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El encierro prolongado provocado por la pandemia ha traído diferentes consecuencias, una de ellas, el explosivo aumento en el uso de consolas y dispositivos. El doctor Otto Dörr Zegers señala que la interacción de los infantes con este tipo de entretenimiento es un asunto que se debe tomar con cuidado y supervisión.
Diversos estudios señalan que la industria de los videojuegos experimentó un alza del 63 % en sus ventas durante la pandemia, lo que trae consigo un aumento explosivo de su uso principalmente en niños, niñas y adolescentes. Este panorama podría seguir profundizándose en el país, especialmente con el retorno de las cuarentenas masivas producto del aumento de casos en el contexto de la «segunda ola».
En esta línea, el psiquiatra Otto Dörr Zegers plantea que la relación entre infantes y estas herramientas debe ser supervisada. «La tecnología en sí no debería ser dañina, pero si se la considera como única forma de conocer y aprender del mundo, claramente empobrece al sujeto y lo pone en peligro. El estar tan dominado por el sentido de lo visual, le resta posibilidades a los otros sentidos, que por cierto también aportan al conocimiento», indica.
Recientemente se han publicado estudios donde se demuestra que algunos videojuegos en determinados contextos podrían resultar beneficiosos. Por ejemplo, uno de los descubrimientos más alentadores demostró que estas herramientas pueden ser una terapia efectiva en el tratamiento de niños con cáncer. Según una investigación realizada por la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona y la Fundación Juegaterapia, el consumo de estos juegos puede disminuir el 30 % de los dolores que surgen de los tratamientos en infantes.
«El videojuego, ya sea por la estimulación en el sistema dopaminérgico o el aumento del tono vagal parasimpático, saca del foco de la enfermedad al niño y le provee de una situación estimulante que lo absorbe por completo. Ahora, la atención que hay que poner está en las manos del adulto a cargo. Esta persona será la encargada de regular su uso. El niño y/o adolescente no puede manejar el tiempo», señala Otto Dörr.
Videojuegos y la relación con la depresión infantil
En relación a lo anterior, se ha comprobado en distintas investigaciones que el videojuego únicamente es positivo si se controla su uso. Prueba de ello es un reciente estudio de la Universidad de Cambridge, que analizó a niños de 11 años a través de un seguimiento de 3 años. Si bien concluyeron que aquellos que destinaban más horas a los videojuegos tenían una menor probabilidad de desarrollar depresión infantil, se recalcó desconocer los efectos del consumo excesivo de este tipo de entretenimiento virtual en el largo plazo.
En ese sentido, el Premio Nacional de Medicina 2018 sostiene que los videojuegos consumidos en exceso pueden traer consecuencias negativas en el ánimo del individuo. «Al estar varias horas frente a la pantalla, se puede entrar en una dinámica de castigo/recompensa con la subsecuente frustración y desregulación anímica producto de perder en el juego. De esta manera, cuando no se está jugando, el niño siente síntomas de abstinencia que lo incitan a buscar nuevamente el placer momentáneo que le producía el juego, placer que desgraciadamente encuentra por un tiempo corto», explica.
Controlar el tiempo de juego, tarea de los padres
El mayor peligro que puede significar un tiempo prolongado destinado a los videojuegos por parte de los niños, es que lleguen a desarrollar una adicción. Este tipo de trastorno mental, trae consecuencias, como la disminución de la capacidad de relacionarse con otras personas fuera del juego y alteraciones en la conducta tales como mayor agresividad, tensión y agitación. La mejor forma de prevenir esto, según el psiquiatra Otto Dörr, es que los padres controlen el tiempo de juego de sus hijos desde pequeños. Para ello deben proveerles otras instancias que estimulen áreas como la música, el deporte o actividades en familia.