SANTIAGO – ¿Qué herramientas deberá usar el organismo constituyente para hacer posible que los chilenos y chilenas -más allá de los salones del Palacio Pereira- puedan contribuir al contenido de la nueva Carta Fundamental? Esta es la pregunta que responden en #ClavesConstituyentes de la Universidad de Chile los académicos Pablo Cottet, de la Facultad de Ciencias Sociales, y María Cristina Escudero, del Instituto de Asuntos Públicos.
La ciudadanía hace tiempo viene expresándose y demandando una mayor participación en los procesos sociales, sin mirar como único referente a los clásicos partidos políticos. Desde el año 2006, con la «marcha de los pingüinos», pasando por el movimiento estudiantil de 2011, y llegando al 2019 – 2021, con el estallido social primero, y con lo que muchos han denominado como estallido electoral del 15 y 16 de mayo después, se está gestando una energía social que busca incidir de forma efectiva en los procesos democráticos. El acto republicano de acudir a las urnas ya se tornó insuficiente. No basta. En la calle, en las comunas, en los barrios, en los territorios, en los cabildos, la ciudadanía clama por ser escuchada. Y los resultados están a la vista: independientes sin militancia partidaria serán mayoría en la próxima Convención Constitucional.
Ante este nuevo escenario social y político se abre una interrogante que por estos días está marcando el debate constituyente y que abordamos en #ClavesConstituyentes de la plataforma Uchile Constituyente: ¿Cómo se hará efectiva una real participación de la ciudadanía para que sea capaz de incidir en los contenidos y no se agote en aprobar o rechazar, mediante el plebiscito de salida, el texto redactado en el Palacio Pereira?
Para el académico del Departamento de Sociología de la U. de Chile y director del Laboratorio Interdisciplinar de Estudios en Controversias Constituyentes, Pablo Cottet, el resultado de este proceso está creando profundos cambios en la sociedad, de los cuales la Convención deberá hacerse cargo, con el fin de representar adecuadamente a una ciudadanía expectante por todo lo que se está viviendo y que no se conformará solo con haberlos elegido mediante el voto.
“Los resultados de las elecciones de convencionales del 15 y 16 de mayo han puesto una clave de transformación social, política y cultural. Una clave de una transformación que se tenía alguna sospecha, pero que ha quedado refrendada y corroborada en los resultados de una elección que fue para todos sorpresiva. Y esa transformación tiene que ver con la participación ciudadana que se expresa en dinámicas sociales que no están vinculadas exclusivamente a los partidos políticos. Se nos ha repetido, desde los comienzos de la República en Chile, que sin partidos políticos no puede haber democracia, pero ahora habría que decir que no bastan los partidos políticos para que exista democracia, son necesarios, pero no suficientes”, afirma.
El profesor de la Facultad de Ciencias Sociales agrega que deben existir, al menos, tres elementos para que esta participación ciudadana se transforme en hechos concretos:
“Me parece que van a ser clave tres condiciones para la participación: primero, el pluralismo; es decir, que se considere la diversidad de intereses ciudadanos. Estamos hablando de temas como la tercera edad, los derechos del niño, de las personas que viven con discapacidad, de la diversidad de género, sexual, entre otros. El pluralismo es una primera condición. La segunda es la transparencia, si van a haber o no sesiones confidenciales, y de ocurrir: sería un atentado contra la participación ciudadana. Y una tercera condición es la descentralización. Para que exista una real participación ciudadana deberíamos tener estos tres estándares básicos. No puede ser que se esté discutiendo —por ejemplo— en diferentes comunidades el derecho al agua, y no se tomen en cuenta sus opiniones, solo porque son asambleas territoriales. Entonces, para que efectivamente la participación cuente con un estándar básico que responda a la nueva clave de transformación socio cultural de la política debería cumplir con el pluralismo, la transparencia y la descentralización como elementos claves”.
Para la académica del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, María Cristina Escudero, debiese existir una adecuada planificación estipulada en el reglamento que se debe aprobar en los primeros meses de funcionamiento de la Convención, para que toda la demanda por mayor participación pueda tener un efecto concreto en la redacción del nuevo texto:
“Los constituyentes deben tener insumos desde la ciudadanía, debatirlos, evaluarlos. Eso implica que se haga en conjunto con el trabajo de comisiones —si es que se forman— y se establezcan en aquellas instancias mecanismos de participación que se puedan encadenar al proceso de toma de decisiones. De otra manera, será algo en paralelo, y lo que ha pasado en otros procesos constituyentes en democracia, se puede desbordar. Si no está planificado puede haber filas y filas de participación, de documentos que no son factibles de absorber por la Convención”.
La profesora Escudero agrega que han existido experiencias exitosas en otros procesos constituyentes de países vecinos, en los cuales se logró generar un importante grado de participación ciudadana, que aportó en contenidos a los constituyentes electos.
“Los procesos colombianos, ecuatorianos, bolivianos fueron muy abiertos a la ciudadanía, y eso legitimó bastante las instancias. Incluso, la experiencia colombiana desarrolló un proceso bastante ordenado en sus instancias de participación. Hubo documentos de sistematización y se logró incidir de buena forma. También en Bolivia los constituyentes fueron al territorio y escucharon. En ese caso, en particular, el PNUD sistematizó esa información. De ahí, se aprendió que se debía sistematizar, que había que ser ordenados en procesar esa información” explica.
¿Qué experiencia deja el proceso constituyente del segundo gobierno de Michelle Bachelet?
204.402 personas participaron en algunos de los encuentros locales autoconvocados (ELA) o en los cabildos regionales ciudadanos que se llevaron a cabo durante abril y agosto del año 2016, durante el segundo gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet. Un proceso de participación ciudadana que contó con una metodología específica capaz de sistematizar los contenidos de estos diálogos ciudadanos, y que serían el principal insumo para la redacción de un nuevo texto constitucional. Por diversos motivos, ese proceso nunca generó una nueva Carta Fundamental.
Pablo Cottet formó parte de dicho proceso en su etapa de sistematización, y cree que pese a que no llegó al puerto deseado sí fue capaz de generar una ola de energía de participación ciudadana que no ha muerto, muy por el contrario: tras el 18-0 revivió.
“Las expectativas que se crearon en torno a ese proceso terminaban con la presidenta Bachelet entregando al Poder Legislativo una propuesta de Constitución. Algo de eso pasó, pero, por supuesto, con una potencia mucho más baja de lo que se esperaba por parte de quienes estaban empujando una nueva Carta Constitucional desde hace más de 15 años. Y en ese sentido, ese proceso se desinfló, pero no significa que haya desaparecido. Eso mismo, luego se reactivó y lo vimos recientemente. ¿Cómo fue que ganaron todos los independientes electos?: con una importante activación de la ciudadanía interesada en participar, en llevar candidatos a este nuevo órgano, único en la historia de Chile que redactará la nueva Constitución. Y hoy, las y los convencionales van a tener que poner el énfasis en la participación. Será muy difícil que este proceso se desinfle, como pasó con los ELAS. Eso no debería pasar, porque la mayoría de los y las convencionales están comprometidos con una nueva Constitución para Chile. No se podrá desactivar, tengo esa convicción”, concluye.