Por Teresa Consuelo Cardona | CMJ en Colombia: Elecciones, si. Democracia, no

Este domingo, 5 de diciembre, se realizó en Colombia la jornada electoral para conformar los Consejos Municipales de Juventud, un organismo de interlocución y concertación que representa a los jóvenes en su intención de ser tenidos en cuenta en las decisiones administrativas, y como veedores del accionar público de los gobernantes locales. Era la primera vez que su elección se hacía por voto popular, sin embargo, la novedad no se transformó en participación electoral. Apenas el 10% de los jóvenes entre los 14 y 28 años, que podían votar, se acercaron a las urnas. La jornada se tiñó de desconfianza por decisiones administrativas de la Registraduría y por denuncias de fraude.  

Los Consejos Municipales de Juventud (junto con los distritales y departamentales) son una iniciativa que se puso en marcha desde finales del siglo XIX, cuando el Congreso creó la Ley 375 del 97, o ley de juventud. Desde entonces los Consejos se habían constituido con jóvenes en representación de organizaciones que postulaban su nombre, en ambientes locales sin mayor impacto en la sociedad o trascendencia en lo electoral. Mediante el Decreto 0089 de Febrero 2 de 2000, el presidente Pastrana hace modificaciones a la ley, y puntualiza la manera como deberán ser elegidos los miembros del Consejo, haciendo énfasis en que cada alcalde adoptaría las reglas y los criterios específicos para la organización y el funcionamiento del Consejo de Juventud de la respectiva jurisdicción, teniendo en cuenta que esas disposiciones deberían ser enviadas al ministerio del Interior para para efectos de las observaciones que pudieran hacerse previas a su aprobación final.

Desde el 2013, se modificó la forma en que los Consejos eran elegidos, por considerar que la representación de los jóvenes se había disuelto en maniobras políticas de los gobernantes, se había distorsionado su papel de interlocución y jamás había funcionado la tarea veedora, en tanto que muchos de los jóvenes elegidos, eran extensiones comprometidas con los partidos en el poder, y por lo tanto, sus objeciones al ejercicio del gobierno eran casi nulas. Y cuando se presentaban desde los raros casos de oposición, simplemente eran ignoradas. En ese año se dispuso entonces, que los Consejos Municipales de Juventud, deberían ser un evento de la agenda electoral colombiana, y que los elegidos estarían en su cargo por un período fijo de 4 años. La cantidad de miembros del un Consejo Municipal de Juventud dependen de la población del municipio en que se elija. Hay consejos de 7, 13 y 17.

La manera como los CMJ se integran se establece en la ley: 30% serán jóvenes que hacen parte de procesos organizativos, grupos juveniles, colectivos, pero no partidos tradicionales; otro 30%, jóvenes miembros de partidos políticos y movimientos con personería jurídica como tal; y, un 40%, jóvenes independientes que quieren ser protagonistas y buscan aprovechar esta oportunidad para presentar sus propuestas. Según el Gobierno, “los jóvenes elegidos serán parte activa de la democracia representativa que se practica en Colombia”.

La fecha de las elecciones para la conformación de los CMJ, fue pospuesta en varias ocasiones por diversas causas, incluso, el día de realización de estas elecciones era el 28 de noviembre, que nuevamente fue aplazada hasta el 5 de diciembre.

La jornada se desarrolló en todo el país, teniendo especial acogida en las ciudades más pobladas y apenas notándose en las poblaciones pequeñas y menos aún, en las que presentan graves situaciones de orden público o en las que están bajo el control de grupos al margen de la ley. El abstencionismo que superó el 90% fue la nota predominante en los noticieros y el tema favorito de los analistas, quienes se inclinan su opinión hacia la dejadez de los jóvenes, su apatía hacia la participación y su preferencia por los actos de violencia como el reciente estallido social, en el que los jóvenes tuvieron presencia permanente y predominante.

Sin embargo, valdría la pena analizar con menos superficialidad, las razones de los jóvenes. Por un lado, la evidente desconfianza en las instituciones como mecanismo de interlocución, en tanto, afirman algunos, el Consejo, en el pasado, nunca ha sido escuchado. Y de otro lado, la Registraduría no ofrece la garantía de transparencia necesaria para validar el proceso. De hecho, faltando unas horas para la apertura de la justa electoral, el registrador nacional cambió las reglas del juego, permitiéndoles a los electores, inscribirse al momento de ir a votar. Así, quienes no aparecían en listas de electores, de todos modos, podían votar, con el riesgo de que cada persona podría, en consecuencia, votar varias veces. Una decisión que no tiene explicación a la luz del derecho, pero que bien podría hacer parte de la muy particular flexibilidad democrática colombiana.

Por otra parte, consultando a jóvenes que integraron en el pasado los CMJ, la mayoría expresa su inconformidad porque el propósito del Consejo no se cumple. Tal como lo manifiestan, ni son atendidas sus sugerencias, ni se les presentan nunca las ideas de los gobernantes para ser discutidas desde una visión etaria. Además, los Consejos sirven más de trampolines de los grupos políticos en el poder, de nuevas figuras que no representan a los jóvenes, sino que se perfilan como sujetos novedosos y objetos de marketing y no como sujetos políticos que se deben a una causa colectiva. Si a ello se le suma la enorme deserción que tienen los Consejos, el panorama suele ser bastante desalentador para los muchachos y muchachas que prefieren no acercarse a las urnas.

Del mismo modo, es importante reconocer el efecto que tiene sobre los jóvenes el desconocimiento del Estado y de las estructuras de participación política, ya que muchos de los electores potenciales, ni siquiera sabían que lo eran, ni que podían votar siendo menores de edad. Y por su parte, los candidatos independientes y los de organizaciones alternativas provenientes de zonas marginales, carecen de los recursos indispensables para darse a conocer. Probablemente las campañas más exitosas fueron las que se asumieron al mejor estilo de los influencers.

Todavía no se tienen los datos consolidados y los consejos se conformarán de todos modos. Según información general de la Registraduría, la mayor votación la han obtenido los partidos políticos, la segunda las listas independientes y por último se ubican los procesos y prácticas organizativas. Así, pese a la escasa votación, los jóvenes con más visibilidad y aceptación son los que provienen de organizaciones políticas con tradición en la participación electoral y los que tenían por bandera la politización de la protesta social. El ejercicio vale la pena para generar cultura de participación a futuro, pero también para evidenciar las debilidades de un proceso que se suma a las muchas jornadas electorales de Colombia, aunque poco apunte a la consolidación de la democracia. Se espera que más de mil CMJ empiecen actividades en el 2022.

 


LA OPINIÓN DE LA AUTORA NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Teresa Cardona Guerrero – Comunicadora Social – Periodista. Corresponsal en Colombia /Diario La Razón

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