Una reciente investigación muestra lo que ya percibíamos como evidente, que nuestra sociedad está abandonando los hechos y la razón para abrazar las emociones y los sentimientos. Sucede desde 1980 y se acelera en 2007 con las redes sociales. La consecuencia es la llamada posverdad, que afecta a políticos pero que ya impregna a toda la sociedad.
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En los últimos años el lenguaje ha ido abandonando la racionalidad para enfocarse más en la emoción. Eso supone que se pierde interés en los hechos y en los argumentos racionales para dedicarse más a las emociones y los sentimientos.
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Es la conclusión de un estudio de científicos de la Universidad e Investigación de Wageningen (WUR) y la Universidad de Indiana publicado hace unos pocos días en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences bajo el título The rise and fall of rationality in language (Auge y caída de la racionalidad en el lenguaje). El uso de palabras relacionadas con la racionalidad fue en aumento desde 1850, pero comenzó un declive acelerado alrededor de 1980.
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Los precedentes de la posverdad
Los científicos creen que en esta evolución (o involución) podría estar el precedente de estos tiempos en los que parece que la veracidad en el discurso público está en desuso y la posverdad lo domina. Según los expertos, durante los últimos cuarenta años el interés público ha experimentado un cambio acelerado de lo colectivo a lo individual, y de la racionalidad a la emoción.
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El estudio llega a la conclusión de esta evolución en el lenguaje tras analizar informáticamente el vocabulario utilizado en millones de libros. Los investigadores encontraron que las palabras asociadas con el razonamiento, como «determinar» y «conclusión», aumentaron sistemáticamente desde 1850, mientras que las palabras relacionadas con la experiencia humana, como «sentir» y «creer», disminuyeron. Pero este patrón se revirtió en los últimos 40 años, en paralelo con un cambio de un enfoque colectivista a uno individualista, como se refleja en la proporción de pronombres singulares a plurales como ‘yo’/’nosotros’.
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También en Google
Comprobaron que la tendencia, además de producirse en los libros, de ficción y no ficción, afectaba a los periódicos como The New York Times. No solo eso, también se confirma con el análisis de las palabras más buscadas en Google a partir de 2007.
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Parece lógico pensar que la primera parte del proceso, el avance del lenguaje racional y científico desde 1850 a 1980, obedece a que «los rápidos desarrollos en ciencia y tecnología y sus beneficios socioeconómicos impulsaron un aumento en el estatus del enfoque científico, que gradualmente impregnó la cultura, la sociedad y sus instituciones que van desde la educación a la política». Del mismo modo, lo espiritual y esotérico iba en declive en sociedades que se iban modernizando y secularizando.
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Los autores reconocen que no es fácil definir el motivo del cambio de tendencia a partir de 1980. Quizá se deba a un sentimiento de desengaño creado como consecuencia de las políticas económicas de entonces que se presentaron con argumentos racionales pero que no proporcionaron suficiente redistribución de la riqueza. También hemos de tener en cuenta que fue a partir del fin de esa década cuando comenzó a introducirse internet en nuestras vidas.
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Aumento a partir de las redes sociales
Lo que sí se aprecia en muchos idiomas, es que la tendencia al uso de palabras relacionadas con el sentimiento y la intuición se incrementa alrededor de 2007. Precisamente el año del auge de las redes sociales fue cuando disminuyó la frecuencia de las palabras relacionadas con los hechos mientras aumentaba el lenguaje cargado de emociones.
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Los autores del estudio hablan de un impacto de las redes sociales en las emociones, los intereses y las visiones del mundo. Por ejemplo, las redes podrían haber generado el efecto negativo de distorsionar tu percepción de bienestar y sentir que tus amigos tienen más éxito, más amigos y son más felices.
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Al mismo tiempo, el mayor acceso a las campañas de activismo social puede aumentar la sensación de que estamos rodeados de problemas, tragedias e injusticias. Todo ello genera impotencia y frustración en muchas personas.
Es indiscutible que internet y las redes han supuesto una mayor difusión de desinformación y teorías de la conspiración, en lo que ya era un campo de cultivo de incertidumbre y crisis.
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Los analistas se plantean si ese cambio desde lo racional a lo emocional detectado en el mundo de los libros, en The New York Times y en las búsquedas de Google se corresponde con un cambio profundo en las actitudes y el pensamiento.
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Posverdad y emotividad en dirigentes políticos
Y ahí es donde llega el momento de la posverdad, es decir, el retorcimiento de la realidad para llevarla al campo de lo que desean nuestros sentimientos y emociones hasta el punto de que deje de ser la realidad. Ese es un filón que está siendo explotado por amplios sectores de la sociedad y también por los dirigentes políticos.
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Empezó ya con esta anécdota de Ronald Reagan al descubrirse el escándalo Irán-Contra, por el que se vendieron armas a Irán y con el narcotráfico se financiaba la contra nicaragüense. Al salir a la luz la verdad y quedar en evidencia la falsedad de la versión gubernamental dijo:
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«Mi corazón y mis mejores intenciones siguen diciéndome que es verdad, pero los hechos y las evidencias me dicen que no lo es».
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Desde ese planteamiento, no puede ninguna frialdad racional estar por encima de algo tan tierno y entrañable como el corazón, las intenciones o los sentimientos.
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Ya la asesora de Trump Kellyanne Conway, cuando se desmontaban sus mentiras, afirmaba que ellos «manejaban hechos alternativos a los que habían mostrado los medios».
