SANTIAGO – En los años sesenta, se llevó a cabo una inoculación masiva contra esta enfermedad, proceso que fue liderado por la académica de nuestro plantel, Aída Kirschbaum. Hoy, cuando atravesamos un período crítico en relación a la crisis sociosanitaria provocada por el COVID-19, la experiencia de lo sucedido con la Polio abre la esperanza respecto a la campaña de inmunización en curso.
«Una historia esperanzadora». Este es el título de una reciente carta publicada a inicios de mes en el diario El Mercurio por el académico del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la U. de Chile, Fernando Vio. En el texto, el profesor recordó lo ocurrido con la poliomielitis, enfermedad que asoló a nuestro país desde la década del ’50 hasta los ’70, pero que logró erradicarse gracias a un importante proceso de vacunación masiva con la vacuna Sabin.
La poliomielitis es una enfermedad contagiosa, también llamada parálisis infantil, que afecta principalmente al sistema nervioso. La produce el virus poliovirus y afecta especialmente a menores de entre cinco y diez años; se disemina de persona a persona a través de secreciones respiratorias o por la ruta fecal oral. En épocas de epidemia, su tasa de mortalidad alcanzó el 33 por ciento. En Chile, produjo cientos de casos durante la década de 1950 y a comienzos de los años 60, por lo que en 1961 comenzó la vacunación con Sabin Oral, dispositivo médico que eliminó esta patología.
En esos años, dice Vio en su carta, la inoculación se inició en más de 1 millón 100 mil niños portadores del virus tipo I y en más de 1 millón 300 mil con los virus tipo II y III. La primera vacunación hizo que disminuyera en un 72 por ciento el número de casos semanales a los 15 días de iniciado el proceso y en un 90 por ciento transcurrido un mes.
Esta experiencia nos hace mirar con esperanza lo que está sucediendo hoy con la pandemia del COVID-19 en Chile y el mundo entero. Cuando estamos atravesando una campaña de inmunización, que a la fecha ha logrado vacunar a más de 5 millones de personas, quienes son portadoras de las dos dosis. «Esperamos que esta historia se repita, a pesar de las incertidumbres del actual coronavirus«, comenta en su carta el profesor Vio.
Consultado sobre el tema, el académico del INTA señala que a su generación, «nos tocó presenciar cómo epidemias tan importantes tan importantes, tan severas que mataban a los niños, que además los dejaban inválidos como la polio, fueron erradicadas gracias a las vacunas. Lo mismo fue el caso, por ejemplo, de la viruela, y el sarampión».
Y, añadió Vio que «con las vacunas es la única posibilidad que tenemos de controlar la epidemia a nivel de salud pública y esto es algo que los que vivimos la época de las enfermedades infecciosas lo sabemos muy bien. ¿Qué ha pasado actualmente? Que la gente más joven no vivió esto. La gente más joven que nació de los 80 en adelante, no vivió las epidemias que nosotros vivimos, entonces ellos no creen en las vacunas, no le ven un efecto importante, no están convencidos de que ella es la gran solución que tenemos para enfrentar las epidemias y pandemias como la del coronavirus».
Aída Kirschbaum: referente de la campaña anti-polio
Un rol preponderante en este proceso tuvo la doctora y académica de la U. de Chile, Aída Isabel Kirschbaum Kasten, quien además fue madre de la académica y ex decana de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Marcela Pizzi. Formada en la Escuela de Salud Pública de la U. de Chile, la doctora Kirschbaum era destacada en la revista Eva de 1962 por su trabajo en medio del control de la enfermedad, al ser -en ese momento- general en jefe de la campaña anti-polio.
La destacada epidemióloga organizó y realizó la segunda etapa de la Campaña Antipolio emprendida por el Servicio Nacional de Salud, enfermedad que en los meses de verano producía 80 casos semanales con una mortalidad del 15 por ciento. Esta campaña, en sus dos etapas, fue destacada por su efectividad y la inoculación de un millón doscientos mil niños. «Más vale prevenir que curar, es uno de los refranes populares que mejor define mi entusiasmo por la epidemiología. Después de un día de trabajo, nada me alegra tanto como saber que he contribuido a que la salud de los niños, especialmente haya sido resguardada», señaló a Revista Eva en esos años la profesional.
Hoy, su hija recuerda a su madre fallecida hace poco menos de un año, a los 101 años, justamente por la contribución realizada. «Ella se preocupó mucho cuando vio por televisión lo que estaba pasando con el coronavirus», dice Marcela Pizzi, académica de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la U. de Chile. Detalla, además, que en ese momento le comentó también: «aquí va a morir mucha gente, o sea ella como epidemióloga sabía lo que se significaba una pandemia de estas características», sostiene.
Un Centro Productor de Vacunas
Sobre la situación actual y la posibilidad de contar con un Centro Productor de Vacunas que permita elaborar medicamentos y respuestas locales, Pizzi recuerda que su madre «dijo que era el error más grande haberlo eliminado. Entonces, lamentablemente, a raíz de este trauma, debiera volver a tenerse de todas maneras, para poder ser un poco independiente en relación a tener que estar comprando vacunas en el extranjero. Con todo lo que eso significa, como el costo, el que no tienes la seguridad que te lleguen».
Por su parte, el académico de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, Luis Fidel Avendaño, recuerda el rol del plantel público en esos años. «En esa época el Servicio Nacional de Salud estaba conformado especialmente por gente de la U. de Chile o exalumnos. Entonces, en ese sentido, la Universidad ha tenido una gran influencia en formar a los médicos, especialmente a los epidemiólogos».
Sobre los desafíos que surgen a la hora de producir las propias vacunas, el Doctor Avendaño es cauto en señalar que «preparar una vacuna es bastante difícil. Ahora, aparentemente, la biología molecular está facilitando el modo de preparación, pero siempre preparar una vacuna necesita instalaciones de muy alta especificidad, buenas condiciones que realmente en los países habitualmente no hay. Son grandes compañías o algunos países muy grandes los que tienen posibilidades de preparar vacunas».
Y, agregó que «tenemos harta experiencia y somos muy disciplinados, de modo que implementar vacunas y luego hacer estudios para ver cómo va funcionando, cómo es la inmunidad que se está logrando, es perfecto. Chile está muy bien con eso, pero yo creo que para preparar la vacuna se necesita una instalación, laboratorios, algo mucho más complejo».
Además, el académico señala que la experiencia adquirida, primero con Sarampión en el año 1964, luego con poliomielitis y con la viruela, «se puede aplicar exactamente ahora y yo creo que se está aplicando toda esa experiencia, esa es la base de porque tan rápidamente se está vacunando contra el coronavirus y en forma tan eficiente estamos avanzando«.