El terrorismo deja huellas

Hace 30 años, la esquina de Arroyo y Suipacha, en Buenos Aires, se transformó de un momento a otro en un caos total. Una larga columna de humo negro señalaba las graves consecuencias del atentado orquestado por radicales iraníes contra la Embajada de Israel en Argentina. Aquel 17 de marzo de 1992, el bombazo se llevó 29 vidas y destruyó la Embajada de Israel, la Parroquia Madre Admirable, un hogar de ancianos, una escuela y casas vecinas.

Para conmemorar esta fecha, llegó hasta Argentina una comitiva israelí, encabezada por el Vice Primer Ministro y Ministro de Justicia, Gideon Sa´ar, e integrada por sobrevivientes y familiares de personas que perdieron la vida en el atentado.

Además del acto conmemorativo oficial, esta tragedia se está recordando a través de diversas acciones públicas, como una campaña denominada “El terrorismo deja huellas”, minutos de silencio por las víctimas en los 14 partidos de la Liga Profesional de Futbol; y el estreno de la canción “Un día como cualquier día”, compuesta por Alejandro Lerner, con la participación de los cantantes israelíes Idan Raichel y Pablo Rosenberg.

Y si algunos se preguntan por qué esta fecha es relevante para Chile, la respuesta más obvia sería que el atentado ocurrió aquí cerca, al otro lado de la cordillera. Pero, además de lo anterior, la razón de esta pertinencia radica en la estructura misma del terrorismo, que no es un fenómeno encapsulado en un territorio específico, sino ramificado globalmente. Y esto bien lo saben países que lo han sufrido en carne propia, como España, Reino Unido, Francia, Australia, Japón, Irak, Afganistán, EEUU y otros varios en todo el mundo.

En ese sentido, la amenaza terrorista es un problema de todos, y no sólo porque puede tocar la puerta en los lugares más remotos, sino también porque es un fenómeno que corroe la democracia, el desarrollo y la paz.

El terrorismo es global, no reconoce fronteras ni nacionalidades, y se articula usando todas las posibilidades que ofrece el entramado social e incluso el ciberespacio. Por eso, debe ser enfrentado en forma coordinada, sumando esfuerzos a nivel internacional.

Israel se sitúa en una zona donde no siempre son bienvenidas miradas distintas a las dominantes. Es que en Medio Oriente la cosmovisión occidental es minoritaria, y para los intérpretes más radicales del Islam, simplemente no es tolerada.

Por esto, en sus 73 años de historia, el Estado de Israel ha debido defender sus principios y valores lidiando con el terrorismo, dentro y fuera de su territorio. Y no pocas veces ha sido la primera víctima de nuevas formas y tácticas de ejercer el terror. Por lo mismo, el país ha llegado a la conclusión de que la respuesta a este flagelo debe ser una condena clara, contundente y sin ambigüedades.

El terrorismo de inspiración islamista, como el que hizo explotar la Embajada de Israel en Argentina, es una amenaza latente, no sólo para Israel, sino para todos los países, instituciones y personas que promueven la democracia, la paz, los derechos humanos y el pluralismo.

Por eso, en esta fecha tan especial, a 30 años de aquel atentado en Buenos Aires, no es suficiente con honrar a las víctimas, y se hace imperativo seguir trabajando para defender nuestros valores democráticos, rechazar la violencia y el odio, y seguir privilegiando, como lo hace Israel, el diálogo, la diplomacia, la resolución pacífica de las controversias y la cooperación internacional.

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LA OPINIÓN DE LA AUTORA NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE LA RAZÓN

Por Marina Rosenberg – Embajadora de Israel en Chile.