Por Luis Martínez Cerna | Convención Constituyente y obsolescencia programada

Hace unos días, surgió una idea para intentar una relación entre la instalación y cumplimiento de la Convención Constituyente y un concepto muy utilizado en el diseño de productos: la obsolescencia programada.

Interesante analogía, dado que la Convención Constituyente responde a un proceso de movilización social que, mediante un acuerdo político de por medio, nos obliga a iniciar un proceso de cambio constitucional.

Las expectativas que se tienen de esta Convención son justamente un nuevo ordenamiento constitucional para Chile.  Es decir, una nueva Carta Magna que explicite las reglas del juego de aquí a 30 o 40 años: esto es, ni más ni menos, pensar en un nuevo país.

Sin embargo, antes de instalar la Convención, ya existen miradas diversas a cuestiones simbólicas y necesarias como quiénes asisten a su instalación, quién dirige la votación, y otras cuestiones que, siendo importantes, no formarían parte del fondo y objetivo principal, que es conversar, debatir y acordar una nueva Constitución.

Un dato clave, es el periodo acotado de tiempo que tiene la Convención: nueve meses, extendiéndose a 12 si fuera necesario, para presentar a la ciudadanía la propuesta de borrador de una nueva Constitución. Esto claramente implica que existe un tiempo finito para conversar, debatir y acordar esta nueva Constitución, incorporando en el seno mismo de la Convención el concepto de obsolescencia programada, es decir, un periodo de vida útil limitado para el cumplimiento de su propósito.

El peligro que puede surgir es que la Convención no cumpla su propósito, que no pueda conversar, debatir y menos acordar un nuevo texto. Con todo, el peligro mayor, es justamente la incapacidad para poner al país primero y que tienda a concentrarse en cuestiones que, quizá siendo importantes, desvíen la atención del propósito principal como es acordar una nueva Carta Magna. No se trata de restar importancia a temas ni debates, pero la capacidad de visualizar al país primero debe permitirnos contar con la capacidad de relevar los acuerdos por encima de todo, no a cualquier costo, por cierto.

Lo que se inicia el 4 de julio es tan importante, que necesitamos un país donde tengamos cabida todos y todas, donde la exclusión y la arrogancia queden atrás y seamos capaces de repensar Chile, con el agradecimiento a quienes se movilizaron para hacer posible este proceso, como también a quienes conforman la Convención Constituyente y pondrán al país primero.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Luis Martínez Cerna Director Administración Pública, UCEN.