Ver una serie de televisión surcoreana en Corea del Norte es un motivo para ir a la cárcel y permitir que un amigo también la vea se castiga con la pena capital. Así es como los legisladores de la oposición surcoreana interpretaron el informe del servicio de inteligencia sobre la ‘Ley para contrarrestar la ideología y la cultura reaccionarias’.
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Esta ley se promulgó en diciembre a instancias del líder norcoreano, Kim Jong-un, que calificó el antisocialismo de «tumor maligno». Los medios de comunicación se apresuraron a decir que la ley iba dirigida a todo lo surcoreano: desde la música popular con programas de televisión de entretenimiento hasta el uso de palabras utilizadas en el sur.
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Durante mucho tiempo las autoridades de Corea del Norte se hicieron la vista gorda ante la penetración en su país de los dramas surcoreanos, o K-dramas, y el K-pop. Se percibía como una concesión forzada. Sin embargo, parece que la élite de Pyongyang ha empezado a temer que la importación y distribución ilegal de contenidos extranjeros pueda complicar los intentos de poner las relaciones de mercado bajo su control.
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«Desde que Kim Jong-un llegó al poder en 2011, como parte de las medidas para permitir la llamada mercadización voluntaria desde abajo, el consumo de contenidos populares importados de China, Corea del Sur y otros países no fue regulado tan estrictamente. Pero el aumento general de los riesgos para la seguridad, incluida la promoción de sanciones contra Corea del Norte por parte de Estados Unidos y el coronavirus, están empeorando la ya difícil situación económica de la población», explicó Kim Jung, profesor de la Universidad de Estudios Norcoreanos (Seúl), en una entrevista con Sputnik.
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Parece que en el último año ha habido manifestaciones de descontento popular o signos de su aparición en el futuro, lo que motivó la adopción de medidas para reforzar el control sobre la cultura pop extranjera, agregó el experto.
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En su opinión, la adopción de la Ley para contrarrestar la ideología y la cultura reaccionarias no debe interpretarse como un intento de ahogar a la naciente oposición que podría empezar a exigir reformas políticas tras ver cómo viven sus homólogos surcoreanos. Tampoco es muy probable que la preferencia por el contenido surcoreano esté asociada al sentimiento de identidad cultural de los norcoreanos con sus vecinos y no se puede esperar que los fans del K-pop y las telenovelas sean una fuerza impulsora de la unificación con Seúl.
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«Hay muchos estudios que muestran que la legitimidad del Gobierno y la lealtad al mismo han aumentado, por el contrario, durante la era de Kim Jong-un en comparación con su predecesor, Kim Jong-il. Por lo tanto, es necesario separar las cuestiones de contenido cultural de los países capitalistas y la actitud hacia su sistema político», advierte Kim Jung.
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Mantener la seguridad sin tener dinero para el «autoritarismo digital»
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Al mismo tiempo, el deseo de Corea del Norte de limitar la influencia de la cultura pop extranjera mediante la imposición de severas sanciones penales es más bien una señal de la falta de herramientas más eficaces.
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«China, por ejemplo, ya ha establecido un sistema de control basado en la biometría. Se ha invertido mucho dinero en su modernización y, de hecho, toda la infraestructura ya está lista. Corea del Norte, por su parte, ha apostado por los hackers y la esfera informática para sus necesidades militares. Y en general, el nivel de la infraestructura de información y comunicación, que permitiría este control, está muy atrasado», señaló el experto.
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Por lo tanto, sería lógico ver la aprobación de esta ley como una forma de mantener la seguridad ante la falta de finanzas «para la formación del autoritarismo digital», añadió el profesor.
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Para estar dispuesto a participar en el intercambio cultural, primero hay que estar seguro de que no socavará la estabilidad política; una vez resueltas las tensiones militares, Corea del Norte podría abrirse hacia el mundo exterior, resumió el experto.
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Así, después de que varios artistas surcoreanos aterrizaran en Pyongyang en abril de 2018, incluido el popular grupo femenino Red Velvet, supuestamente elegido por el propio Kim Jong-un, muchos querían creer que Pyongyang mostraba su voluntad de adoptar la cultura de masas del Sur. Pero tras varios intentos fallidos de resolver el problema nuclear y otras discrepancias, las relaciones entre los dos países se volvieron a enfriar.
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