El alcance del COVID-19, ha impulsado a los organismos internacionales, a considerar su prioridad y tomar decisiones urgentes. Dicho esfuerzo ha comenzado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), por su competencia especial en el tema. No ha estado exenta de críticas, algunas muy fuertes (recordemos las de Trump), por considerar que ha sido lenta en advertir su propagación, e ineficiente en su acción. Pasado este período inicial, se ha puesto al día ante la emergencia, por no existir otro organismo de reemplazo, y sigue coordinando toda la información que dispone sobre la propagación de virus, sus alcances, y ahora, sobre las vacunas. No ha sido el único organismo interesado, y todos los demás, dentro de su esfera de acción, se han incorporado a la causa. Resulta indispensable, pues la emergencia sanitaria es de tal magnitud, que nos afecta globalmente.
El Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres (Portugal), ha estado particularmente activo, haciendo continuos llamamientos a los países miembros, y destacando aquellas consecuencias insoslayables de la propagación del virus, que son innumerables, y todas extremadamente graves. Es así como la pandemia ha dejado de ser un desafío de salubridad, o epidemiológico, para transformarse en una muy seria crisis de política internacional. La prueba está en que el propio Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el órgano principal encargado de la Paz y Seguridad Internacionales, acaba de acoger en febrero, el llamamiento del Secretario General, sobre “el momento crítico, en que la equidad en las vacunas es la prueba moral que tiene ante si la comunidad mundial.” Denunció que su progreso ha sido tremendamente injusto y desigual, pues sólo 10 países han administrado el 75% de todas las vacunas, y más de 130 no han recibido ninguna dosis. El Consejo, apoyó la petición, pues no siendo un tema de paz mundial, se hace necesario que las vacunas “estén disponibles en los lugares afectados por el conflicto y la seguridad”.
Podrá argumentarse de que suena más lírico e idealista, que real. Pero es un gran paso.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Samuel Fernández Illanes – Abogado. Docente de la Facultad Jurídica y Sociales de la Universidad Central. Se desempeñó -entre 1998 y 2007- como Representante Permanente de Chile ante la UNESCO en París, Embajador en Egipto, concurrente en Túnez y Qatar, Embajador Observador ante la Liga de Estados Árabes, y Embajador Cónsul General en Miami. La primera gran experiencia dentro del Servicio Exterior de Carrera del doctor Fernández Illanes, data de 1971 a 1972 cuando fungió como Tercer Secretario de la Embajada de Chile en Francia, y durante sus ratos libres hacía labores de secretario particular de Neruda transcribiendo las memorias Confieso que he vivido; la confianza entre ambos llegó al punto que el poeta le autorizó “falsificar” su firma en los oficios diplomáticos.