Colombia o Venezuela y suelen aterrizar en lugares similares de Honduras y México.
La vía marítima también se reforzó. Dalby mencionó, en ese sentido, a los cargamentos de cocaína que viajan desde puertos brasileños hacia Estados Unidos o Europa escondidos dentro de contenedores que, para las autoridades, trasladan mercaderías legales como productos agropecuarios.
Una muestra de este fenómeno es que el puerto de Amberes, en Bélgica, batió en 2020 el récord de incautación de cocaína que a su vez ya había sobrepasado en 2019. Mientras en 2019 logró incautar 62 toneladas de la droga, en 2020 fueron 65 las toneladas decomisadas. Dalby no dudó en calificar al puerto belga como «la puerta de entrada» de la cocaína latinoamericana a Europa.
Es que los altos precios que los europeos están pagando por la cocaína hizo que los narcotraficantes latinoamericanos dejaran de mirar tanto hacia Estados Unidos y posaran sus ojos en el mercado europeo. Prueba de eso es la evolución de otras de las vías de transporte de drogas que creció en los últimos años: el uso de narcosubmarinos.
Si bien los submarinos pueden parecer vehículos destinados únicamente a las fuerzas armadas de las potencias marítimas del planeta, grupos criminales fundamentalmente colombianos no han dejado de mejorar este tipo de naves desde el año 2017, cuando se detectaron los primeros. «Son pequeñas estructuras sumergibles construidas por grupos criminales. Antes tenían la capacidad para llegar a EEUU pero ahora también pueden cruzar el Océano Atlántico y llegar a Europa», detalló Dalby.
El experto reconoció que en 2020 hubo una baja en la cantidad de narcosubmarinos detectados pero estimó que, lejos de una buena noticia, puede significar que la menor cantidad de recursos destinados por los países latinoamericanos para patrullar el mar en el marco de la pandemia haya mermado la capacidad de capturarlos antes de que lleguen a destino.
La ruta de la cocaína
Con Colombia, Venezuela y Bolivia como los principales países de origen de la cocaína, la sustancia pasa por un extenso circuito antes de llegar a consumidores estadounidenses y europeos.
Según Dalby, la puerta de salida más frecuente de la droga está en Brasil y «toda América Central». De esta última región, Costa Rica y Panamá parecen haber ganado mucho terreno como países de tránsito hacia el mercado europeo.
Paraguay, en tanto, aparece como una vía de tránsito entre Bolivia y Brasil. Argentina y Uruguay, que también tiene costa sobre el Océano Atlántico, siguen siendo países de tránsito «a muy baja escala» para los números que manejan los demás países de la región.
Marihuana y fentanilo: entre la tradición y la innovación
Por su alto valor de venta en los países de destino, la cocaína es indiscutidamente el producto estrella de los narcotraficantes latinoamericanos. Y si bien la tendencia no parece que vaya a cambiar, otras drogas como la marihuana y las drogas sintéticas también tienen sus circuitos dentro del continente.
Dalby apuntó que los procesos de legalización de la marihuana que atravesaron EEUU y algunos países de Europa han «fragilizado» el mercado del cannabis ilegal. Sin embargo, las cifras de incautación de marihuana ilegal siguen creciendo y continúan siendo un cultivo importante para las organizaciones criminales de Paraguay, Colombia y México.
En el caso de la marihuana, Argentina se ha convertido en el mercado más apetecible por su alto consumo, fundamentalmente del cannabis paraguayo.
Según el director de Insight Crime, Argentina también se ha consolidado como una plaza fuerte para las drogas sintéticas como el éxtasis. Para el experto, resulta curioso como en el caso de este tipo de drogas el circuito se invierte: «La droga sintética que se consume en Argentina y Chile viene de Europa, se fabrica en Bélgica y Países Bajos».
Pero la mayor novedad en el campo de las drogas sintéticas está en México, donde los poderosos cárteles llevan ya algunos años incursionando en el fentanilo, un opioide sintético utilizado en la medicina como un poderoso calmante pero cuyo uso recreativo ha crecido de forma significativa, sobre todo, en EEUU.
Dalby explicó que, ya decididos a participar de la producción de fentanilo, los narcotraficantes mexicanos consiguen importar los precursores químicos necesarios para producir la droga desde China e India. La producción es exportada fundamentalmente al mercado estadounidense.
Las multinacionales del narcotráfico
Para el experto, la pandemia de COVID-19 no sólo no redujo al narcotráfico sino que sirvió, en última instancia, para fortalecer a los grandes grupos criminales del continente.
«Me gusta hacer la comparación con las grandes empresas multinacionales, que tienen diversas fuentes de ingreso y por eso pueden sobrevivir más fácilmente a una crisis que una empresa con un único ingreso. Una banda local que solo se dedica a la extorsión, si se cierran los comercios por la pandemia, ya no tiene cómo cobrar la extorsión», ilustró.
Los sobrevivientes son, entonces, los grandes grupos criminales del continente, entre los que mencionó al Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia, los brasileños Primero Comando da Capital (PCC) y Comando Vermelho y al mexicano cártel Jalisco Nueva Generación, que logró convertirse en el cártel más poderoso del país norteamericano —al mismo nivel que el famoso Cártel de Sinaloa— y uno de los más relevantes actualmente en América Latina.
De hecho, Dalby puso al cártel mexicano como ejemplo de esa estructura diversificada que le permite sobrevivir a la crisis causada por el coronavirus.
«El Cártel de Jalisco tiene tráfico de cocaína, de marihuana, de fentanilo, tiene extorsión, secuestros, sicariato, contrabando y tráfico de personas. Si una fuente de ingresos se cae, se enfoca más en las otras», resumió.
A pesar de la comparación con empresas trasnacionales, Dalby acotó que organizaciones como Jalisco Nueva Generación no llegan a tener presencia orgánica en todo el continente. «Lo que tienen son emisarios en Colombia, Venezuela y partes de América Central, que ayudan a asegurar la cadena del narcotráfico. No es su interés estar en Colombia para controlar la producción porque tendría que enfrentar bandas locales», explicó.
Un caso diferente, apuntó, es el del PCC brasileño, que sí logró cruzar fronteras y extenderse hacia Paraguay, seguramente porque en ese país «no tenía bandas rivales que pudieran resistirse».
Estos grupos también protagonizan uno de los fenómenos más estudiados por Dalby e Insight Crime: lo que denominan ascenso de «los invisibles». Según el experto, a diferencia de los grandes cárteles de las décadas pasadas, los nuevos líderes narcotraficantes no se hacen notar públicamente. «Se esconden y saben esconder su dinero», sostuvo.