Hemos conocido esta semana de los insultos que Teresa Marinovic hizo a la Convención y a los convencionales, en el exabrupto que llenó las redes sociales. Por otro lado, a través del Mercurio, Agustín Squella ha salido, una vez más, pontificando acerca de la necesidad de reflexión y autocrítica en la Convención.
Qué duda cabe que los poderes fácticos e institucionales están histéricos. El proceso constituyente enfrenta la procacidad visceral de un personaje que está ahí con la misión de destruir lo que se haga; y, simultáneamente, está recibiendo los embates del gatopardismo ilustrado, que presiona por mantener los pivotes del sistema intocables, con la complicidad, en ambas situaciones, de los medios oficiales, la prensa, radio y televisión de propiedad de los grupos económicos.
El efecto es que los medios instalan el escándalo y lograr quitarle atención a los avances y acuerdos que se van logrando en las distintas Comisiones y que comienzan a esbozar ese país por el cual se manifestó en las urnas el 80% de la ciudadanía. La tergiversación cotidiana de los hechos no es casual, sino articulada y metódica, sirviendo abiertamente a los intereses de sus dueños.
Aparece engolada y mercurial la petición de autocrítica de Agustín Squella, todo apuntando a dejar en tela de juicio la redacción de principios que formulan nuevas relaciones interculturales, aspirando al respeto a la Vida, a la Naturaleza y sus ecosistemas. Con su posición de soberbia y el respaldo permanente del Mercurio, Squella se suma con una procacidad de fondo, elegante pero igualmente grosera, a poner en tela de juicio los debates de la Convención, buscando manipular a la opinión pública, desprestigiando tales acuerdos porque atentan contra los poderes instituidos. Al final, las dos situaciones demuestran que hay convencionales insertos con el solo fin de frenar los acuerdos sociales, admitiendo cambios cosméticos, que preserven el neoliberalismo, cambios para que nada cambie.
Los grupos económicos, la Corte Suprema, el Senado, el Tribunal Constitucional, han expresado con descaro su preocupación frente a los avances soberanos de la Convención. Cuando se toma acuerdo a nivel de Comisión de la necesaria anulación que se debe hacer al Código de Aguas para poder considerar al Agua como un derecho humano y un bien de uso público, salta Ignacio Walker rasgando vestiduras e invocando un Plan B, que sería a todas luces sedicioso, porque sería patear el tablero y volver a nostalgias golpistas. En su columna de opinión, en el Mostrador, el constituyente, Patricio Fernández Chadwick, siembra dudas, planteando el supuesto desorden que habría en la Convención, dejando esa suspicacia negativa que, en definitiva, sirve a los del Rechazo.
Definitivamente, la élite se atrinchera y no asume que la ciudadanía se pronunció por cambios profundos al modelo y, a medida que se van estructurando acuerdos para una nueva forma de relacionarnos como sociedad, salen descontrolados a sacarles la madre a los convencionales o a llamar desde El Mercurio a la sensatez, al orden, a la autocrítica. Los poderosos salen a expresar, sin tapujos, su profundo sentir, que es defender a toda costa sus privilegios. Los episodios comentados, el de doña Teresa y don Agustín, son parte de una estrategia, para frenar el avance del cronograma, ralentizando el proceso de toma de decisiones, con distractores mediáticos que no permitan el debate cívico ciudadano, sino sembrar la chimuchina y dentro de ella, la mentira.
La Convención tiene que defenderse de quinta columnistas que fueron instalados en ella por la ultraderecha o la ex Concertación, con ánimo gatopardista. A medida que se avanza, se van explicitando posiciones, se va viendo quien atornilla al revés o quien cae en el juego mediático farandulero. Pero, pese a todo, se va avanzando, llegándose con distintas aproximaciones a puntos medulares y transversales. El proceso colectivo fluye con legitimidad y legalidad. Nadie cae en la trampa de que pudiere haber más plazo, nadie se distrae con circos preconstruidos por los operadores mencionados.
Debemos salir de la trampa mediática que tergiversa y distrae. El poder instituido tratará de evitar que nos movilicemos y que sigamos actuando con actitud vigilante. Autoconvoquémonos de manera colaborativa, en un compromiso militante por la nueva constitución, todos los ciudadanos, periodistas, comunicadores sociales, medios alternativos, para ir conociendo y apoyando cada paso que se dé, para preparar intensamente un Apruebo Informado. Tenemos la convicción de poder sentar los cimientos para un país diferente, entendiendo que ello será protagonizado por las nuevas generaciones. Por eso, la desinformación debe ser neutralizada con la acción proactiva de los colectivos, de las mayorías. Próximamente en nuestros sindicatos, cabildos y organizaciones sociales tendremos a convencionales para conversar y comprender cada párrafo que se vaya acordando. Debemos centrarnos en lo importante: el plebiscito de salida.
La Convención Constitucional debe ponerse anteojeras y tapones en los oídos para que nada la distraiga de su cronograma.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN
Hernán Narbona Véliz – Periodista. Corresponsal Diario La Razón / Región de Valparaíso, Chile.