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El lenguaje de la emotividad y el sentimiento es más sencillo y eficaz porque requiere de menor formación y capacitación.
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En 2015, un trabajo del Boston Globe demostraba que el lenguaje del presidente de Donald Trump era tan básico que hasta un niño de nueve años lo podía comprender sin dificultad. Cuatro años después un complejo estudio elaborado por expertos en lingüística y psicología de las universidades de Texas y Princeton y publicado también en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) confirmaba que Trump no es una extravagante excepción en la historia, sino el último síntoma de un proceso histórico.
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No solamente Trump
Los investigadores analizaron más de 33.000 textos de todos los presidentes de Estados Unidos desde finales del siglo XVIII, así como intervenciones en debates, entrevistas, campañas de primarias y discursos. También mensajes de líderes internacionales y contenido publicado en medios de comunicación, más de 5.000 novelas, 12.000 subtítulos de películas y más de dos millones de artículos del New York Times o transcripciones de programas de la CNN.
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Su conclusión es que los políticos de todo el mundo han ido abandonando el discurso racional y el pensamiento analítico y han decidido dirigirse a los votantes con mensajes simples y elementales que sólo transmiten seguridad y emoción.
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La simplificación y emotividad del lenguaje político se aprecia en los debates de los líderes, y en las participaciones de los ciudadanos en las redes. En todos ellos dominan el insulto, la anécdota, el chisme, sin lugar para el argumento elaborado o el razonamiento en profundidad.
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No es solo la simplificación, algo inevitable en los formatos audiovisuales, sino la existencia de un discurso dirigido a lo emocional y no a la propuesta política o programática.
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Posverdad científica, biológica e histórica
Si seguimos repasando situaciones y sectores en los que el sentimiento y la emotividad supera a la razón podemos aterrizar en la «posverdad científica», que lleva a negar que exista el coronavirus; la «posverdad histórica» lleva a negar el holocausto y la «posverdad biológica» de quienes se consideran en el derecho de elegir sexo, edad, raza y hasta especie.
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Es evidente que puede haber intereses desde un poder político para fomentar la emotividad y el sentimiento. Sin duda porque es la forma más barata de un Gobierno para sembrar apoyos sin necesidad de destinar recursos.
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Dedicarse a apoyar el orgullo, la visibilidad, la autoestima, el sentimiento y la emoción de ser mujer, trans, homosexual o enfermo psiquiátrico es más barato que destinar recursos para atender las necesidades específicas de esos colectivos.
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Sale más económico y da más juego político una campaña llamada «orgullo loco» para los enfermos mentales o llamar a la cojera «diversidad funcional» (algo que también se podría aplicar al campeón de cien metros lisos, ya que su superioridad también es una diversidad funcional) que aumentarle la pensión o la asistencia a esos colectivos. Es más rentable políticamente aplaudir sentimientos que garantizar comida, educación y salud. Por tanto, hay que hacer bandera de las emociones y sentimientos, y no del derecho a la alimentación o al trabajo digno.
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Sucede también en el fenómeno los extremismos religiosos, grupos sociales, con sus correspondientes líderes, que abandonan las luchas sociales racionales para abrazar «liberaciones» extraterrenales.
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Incluso en la Universidad
La tendencia a magnificar la emoción frente a la razón se aprecia en casi todos los ámbitos. Uno de ellos, el que debería ser más resistente, es la Universidad, especialmente las estadounidenses. Allí expertos, como David D. Burns proclaman que deben ser nuestras emociones y sentimientos los que determinen nuestras interpretaciones de la realidad. Los profesores deben preocuparse sobre todo de cómo sus elecciones puedan afectar al estado emocional del alumnado. Lo que supone que la ciencia, la lógica y el razonamiento ilustrado queda en un segundo plano, o directamente eliminado si va afectar al estado emocional del alumno.
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Es verdad que, tras el boom de la ciencia, hemos descubierto que los sentimientos y la emoción son importantes, fundamentales en nuestra vida. Del mismo modo que comprobamos que todo no podemos explicarlo con el método científico. No se trata de ignorar lo emotivo, pero sí de preocuparnos si nos estamos dirigiendo a un mundo que reniega de la ciencia, de la verdad, de lo empírico. En otras palabras, de la Ilustración, de las luces que nos sacaran del misticismo y el oscurantismo de la Edad Media.
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El lenguaje como luz de alarma
Ya estamos viendo líderes políticos y movimientos que nos están arrastrando al mundo de la posverdad donde la mentira se convierte en legítima o colectivos que han perdido la credibilidad en la ciencia para abrazar las conspiraciones más peregrinas y peligrosas.
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Observar la evolución del lenguaje puede ser un buen método para percibir hacia dónde nos dirigimos. Nos está diciendo que estamos abandonando la razón para abrazar la emoción. Es una luz roja de alarma, que se ha encendido y nos está advirtiendo.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Pascual Serrano – Periodista español. Fundó en 1996 el medio alternativo digital Rebelion.org. Fue asesor editorial de la televisión latinoamericana Telesur. Premio de Periodismo de Derechos Humanos 2019 de la Asociación ProDerechos Humanos de España (APDHE). Especialista en medios y analista político. Colabora en Eldiario.es, Le Monde Diplomatique y La Aventura del Saber (TVE2). Dirige la colección de libros de actualidad A Fondo, en la editorial Akal.
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