Poco antes de la Segunda Guerra Mundial, los nazis buscaban territorios para desplegar sus bases militares y uno de los lugares más exitosos fue la Antártida. En diciembre de 1938 partió una expedición secreta de 82 personas y no solo lograron explorar la zona, sino también hallaron un terreno rocoso adecuado para construir una instalación.
El libro de Tomás Balmaceda y Agustina Larrea, Antártida. Historias desconocidas e increíbles del continente blanco revela que el 17 de diciembre de 1938, la Alemania nazi organizó una expedición que partió en el barco Schwabenland, la cual contaba con dos hidroaviones denominados Boreus y Passat que eran capaces de operar a temperaturas inferiores a 50 grados bajo cero.
«Encontramos una pequeña formación rocosa sobre la cual resplandecían piscinas de agua. Esta se hallaba a 100 metros al norte de una llanura de roca que se elevaba del hielo con una temperatura exterior de -5 ° C bajo cero y formaba un estanque abierto y pequeño sin ningún afluente visible. Toda la llanura rocosa estaba casi sin nieve ni hielo, y tenía una apariencia húmeda y fangosa», escribió en su bitácora Richard Schirmacher, el piloto del avión.