Raúl Zibechi | La guerra de China contra los videojuegos

Conocemos el doble rasero de Occidente en su relación con las naciones que no están bajo su esfera de influencia. Y sabemos bien cómo se utilizan causas nobles, para volcarlas en contera de sus adversarios o enemigos, como sucede con las mujeres afganas oprimidas por el movimiento talibán —proscrito en Rusia por terrorismo—.
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Ahora surgen quienes se rasgan por la decisión del Gobierno de China de limitar a los menores el uso de videojuegos en línea, decisión que acaba de tomar el Gobierno de Xi Jinping. Sin embargo, en Estados Unidos esta práctica ha sido común entre la elite del 1% más rico.
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«Los hijos de Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Microsoft) o Sergey Brin (Google) no han sido niños con barra libre de tecnología en sus casas pese a sus padres y las empresas que han llegado a dirigir. Lo mismo ocurre con muchos otros hijos o sobrinos de grandes CEOs de empresas tecnológicas que incluso apuestan para la educación por colegios donde la tecnología no tiene cabida ni en su mínima expresión», explica Xataca, portal especializado en informaciónsobre tecnologías digitales e informática.
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Steve Jobs, por ejemplo, defendía que sus hijos practicaran la lectura, en particular de la historia, o bien actividades que no implican el uso directo de tecnología. Bill Gates no dejó a sus hijos usar el teléfono móvil hasta los 14 años, aunque en la casa se usaban habitualmente por los adultos.
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Para los CEO de empresas tecnológicas, evidentemente los más conocedores de los problemas vinculados al uso abusivo de ellas, el principal motivo para limitar el acceso de sus hijos, los seres más queridos por cualquierpersona, consiste en que «la tecnología usada de forma compulsiva acaba con la creatividad y limita las relaciones sociales».
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Ahora es el Gobierno chino el que decidió poner límites a lo que considera «el opio de la mente», limitando a tres horas por semana el uso de videojuegos online a menores de 18 años —viernes, sábados y domingos, de 20.00 a 21.00 horas—. Xi argumentó además que la tendencia al consumo abusivo de videojuegos es «peligrosa para la economía del país»
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En China existían ya restricciones que limitan las partidas entre varios jugadores por internet a una hora y media al día para menores, además de que los juegos de las tres grandes compañías occidentales —Sony, Nintendo y Microsoft— están regulados. Las nuevas restricciones afectan a grandes empresas chinas como Tencent.
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Según un informe de El Economista, en EEUU se está detectando «un aumento en el número de jóvenes que abandonan el mercado laboral u optan por empleos a tiempo parcial para tener más horas para jugar», riesgo aún mayor en China donde «dominan los juegos multijugador online, mucho más complejos, atractivos y absorbentes que un juego para un solo jugador de consola».
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Desde tiempo atrás China está en una campaña para regular sus monopolios, entre ellos los digitales, para «prevenir la expansión irracional de capitales» y «abordar el crecimiento salvaje» del sector tecnológico.
El Partido Comunista debe «guiar y supervisar a las empresas» y poner en marcha «regulaciones efectivas y normas precisas» con el objetivo de «servir a los intereses generales del desarrollo económico», según las declaraciones oficiales.
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En los hechos, se colocaron multas al gigante del comercio electrónico Alibaba por casi 3.000 millones de dólares, la mayor multa antimonopolio en la historia del país; se puso la lupa en compañías como Meituan y Didi, similares a Uber, arguyendo riesgos para la seguridad de los datos de los usuarios, y llegaron a bloquear los planes de Tencent para fusionar las plataformas de retransmisión de videojuegos Huya y Douyu para «evitar una situación de monopolio».
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El director del Observatorio de la Política China, Xulio Ríos, acepta que la política de Xi se propone controlar la seguridad de los datos al comportamiento monopolístico, asegurar la estabilidad financiera del país, «pero también el control político o ideológico» que en su opinión «no puede faltar».
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Estima que buena parte de estas medidas son adecuadas para controlar «los abusos de poder y corruptelas de los multimillonarios y sus empresas privadas o semiprivadas que acaparan el mercado y se adueñan de los datos de los usuarios de sus productos».
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Pero Ríos asegura que quienes desde Occidente critican a China, fracasaron en sus objetivos de «meter en cintura a estas empresas que abusan de su posición dominante en el mercado», como es el caso de Google, Amazon, Facebook o Amazon a las que ni EEUU ni la Unión Europea consiguieron que cumplan sus obligaciones fiscales. «Una vez más, Beijing exhibe la eficiencia de su gobernanza en este aspecto», concluye Ríos, con cierta ironía.
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En noviembre de 2020, cuando el brazo financiero de Alibaba, el grupo Ant de Jack Ma, planeó la mayor salida a bolsa de la historia, el Gobierno de Xi intervino para impedirlo, porque busca construir una economía y un sector empresarial preparado para la contienda geopolítica en curso, «aunque ello exija articular una menor dependencia del capital internacional y la acumulación de capacidades internas tanto en el orden energético como industrial».
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En mi opinión, los dirigentes chinos han comprendido que en las próximas décadas la competencia geopolítica con EEUU no hará sino agudizarse, con amenazas de guerras y de agresiones de todo tipo, desde las armadas hasta las económicas y financieras. El punto fuerte de Washington era la superioridad militar, ahora seriamente acotada por el crecimiento cuantitativo y cualitativo de las fuerzas armadas chinas.
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Pero existe otro punto fuerte en Occidente, que Ríos describe como «los riesgos sistémicos» en el sistema bancario y financiero de China y que tanto EEUU como la UE pueden aprovechar para debilitar al Dragón. En suma se trata de un respuesta a los crecientes riesgos geopolíticos que enfrenta.
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Es cierto que las regulaciones estatales fuertes pueden afectar las opciones y libertades de sus ciudadanos, como también advierte Ríos. Sin embargo, las regulaciones existen incluso en Occidente que siempre discursea sobre las libertades. Actitudes como las de Jobs y Gates no son cuestionadas, pero cuando un país no occidental busca algún tipo de regulación, comienzan los sermones «democráticos».
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La historia del siglo XX, por no ir más lejos, nos enseña que en los períodos de agudas disputas geopolíticas, las libertades personales suelen ser acotadas, cuando no eliminadas, en todos los países que participan en la contienda.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN 

Raúl Zibechi – Periodista e investigador uruguayo, especialista en movimientos sociales en América Latina. Escribe para Brecha de Uruguay, Gara del País Vasco y La Jornada de México, autor de los libros ‘Descolonizar el pensamiento crítico’, ‘Preservar y compartir. Bienes comunes y movimientos sociales’ (con Michael Hardt), ‘Brasil Potencia. Entre la integración regional y un nuevo imperialismo’, entre otros.


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