Mauricio Uribe, académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile y representante de la Sociedad Chilena de Arqueología ante el Consejo de Monumentos Nacionales, destaca que estas vasijas probablemente dan cuenta del comienzo de la producción local de vino introducida desde Europa. A futuro, agrega, plantea que lo ideal es que estas piezas se mantengan en Alto Hospicio para su mejor conservación y estudio y que no sean trasladadas a condiciones de mayor humedad, como las existentes en Iquique. Adelanta, también, que se podrían estudiar las recetas de aquella época a partir de los residuos de estas vasijas.
SANTIAGO – Un cerro aledaño a la cárcel de Alto Hospicio fue el escenario de un valioso descubrimiento arqueológico, un hallazgo que se produjo de manera accidental en un sector de dunas por parte de funcionarios del municipio de esta localidad. Se trata de 10 vasijas en muy buen estado de conservación que datarían del siglo XVII, piezas que posteriormente fueron rescatadas por un equipo de arqueólogos de la Oficina Técnica Regional del Consejo de Monumentos Nacionales, trabajo en el que participó la arqueóloga egresada de la Universidad de Chile, Jimena Valenzuela.
Los materiales encontrados estarían asociados a la producción minera que se desarrolló en el sector de Huantajaya, en Alto Hospicio, uno de los yacimientos de plata más ricos que se explotaron al comienzo de la época colonial. «Ya era conocido desde la época preincaica, pero obviamente interesó mucho a los conquistadores españoles. Por lo tanto, no es extraño que se hayan descubierto estas piezas en el lugar, en función de la extracción de minerales y la necesidad de surtir de vino al campamento o para los rituales religiosos», explica Mauricio Uribe, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile y representante de la Sociedad Chilena de Arqueología ante el Consejo de Monumentos Nacionales.
Lo más probable es que representen la época colonial entre los siglos XVII (1600) y XVIII (1700), afirma el académico. «Fue justamente como a mediados del siglo XVI que comenzó la explotación de Huantajaya, y en el siglo XVII se vuelve a explotar ese sector con mayor inversión de recursos. Entonces, es muy probable que entre el XVII y el XVIII se haya desarrollado la producción del mineral con mucha intensidad y eso haya hecho que haya tantas botijas. Aquí se han conservado al menos diez, que debe ser una mínima parte de todo el movimiento de botijas que hubo durante el período colonial», detalla.
Registro del pasado colonial
El arqueólogo de la Universidad de Chile detalla que estas piezas dan cuenta de la introducción de prácticas sociales y religiosas asociadas al consumo y uso del vino. «El vino tinto llega a ser muy importante en toda América y eso hace que se incrementen o lleguen estas vasijas, que se comiencen a elaborar en el continente entre las comunidades locales. Esto también hace pensar que se estaba produciendo vino en los valles y oasis cercanos. Es decir, en pleno desierto de Atacama se habrían plantando vides que, de alguna manera, habrían permitido mantener el consumo local, porque evidentemente no se movían las piezas como ahora, donde el acceso al vino es tan distinto».
En este sentido, las diez vasijas encontradas, «reflejarían la alta producción de vino en la época y, al mismo tiempo, la importancia que tiene para el sistema colonialista que se estaba desarrollando en esta zona del norte de Chile, que en ese momento correspondía al Virreinato del Perú. Evidentemente, más allá de las piezas que están enteras, que es lo primero que a uno le maravilla, por otro lado está esto de que son uno de los representantes materiales más explícitos de los sistema de implantación colonial sobre los territorios conquistados, particularmente de los territorios andinos, y seguramente es una muestra de cómo se están insertando en los sistemas locales indígenas de aquella época», sostiene Mauricio Uribe.
Respecto al valor patrimonial de este descubrimiento, plantea que «es destacable el hecho de que aparezcan piezas enteras y no fragmentos o piezas destruidas o rotas, como generalmente ocurre o lo que tradicionalmente estamos acostumbrados a trabajar arqueológicamente. Es impactante que las cosas se conserven a lo largo de los siglos y, en este caso, que se conserve una cantidad tan grande de vasijas, que son estos contenedores o botijas de la época colonial, que fueron muy típicas del mundo europeo y que llegan a América por la conquista hispana y también con la evangelización».
Desafíos a futuro
Las condiciones ambientales del desierto de Atacama son las principales responsables del buen estado de conservación de estas vasijas, así como de otras piezas arqueológicas que se han encontrado en diversos puntos de este vasto territorio. El profesor Uribe señala que seguramente estas piezas estaban tapadas, lo que ayudó a su preservación, y en orden «porque se dejaban en ciertos paraderos o postas de determinada manera para que aquellos que las transportaban las dejaran ahí. Después las tomaban otros para llevarlas a otros lugares y, por lo tanto, eran como postas donde se iban vaciando, llenando estos transportes». En este sentido, añade, es posible que se haya perdido información y materiales del contexto original en el que se encontraban.
A futuro, indica, el principal desafío es mantener estas piezas en condiciones similares a las que permitieron su conservación durante siglos. Por lo tanto, precisa, «es importante que no bajen a Iquique porque las condiciones de humedad de la costa son demasiado agresivas para la cerámica. Entiendo que la idea es que se mantengan en Alto Hospicio, bajo control de una fundación o agrupación que está preocupada de Huantajaya, que hace un año fue declarado Monumento Histórico Nacional, en conjunto con la Municipalidad. Hay que buscar el espacio con las condiciones ambientales propicias para su conservación y seguridad».
Agrega, además, que aún queda mucho por averiguar de estas vasijas en términos de investigación científica. «Hoy día, con las técnicas que tenemos, se puede hacer análisis microscópico del contenido, de lo que quedó residuado o legado en las paredes y se puede saber con mucha más exactitud cuál era el contenido que tenían, probablemente conocer las recetas o los ingredientes de lo que se estaba almacenando o preparando en esas vasijas».